martes, 3 de abril de 2018

El Amor es con esfuerzo.

EL AMOR ES CON ESFUERZO.     Pato Varas Santander

Siete del siete del setenta y siete.

Hace 40 años. 
El 7 de julio de 1977 he escrito al Esalen Institute de California solicitándole mi admisión para la formación en terapia Gestalt. He sido aceptado.
En Esalen soy feliz. Mi propósito: encaminar mi vida hacia la terapia y el desarrollo personal se está iniciando. En mis primeras tres horas de taller he aprendido más que en cuatro años de leer de terapia Gestalt y hacer talleres. Siento cómo mi alma y el alma de Esalen se van conjugando. Y escribo y seguiré escribiendo por años.
Mariposa Blanca (1977)
Mariposa blanca, acá eres feliz
Con tu túnica blanca y la blusa suave que trasluce tus senos.
Tus pies se han acostumbrado a la tierra y por donde vayas te saludan las mariposas, los caracoles, 
el mar, las arañitas y, casi, las culebras.
Las flores siguen tus manos conocen tu alimento, las verduras y legumbres crecen para integrarse a tu ser.

El sol es tibio, el aire frágil.
En la carretera los autos no perturban tu vida.
Las mariposas blancas son tú propio ser 
y bailas con ellas para recrear tu nombre.
Eres tan hermosa que el día te saluda y la noche te abriga.
Eres tan feliz que el sol te guarda y la luna te abraza.
Eres tan sencilla que la tierra te sostiene y el aire te enamora.

Te despojas de tus colores y vas desnuda pues nada temes, nada buscas, nada ocultas.
El agua y sus corrientes te recorren y acarician como el amor y el deseo.
Has convertido la vida en infinitos actos solemnes y toda estás en todo momento.
Fluyes eternamente sin pasado sin futuro.


Eres más allá del tiempo, vas donde tus ojos van, donde tus manos y pies llegan, 
donde tu piel alcanza y cuanto ves y tocas y hueles y gustas todo eso eres.
Posees tanta fortaleza que te has vuelto delicada y tanta sabiduría que te has vuelto sencilla.
Grabas en tu vida tantas experiencias que te has vuelto humilde.

Tu sonrisa es el don de tus tardes y mañanas.
Las otorgas al amigo y al visitante pues has descubierto que sólo se dona lo más apreciado 
y la sonrisa es el mayor aprecio.

Trabajas y descansas según tu ritmo y compromiso.
No llevas apuro pues nada es más importante que tu propio ritmo.
Y al tocar la noche, cuando descansas en mi pecho, sueñas con el presente 
pues nada es más hermoso que un sueño hermoso, excepto tu vida hermosa.

Tu puerta está abierta y tú ser también.
Das lo que sientes y recibes lo que sientes.
Nada rompe tu armonía.
El respeto vive entre tus pasos y en tu aire se respira un aroma de sinceridad.

Entonces, descubres que has llegado al Paraíso y ni siquiera te asombras 
pues el Paraíso no posee asombros.
Ingeniosa, misteriosa te tornas mariposa y vestida de blancos habitas mis ojos 
para dulzura de mi corazón.

Te miro en el mar, tu ir y venir hasta las rocas para acariciar su húmeda quietud, 
para florecer en un estallido de infinitos brotes blancos.
Te veo en el horizonte abrazada a esa línea infinita que es la eternidad.
Escucho tu murmullo circular y de envolvente letanía que aspiro y expiro como canción milenaria.
Recojo tu aroma y tu brisa siento tu tibieza solar desde este peñón solitario.


El universo y tú son mi compañía y nuevamente vuelvo al mar a recoger tu lozanía, 
a armonizar con tu piel, a continuar nuestra plenitud.
Entre las olas y el huacc-huacc de la Esalen Band me siento a sentir nuestra entroncada vida.
Una hormiga habita mi mano mientras el lápiz se desliza fácil por esta hoja de sensaciones.
Atrás la colina alta y serena es innata compañera de armonía vital.
La espuma y sus rocas se abrazan una y otra vez.

Una inmensa gaviota cruza hacia el Sur con su portaviones de recuerdos, 
lleva el compás de la Banda en sus alas caminantes.
Abajo los lobos marinos, de cara al sol, saludan su viaje e imitan su aleteo con gracia infantil.

Hombres y mujeres vestidos con el sol danzan suavemente con el Oriente en sus pechos 
y el mar, siempre el mar, no termina nunca de confesar su felicidad.
El mar canta por la noche mientras el viento mece las campanitas cercanas a mi puerta.
Yo descanso en tu imagen cubierto por el aroma del incienso 
y mi respiración te trae, te lleva, eterna compañera de mi existencia.
Una flauta se enamora del horizonte en la penumbra del atardecer 
y mi cuerpo danza milenario, más allá, más acá de mí ser
Tengo mi sonrisa en cada flor y el sonido de mis versos en cada pisada.
Llevo tu piel en mi boca y tu boca en mi descanso.
Soy una pluma flotando en la mano de Dios.

Cuarenta años después solamente cambiaría una palabra. En la última línea escribiría:
Soy una pluma flotando en la mano de la Existencia.
No llegué a conocer a Dios. No le conozco. Los dioses cristianos o judíos no son mi Dios. Mi único Dios, por ahora, es la Existencia.

En Esalen descubrí que lo más importante para mí, como ser humano, era la fidelidad. La fidelidad que es vivir permanentemente en tu ser.



Enero de 1978.
He trabajado 16 días con un grupo de profesores de educación básica. He puesto en práctica todo lo aprendido. Al finalizar un profesor de Antofagasta ha resumido todo con una frase: “Pato, me llevo los apuntes puestos en el cuerpo”.
El CPEIP le volvió a abrir las puertas, como en 1976, a mi trabajo. Estuve realizando semanalmente dos talleres durante años, mientras en los fines de semana pequeños grupos asistían en mi muy modesta casa de Lo Barnechea a saber de terapia Gestalt.

Julio de 1981.
Invierno en Punta Arenas. La ciudad más austral de Chile. Hace mucho frío. Lucía Preller parece no sentirlo mientras me narra minuciosamente y detalladamente su tragedia; en el momento del parto hace pocos meses perdió sus mellizos y los médicos, con la anuencia de su esposo, le han ligado las trompas. Ya no podrá volver a ser madre. Caminamos largas horas, finalmente me mira y me pregunta ¿qué puedes decirme? Ella ha sido una participante de unos de los dos talleres de desarrollo personal que enviado por el CPEIP he ido a dar para la Municipalidad de Punta Arenas. Sólo le contesto que son tantas cosas que le enviaré una carta de respuesta. El 18 de agosto comienzo a escribirle en una libreta de 200 páginas, así nacerá “La Metáfora del Boomerang” y una profunda amistad. La “Metáfora…” comienza así:
“Me doy cuenta que escribo, aquí, para tener tu rostro al frente.
No sé bien si tengo algo que decirte, simplemente estoy contigo”.
200 páginas después un 18 de noviembre de 1981, finalizo con:
“Y como en un espejo, tu rostro es mi rostro y mi rostro es tu rostro.
Sin embargo, tú me miras a mí y yo te miro a ti.
Esa es toda la diferencia.
¿Cómo no agradecer tu existencia?

Años después, viviendo Lucía, como hasta ahora, en Canadá se sometió a una operación y así al poco tiempo nació su hermosa Vale. 

Abril de 1982.
Hace unos meses he conocido a Ruth Höflich. Quiere convertir su residencial en Viña del Mar en un Centro de Desarrollo Personal. Ha averiguado que estudié en Esalen. Su más preciado tesoro es un libro: “Sea dueño de su vida” escrito por Richard G. Abell.  Publicado en 1976 en inglés y en 1980 en español es un libro absolutamente desconocido en Chile. Sin embargo, en 1980 llegó a las manos de Ruth. En él, su autor, un conocido y respetado psicoanalista de la Costa Este narra su


transformación como persona y terapeuta luego de pasar por Esalen en la Costa Oeste. Richard Abell a los 76 años de edad se inscribió en 1969 para asistir a un taller de Fritz Perls gracias al cual su vida cambiaría para felicidad de él mismo.
En 1981 Ruth leyó casualmente una propaganda acerca de un centro en Viña del Mar: el EsalenSur (un centro que ni siquiera llegué a empezar) donde aparecía mi nombre. Conversamos en su residencial en 6 Poniente, cerca del Casino de Viña del Mar. La casona no poseía ninguna habitación disponible como para hacer talleres, pero había un garaje semi abandonado que podría servirle. Le dije que si lo pintaba de blanco, lo alfombraba, le ponía luces indirectas, un cielo falso y lo llenaba de cojines podría ser suficiente para dar talleres. Entonces me preguntó si yo estaría dispuesto a dar mis talleres de terapia Gestalt en ese lugar si ella lo preparaba. Si, afirmé, sin nada de convicción que algo así fuera a llevar a cabo esta señora alemana. No conocía a Ruth. A fines de marzo me llamó por teléfono para decirme que el garaje, ahora taller estaba listo. Que pensaba inaugurar su Centro a fines abril y que si yo estaría dispuesto para dar mi taller como acto de inauguración. Ya sabía, por esa época, que la vida tiene muchas vueltas. Lo que no sabía era que esta vuelta sería magnífica.
Todos los fines de semana de ese 1982 trabajé en el IIDEC de Viña del Mar (Instituto Integral de Desarrollo y Cultura) ofreciendo mi taller de terapia Gestalt. Para 1983 la solicitud de los participantes de que les formara como terapeutas gestálticos fue realidad, y así por muchos años más. Ese fue mi primer programa de formación en terapia Gestalt y desarrollo personal. Duró 16 fines de semana a lo largo de 4 meses. Inmediatamente aprendí que 16 fines de semana sin compartir con la familia para cualquiera de nosotros era un riesgo familiar. Para 1984 la formación la mantuve en 16 fines de semana pero cada 15 días. De esta forma permaneció por muchos años, para en estos últimos años pasar a la modalidad de un fin de semana cada 4 semanas.

Enero de 1986.
Los talleres en el CPEIP continuaban y cada vez más aumentaban las solicitudes para que formara facilitadores de desarrollo personal en el marco institucional. En enero de 1986 comencé así el Programa de Formación de Facilitadores Grupales de Desarrollo Personal e Interpersonal. La formación sería en modalidad intensiva de 28 días en el CPEIP. La institución ubicada en la pre cordillera al oriente de Santiago posee un campus hermoso pleno de árboles y pasto con amplios salones, casino para 400 personas y hospedaje para 123 alumnos.
Ese enero de 1986 aceptamos 40 alumnos. La petición de esos participantes fue continuar en un segundo año en 1987. De manera que para 1987 los cupos aumentaron a 80 y en 1989 a 120.
Coincidiendo con estas fechas decidí empezar a escribir algunas reflexiones acerca del quehacer del facilitador. Escribía semana a semana a partir de los acontecimientos que ocurrían en mis talleres de fin de semana. Así nació “Un Espejo para el Alma”. “Un Espejo…” comienza así:
“Cuando un hombre o una mujer desea llegar a hacer el oficio del facilitador es bueno que se pregunte si desea llegar a ser un ser humano, si como ser humano se siente en alguna medida y de algún modo más bien satisfecho que decepcionado de sí mismo. Y si su calidad de vida personal e
interpersonal es de una naturaleza tal que le confieren la capacidad de poseer un sentido y perspectiva de la vida, de los hombres y las cosas que le hacen digno, congruente y solidario”
Ser “Digno, congruente y solidario” ha sido mi propósito de vida. Lo he intentado día a día. Y día a día he sabido que a ratos lo logré y a ratos fallé.
40 páginas después término con una petición.
“Pido a cada facilitador un ojo sano para mirar su ser y, así, el de otros. Una mano cálida para admitir esa mirada y el encuentro. Labios tranquilos que le permitan oír y oídos alertas que le faculten para hablar. Y, sobre todo, una oración permanente en su corazón que le mueva a danzar, para Dios, la vida”
Desde 1983 hasta 1989 realicé todas las sesiones. De esta manera fue naciendo en mi lo que denomine “modelo de desarrollo personal” en él se cruzaban las necesidades interpersonales con las intra-personales y trans-personales. La metodología de los grupos encuentro de William Schutz con sus etapas de inclusión, control o confrontación y de afecto se integraban con las áreas de trabajo corporal, emocional, integrativo y de lenguaje y transpersonal y meditativa.
Alrededor de 1985 un primer psicólogo se acercó a mis talleres: Víctor Hugo Kuschel. Prontamente escribió un artículo describiendo este modelo al cual llamó. Modelo Heptadimensional de Desarrollo Personal e Interpersonal”.
La sala múltiple se fue llenando cada enero de llantos, gritos y risas. Los profesores que asistían a otros cursos se acercaban a la sala y muchos de ellos en los años siguientes se integraron a la formación. 

Enero de 1989.
A mediados de 1988 me llamó el sub-director. Era necesario trasladar la formación a otra localidad, así fue como en enero de 1989 llegamos a la escuela El Tránsito de Paine. Escuela ubicada en una casona patronal transferida a la municipalidad y que contaba con más de dos hectáreas de jardines y árboles. El primer día al llegar a mediodía con el cargamento de colchonetas, materiales y alimentos se acercó inmediatamente a mí Patricio Urrutia. Patricio Urrutia, Luis Castro, Clyde Michaelsen, Erik Cortés y Gloria Dreisziger pertenecen a ese grupo que algunos desde 1984 y otros desde 1986 se integraron a esta formación y pusieron su corazón y trabajo al servicio del desarrollo personal. Patricio me dijo: “Tenemos un problema”. Ya había yo aprendido bastante de liderazgos, así es que le retruque. “Patito no existen los problemas, sólo existes las situaciones pendientes”. Se dio media vuelta y… una hora y media después almorzamos empanadas, ensalada de tomates y fruta. ¿Qué había sucedido? El restaurant que habíamos contratado decidió no entregarnos su servicio. Por la tarde nos reunimos este pequeño grupo y por idea de Patricio Urrutia nació el trabajo comunitario; el grupo (120 participantes) prepararía la alimentación, haría el aseo y se encargaría de las tareas administrativas). Una de las decisiones más sabias para la formación de futuros facilitadores había dado a luz.


En enero de 1990 llegaron a Paine los primeros amigos ecuatorianos, Mario Solís y su esposa Sonia Plaza. Año a año fueron llegando muchos extranjeros: de Ecuador, Colombia, Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay, EE.UU, Bélgica, Holanda, Alemania y Suiza. Y llegaron los niños.
Las mamás nos plantearon desde un principio su necesidad: No podía dejar a sus hijos pequeños un mes sin su presencia. En 1989 hicimos una acción piloto; Darío el hijo de Erik Cortés se fue a pasar los 28 días de Paine con nosotros. Decidimos que podíamos hacerlo. Habría un turno comunitario de cuidado de niños, a los niños no se les escolarizaría, nada de dibujos ni de pintar, los niños serían libres, sólo los cuidaríamos. Los niños nos enseñaron muchísimo. Aprendimos y aprendieron de sus propios liderazgos, de sus propios juegos y de sus propias andanzas. Recuerdo que en 1991 una de sus entretenciones era coleccionar arañas pollitos. ¡Vaya, si algo así se nos habría ocurrido a los adultos!

 Marzo 1990.
Mi hermamigo Patricio Doorman me invita a dar un taller de terapia Gestalt a Quito. Durante los próximos años (hasta 2012) viajaré año a año a trabajar tanto a Quito como a Guayaquil. Conoceré la hospitalidad, la calidez y la gran calidad humana del pueblo ecuatoriano. En ese primer taller tendré la oportunidad de compartir con un médico homeópata cuya amistad quedará en mi corazón: El Doctor Arturo Chiriboga.

Enero de 1991.
El Director del CPEIP, Gabriel de Pujadas (que nos brindó su total apoyo) me dice que el Programa debe volver al CPEIP, que es una tarea y quehacer que todos los profesores deben conocer. Volvemos a CPEIP aunque no abandonaremos el trabajo comunitario. De modo que en enero continuamos en Paine y en febrero estamos en el CPEIP. Son años de gran actividad hasta que en 1994 cambia el Director. El nuevo Director no quiere saber nada de desarrollo personal, tampoco el Ministerio de Educación. Logro continuar con el Programa hasta 1999. Ese año se cierra definitivamente en el CPEIP.

Octubre 1992.
Estoy en el Encuentro Internacional de Psicología Humanista que ha organizado Mario Solís y un grupo. Vera Schiller de Kohn me abre las puertas de su casa y de su corazón. La asocio inmediatamente con esa gran psiquiatra radicada en Chile Helen (Lola) Jacoby de Hoffmman. Ambas judías, la una checa, la otra letona. Ambas exiliadas por el nazismo en la década del 30, ambas terapeutas jungianas. Ambas de corazón generoso y empuñadura firme. Y veo por primera vez a esa gran mujer y gran persona: Yolanda Suárez de Ávila.

Enero de 1993.


Ya han venido a nuestra formación en total más de 30 ecuatorianos. También llega al CPEIP Yolanda Suárez. A días de egresar, en 1995, me pide permiso para llevar el Programa a Quito. Así empieza Yolanda su gran viaje, primero ofreciendo el Programa y luego creando el Instituto de Desarrollo Humano CRE-SER. Lo del permiso me era algo tan ajeno. Siempre he pensado que el conocimiento es universal, que está en los libros, en los cursos y los encuentros. Que, por lo tanto, le pertenece a todos.
Durante todos estos años el Programa de Formación de Facilitadores de Desarrollo Personal y el Diplomado en Terapia Gestalt Integrativa se han consolidado. Paso a paso fuimos formando un equipo, que paso a paso me fue reemplazando en las sesiones y talleres. Distintas técnicas y talleres se fueron consolidando. Método de consciencia corporal de Feldenkrais, método de consciencia corporal de Selver, Psicocalistenia de Ichazo y la biodanza en el área de trabajo cuerpo-mente. En el área emocional surgió con todo su fuerza Wilheim Reich y sus seguidores: Alexander Lowen con su Bioenergética, Tottom con su trabajo neo-reichiano de los anillos. El Rebirthing de Orr. El psicodrama de Moreno, el focusing corporal de Gendlin, la terapia Gestalt de F. Perls, la terapia Hakomi de R. Kurtz, la PNL, la Logoterapia en el área integrativa. Las meditaciones activas, pasivas y nativas, Las constelaciones familiares y, últimamente, el soulcollage en el área transpersonal, meditativa y creativa.
Erik Cortés se especializó en Bioenergética y Psicodrama. Gloria Dreisziger en Rebirthing y Gestalt, Sarala en meditaciones osho, Armando Bejarano en Logoterapia, Tai Chi y soulcollage, Satyam en Biodanza, Carlos Godoy en Feldenkrais, Pamela Carrasco en constelaciones familiares, Nastia en focusing corporal. Y como los años no nos pasan en vano nuestro chamán, Polito Morandé, se fue a descansar y disfrutar a sus tierras sureñas.

Marzo de 1994.
 Desde 1994 he abierto con el apoyo de Erik Cortés y Silvana Cubillos mi Centro La Pachamama en Talagante. Con los años se convertirán tanto Paine como La Pachamama en nuestros lugares míticos, y así son recordados hasta hoy. La Pachamama con sus árboles frondosos y numerosos lleno mi vista de descanso, de paz y de bienestar. A La Pachamama llegaron mis hijos Paz y Patito. A La Pachamama llegó ese gran perro terapeuta que fue el Percy, un setter señorial, sensible y perceptivo. Viví 10 años de crecimiento, consolidación y desafío. Hasta allí llegó la muerte y el amor. Y sobre todo mi congruencia y dignidad. Un desafío diario que nunca termina y nunca es alcanzado totalmente.
Aquel hombre bramaba y rugía. Y decía: Soy lo peor, soy lo peor del mundo. Soy el peor de los seres humano. Estábamos en el salón de La Pachamama. Le pregunto a Clyde, ¿qué es lo peor del mundo? Me responde: Lo peor son los poliquetos, ¿Y qué son los poliquetos? Los poliquetos son organismos que viven en el fango. El hombre, grueso y encorvado, salta y grita: Yo soy un poliqueto, soy el peor de los poliquetos. Y grita, llora y brama. Una hora y media después ha viajado profundamente por su ser y termina su proceso diciendo: Soy un poliqueto, pero digno. 
El grupo va cada uno entregando su retroalimentación. Frente a mí, una joven, a ratos tímida a ratos osada. Levanta su rostro, levanta su mirada y nos dice. Yo soy gay, pero digna. Frente a la vida, frente al mundo, frente a todo siempre tenemos nuestra dignidad. 
Cada cierto tiempo recibo un mail o un recado desde Barcelona. “Ella te manda a decir que sigue siendo digna”

Julio 1997.
El teléfono suena en el Centro de Patricio Doorman, en Quito, donde estoy hospedado por esos días. Patito, mi hijo de 17 años ha fallecido en un accidente automovilístico. Lloré dos años sin interrupción. Una de sus frases de las muchas que compartimos cambió mi enfoque terapéutico: “Papá, el amor es con esfuerzo”. Desde hacía unos años venía estudiando la terapia hakomi de R. Kurtz. No sentía como propio el uso del principio de frustración de Fritz Perls. La no-violencia y la presencia amorosa que pregonaba Kurtz me eran más afines. Así fue como comencé este proceso de integración entre el focusing corporal de E. Gendlin, la terapia Gestalt de F. Perls y la terapia hakomi de R.  Kurtz. Así fue como, también, logré darle cuerpo a mi método de Gestaltdrama.

Septiembre 2000.
Saguangal. Una experiencia revivificadora para mí. Yolita, Santiago Santis y todo el grupo me reciben cantando ese tema de Roberto Carlos: “Tú eres mi amigo del alma…”. Y mi alma sigue paso a paso renaciendo después del duro golpe de 1997. El rio también me va sanando con su agua pura y helada. Me obliga a despertar, a ser el que he sido, a continuar mi senda, la que conozco bien, la del desarrollo personal y la terapia Gestalt. Hago mis talleres y asisto a los talleres de Vera Kohn; en mi interior se empiezan a integrar madre y padre, algo hasta entonces inexistente en mí. 

Enero de 2002.
Ximena llega a mi vida y me regala su corazón. Vendrán los mejores años de mi vida. Serán 15 años de amor, de matrimonio, de familia y de nuestra hija Ji que nacerá en 2008. Son, también los últimos años de La Pachamama, una parcela arrendada que será vendida. 

Marzo de 2006.
Estamos inaugurando en nuestra parcela Almaray, nuestro Centro AlmaSur. A tres kilómetros de La Pachamama empieza nuestra etapa definitiva, en un lugar propio con nuestra casa y a 40 metros nuestro centro. La parcela es plana y llana, no hay árboles, ni arbustos ni siquiera pasto. Vamos poco a poco plantando árboles y arbustos, regando pasto, construyendo nuevos espacios. Un gran amigo, Mauricio, nos regala la piscina. Quienes llegan en el año o en verano a nuestras formaciones están contentos. Algunos echan de menos La Pachamama, pero se les pasa luego. Acá todo es nuevo y acogedor. Todo está hecho pensando en ellos. Nuestro Centro y nuestra Escuela la he pensado para un máximo de 16 participantes y eso hace que el aprendizaje y el cambio sea mayor y más profundo. Hay espacio y tiempo para todos.


Marzo de 2010.
Termina mi vida laboral en el CPEIP. Al despedirme mis palabras son para recordar a mis grandes maestros: Luis López, José Ñihuen, Gabriel Castillo y Alberto Hotu. Un filósofo, un campesino mapuche, un innovador de la educación y el jefe del consejo de ancianos de Isla de Pascua. Con todos ellos lo único que hice fue sentarme a escucharles de verdad. Don Luis me entregó la libertad de pensar; Don José la profundidad de la vida; Don Gabriel la fuerza del cambio; y don Alberto el sentido de lo auténtico. De amor me enseño y enseña cada día mi Ximena.
Me dedico totalmente a nuestra Escuela, al tú y yo del encuentro terapéutico individual, a la magnífica vivencia de estar y trabajar en grupos, a la maravilla de estar cada mes en la casa de Rayito en Iquique para dar el Diplomado en Terapia Gestalt Integrativa, a mis hijas, a acompañar en su crecimiento a mi Ji, a disfrutar la parcela, mis perros. A simplemente estar en casa. A estar en mí.

Septiembre de 2017.
Yolita, una vez más, me brinda la oportunidad de mostrar y enseñar mi experiencia. Quito y Ecuador son mi segunda casa, mi segunda patria, muchas veces mi refugio. 
¿Y cuál es mi reflexión?
La que quedó escrita en mi libro “Las Palabras del Silencio”.
Algunas acciones como la sencillez, lo simple, la perseverancia, la solidaridad y la compasión son formas de vivir y de convertir la vida en meditación.
Solamente llegas al saber si dominas los principios, pero el saber no son palabras. El saber es una acción que nace de la interacción entre mi consciencia y el mundo.
La existencia es como un bordado donde cada vida ocupa un punto. En el tejido en verdad no hay puntos. Todo es un solo tejido. Sin embargo, cada vida es un punto en el tejido. La vida es la lana. Tejer es el encuentro de vida y existencia. La existencia es el tejido.
Cada ser es un universo. Posee su propio camino y trae dentro de sí su propio maestro. Cuando te alucinas con un supuesto maestro abandonas tu propio maestro. Los seres podemos encontrarnos si aceptamos y comprendemos nuestra paridad.
Existen muchas ilusiones. La ilusión de Dios. La ilusión de un más allá. La ilusión de una vida eterna. La ilusión de la felicidad. Todas ilusiones muy atractivas porque nos dan cobijo, esperanza, tranquilidad y sentido. Todas creíbles porque en todas ellas hay algo de verdad. Y todas ilusiones porque no son más que palabras construidas por el hombre. 
El verdadero saber nace del amor. Son inseparables. El saber es contenido por el amor y el amor es contenido por el saber. La acción ha de ser, por lo tanto, acción del saber y el amor. La compasión y la solidaridad. La humildad y el silencio son las acciones de una vida que se une a la meditación.

Una vida en meditación requiere de preparación, de vivir y experienciar. Es necesario vivir el mundo y vivir el sí mismo. Un niño corre. Un joven camina. Un viejo está sentado. Un muerto acostado.
El amor mueve a la acción. El saber mueve las acciones propias del amor. El saber no es conocimiento ni científico ni erudito. El saber no va a la mente. El saber va a la consciencia.
Expandir la consciencia es una acción. Una consciencia expandida cubre todo el universo. No es conocimiento, es transformación. Así nace la compasión. Compasión de sí mismo, de los hombres, de las cosas y del universo.
La compasión no requiere de ilusiones, de dioses, de maestros ni de discípulos. La compasión sólo requiere de cada uno y ocurre mediante la expansión de la consciencia.
Cuando el saber y la compasión se unen nacen las palabras del silencio. Las palabras del silencio son aquellas que convierten la verdad en amor y el amor en verdad.
Las cosas profundas viven todas en nuestra alma. Desde allí la consciencia las hacer saber. La erudición es una distracción. Y cuando el amor es profundo, la verdad queda develada.
Buscar la salvación o buscar la iluminación son actos egoístas. La única búsqueda final es la del amor. Aquellas prácticas que no nacen del amor sólo conducen a decir: soy distinto, admírenme.
Ser distinto es el preámbulo al desprecio o al resentimiento. Desde el amor somos como todos.
El vendedor de ilusiones es un vendedor. El que busca adeptos no ama, quiere el poder. El que te da explicaciones no sabe. El que dice. ¡Sígueme! Te necesita.
Llega un día en que ves y miras con libertad. Entonces estás apto para acercarte al saber. Llega un día en que ves y miras con compasión. Entonces estás apto para acercarte al amor. La primera libertad es la propia libertad. La primera compasión es la propia compasión.
Entra en lo más profundo de tu sí mismo. Allí descubrirás una verdad conmovedora. Tu intimidad contigo, con el universo, con la existencia. Esa es nuestra alma.
La vida en meditación es una acción total. Es la acción del amor y exige todo nuestro esfuerzo. Amar la vida y amar la muerte. Profunda compasión. Profunda humildad.
 *   *  * 
 
Ruth se nos va, escuché, por teléfono, decirme a Mónica. Mi querida Rutghen. Era sábado. Dos días antes, la última frase de Ruth había sido, cuando empezó a desvanecerse por efectos de la morfina que paliaba su dolor, “Yo no voy a morirme”.
En nuestra relación de más de 25 años (1982-2008) nunca hubo una frase crítica, nunca hubo un mal entendido, nunca un disgusto. El último surco que Ruth abrió en mí fue enseñarme el arte del buen morir. Durante los meses que permaneció acostada antes de morir, Ruth me enseñó que la muerte, aunque propia, nunca antecede a la vida. Que en cada día queda tanto por vivir, disfrutar, compartir, planear y recordar que la muerte no debe ocuparnos. Mis visitas eran habitualmente a medio día. Era una hora en que solíamos estar a solas, así es que conversábamos a nuestras anchas. Nos reíamos, nos emocionábamos, hacíamos recuerdos, imaginábamos el futuro. Ruth me hacía volver sobre infinidad de talleres, experiencias y momentos terapéuticos que yo había olvidado. Disfrutaba contándome cosas que yo había dicho o hecho y que en modo alguno recordaba. Creo que sin decírnoslo nos sentíamos hermanos. En mi última visita Ruth me dijo: te tengo un regalo, abre el cajón. Había un libro “Sea Dueño de su Vida”. Conocía su historia con ese libro. Ruth lo había leído en 1980. Para Ruth fue ese libro el inicio de su transformación y quién la llevó a conocernos. Bueno, me dije, Ruth se ha desprendido de sus bienes (prácticamente regaló su Centro de Salamanca), se ha desprendido de todo lo material. En buena medida se ha desprendido de su cuerpo. Y, ahora, al regalarme su libro se desprende de su talismán. Ya es y fue dueña de su vida. 

El garaje estaba recién pintado, blanco. En su cielo destacaban unas sencillas vigas al aire barnizadas de café. Una alfombra entre lila y beige cubría todo el suelo y muchísimos cojines complementaban el arreglo. Habíamos 25 personas, entre ellas Ruth y yo. Eso fue en abril 23 de 1982.

“Te recuestas en mi pecho y quieres dormitar la tarde
Y tus ojos, tus hermosos ojos se niegan a claudicar
Ellos quieren una vez más ver, mirar, sentir, palpar
Toda nuestra experiencia, toda nuestra comunión.
Nos enlazamos como rocas

Quietos y profundos, obstinados, inmóviles
Queremos recibir este último sol
Esta última brisa
Este postrero aroma
Este irretornable color.
En la cima del acantilado los árboles son más verdes
Y el cielo más noble.
Una nueva gaviota cruza hacia el Sur.
Sus congéneres la despiden desde la Roca Mayor
La siguen con la vista


En ella va la amistad, el canto, la sonrisa y la paz interior.” (Esalen 1977 )

AlmaSur, Talagante, diciembre 2017.

martes, 15 de marzo de 2016

Programa de Formación de Facilitadores de Desarrollo Personal (Terapeutas Humanísticos Transpersonales)



El Programa fue fundado en 1983 por su Director, Pato Varas Santander.

El propósito del Programa es formar Facilitadores de Desarrollo Personal (Terapeutas Humanísticos Transpersonales) capaces de Planificar, Realizar y Evaluar Programas y Talleres de Desarrollo Personal (Terapeutas Grupales de Enfoque Humanístico-Transpersonal).

El Programa tiene una duración de tres años o etapas al final de las cuales entrega un Diploma de 1200 horas, nivel de especialización, certificado por la Alianza Latinoamericana para el Desarrollo Personal y por la Escuela Chilena de Desarrollo Personal, AlmaSur. Se ofrece tanto a profesionales de la salud, la psicología, la educación y el campo social como a interesados en general.

Siguiendo el  enfoque de la Psicología Humanística y Transpersonal el Programa cubre seis áreas de formación:

Área Corporal. Métodos y Técnicas Cuerpo-Mente (Focusing Corporal, Selver, Feldenkrais, Masaje Bioenergético, Biodanza).

Área Emocional. Métodos de Exploración, Desbloqueo y Expresión Emocional (Bioenergética, Terapia Reich y Neo-Reich, Rebirthing).

Área Integradora y de Lenguaje. Métodos de  Reestructuración e Integración (Psicodrama, Terapia Gestalt, Terapia Hakomi, PNL, Logoterapia, Creatividad)

Área Transpersonal.  Constelaciones, Arquetipos,  Meditación, Chamanismo.

Área Interactiva. Metodología de los Grupos de Encuentro  (Schutz).

Área Comunitaria. Aplicación en Sistemas Residentes y de Vida y Trabajo Comunitario (Organización, Liderazgo, Resolución de Conflictos).
El Programa  se desarrolla en tres años o etapas, tanto en modalidad anual de fines de semana (12) como intensiva de verano (18 días en cada febrero), en sistema residente.
1ª Etapa:   Fase de Experienciación.
2ª Etapa:   Fase de Comprensión Teórica.
3ª Etapa: Fase de Aplicación y Dominio Metodológico.

Propósito

El propósito del Diplomado es formar Terapeutas Gestáticos capaces de Realizar Talleres de Terapia Gestalt-Hakomi desde un enfoque integrativo y facilitante del Desarrollo Personal e Interpersonal.

El Diplomado tiene una duración de dos años o etapas al final de las cuales entrega un Diploma de 800 horas pedagógicas, certificado por la Alianza Latinoamericana para el Desarrollo Personal y por la Escuela Chilena de Desarrollo Personal y Terapia Gestalt, AlmaSur. Se ofrece tanto a profesionales de la salud, la psicología, la educación y el campo social como a interesados en general.
El Diplomado se desarrolla en dos años o etapas,tanto anual como intensiva de veranob a elección:
1ª Etapa:   Fase de Experienciación.
2ª Etapa: Fase de Comprensión teórica, Aplicación y                              Dominio metodológico.
Equipo Formador: Pato Varas,  Sarala, Ximena Navarro, Anastasia Mamlai,  Erik Cortés, Oscar Torres

miércoles, 29 de abril de 2015

Diplomado en Terapia Gestalt –Hakomi. 2019


Diplomado en Terapia Gestalt –Hakomi
Escuela Chilena  de Desarrollo
Personal y Terapia Gestalt
Temporada  Anual
Marzo-Diciembre 2019
Centro AlmaSur
Talagante

Programa
El propósito del Diplomado es formar Terapeutas Gestáticos capaces de Realizar Talleres de Terapia Gestalt-Hakomi desde un enfoque integrativo y facilitador del Desarrollo Personal e Interpersonal.

El Diplomado tiene una duración de dos años o etapas al final de las cuales entrega un Diploma de 800 horas pedagógicas, certificado por la Alianza Latinoamericana para el Desarrollo Personal y por la Escuela Chilena de Desarrollo Personal y Terapia Gestalt, AlmaSur. Se ofrece tanto a profesionales de la salud, la psicología, la educa-ción y el campo social como a interesados en general.
El Diplomado se desarrolla en dos años o etapas:
1ª Etapa:   Fase de Experienciación.
2ª Etapa: Fase de Comprensión teórica, Aplicación y  Dominio metodológico.

Equipo Formador: Pato Varas,  Sarala, Ximena Navarro, Anastasia Mamlai, Erik Cortés, Oscar Torres.

viernes, 25 de julio de 2014

40 años dedicados a la terapia gestalt y el desarrollo personal

Congratulaciones a nuestro Director, Pato Varas Santander, que está celebrando este año sus 40 años como Terapeuta Gestáltico. Inicio sus cursos y talleres de Terapia Gestalt el año 1974, bajo el título de "Juegos Psicológicos", siendo, entonces, profesor en la Universidad Católica de Valparaíso. En 1977 viajo a California para formarse, definitivamente, como Terapeuta Gestalt (Facilitador) en el Esalen Institute, con Dick Price, retomando, a su regreso, desde 1978 sus talleres de Gestalt. Desde 1983  forma Facilitadores de Desarrollo Personal y Terapeutas Gestálticos.

lunes, 1 de octubre de 2012

LOS GRILLOS DE RAPA NUI. (1988; actualizado en 2012).



 
LOS GRILLOS DE RAPA NUI. (1988; actualizado en 2012).
                                                                      Dedicado a don Alberto Hotu y toda la comunidad Rapa Nui.
Los navegantes de la vida.
¿Hacemos túneles entre los fardos? No, esta vez no nos encontrarán. Los túneles, entre los fardos de lana, siempre habían fallado. El piloto los dejaba hacer, pero el último día bajaba a las bodegas del barco y revisaba todo. Siempre los encontraban. Fuese mediodía o medianoche terminaban todos nadando hacia la orilla. Nadie había logrado viajar al continente, a conocer Chile, así, hasta ahora. El caso de Carlos Joaquín Rapu era distinto. Él se había ido enfermo y ahora estaba trabajando en Valparaíso.
Levantaron unas tablas en el fondo. Se podía sentir el sonido del mar bajo el casco y oler el agua mugrienta a petróleo, desperdicio y lastre. Era la sentina del barco; su último rincón profundo. No les preocupó, fue más fácil que entrar a las cuevas familiares. Estrechas, oscuras y profundas aberturas que se internan en la roca volcánica de la isla. Eran siete. Siete tenían que ser. Y los siete adolescentes se sumergieron en la sentina. No había más de ochenta centímetros de alto. Veinte de aire. Bajaron algunos fardos laneros y se fueron recostando; el cuerpo en el agua y el petróleo, la cara, bajo las tablas, achatada de aire. Faltaban tres días para el zarpe.
Los siete guerreros navegaron en dirección al sol. Seguían el sueño de Han Maka. Venían desde el país maorí, de un lugar llamado Marae Renga. Ira, Raparenga, Ku’uku’u  A’Huatava, Uure A’Huatava, Ringingi A’Huatava, Nonoma A’ Huatava, y Mako’i Ringiringi A’Huatava fueron los primeros en pisar la isla; ya no se sabe hace cuanto: ¿400? ¿800? ¿1600 años atrás?
Sintieron hambre. Pescaron, hicieron fuego y quedaron satisfechos. Una tortuga los distrajo. Ira intento levantarla, ni él ni sus compañeros lo lograron. Sólo Ku’uku’u, pero fue golpeado por la tortuga. Cuando el rey Hotu Matu’a, su mujer Vakai  A’Heva y la hermana del rey, Ava Rei Pua llegaron a la playa de Anakena, siguiendo la huella en el mar de sus siete guerreros, Ku’uku’u había muerto.
Siete moai miran hacia el mar en las laderas del   Ahu a Kivi. Sus cuencas ciegas vagan hacia la Polinesia, esa región de islas y mar que, aún no ha contado su pasado. A tres mil kilómetros a la redonda nadie respira, ni habla, ni ríe, ni canta, ni danza, sólo los habitantes de Te Pito te Henua, la isla que canta a la vida y calla a la historia.
¿Cómo trajeron a los moai hasta acá?
A los moai no los trajo  nadie;  ellos llegaron solos desde las canteras del volcán Rano Raraku.
¿Y cómo?
Mauá, poder. Eso es todo.
Misterio en la roca, misterio en el mar. Seres de piedra que se deslizan por la isla. Cuerpos fatigados atravesando el océano con el agua hasta el cuello bajo la sentina de un barco.
Habían llevado bastante agua y algo de comer; piñas, guayabas y varias gallinas. Pronto lo poco se acabó. Al cuarto día, cuando zarpó el Allipen, barco de la firma Haverbeck y Skelwert, fletado por la Sociedad Explotadora de Isla de Pascua, estaban pasando hambre. “Sentimos el balanceo del buque ya en viaje a Chile y la aventura nos quitó el hambre, el frío y el temor”. Como sus antepasados, ellos también llevaban sus sueños. “Habíamos conversado mucho, queríamos aprender algo necesario para la isla, para nuestro pueblo y por nosotros mismos. Íbamos para volver; es algo que está en nuestra sangre. Salir y volver. Nosotros somos de acá y viajamos sólo para volver”. Como aquellos cinco jóvenes: Martín Paté (24), Andrés Paté (25), Lucas Pakomio (189, Belisario Rapu (21) y Esteban Pakarati (19) que el 2 de enero de 1944 se hicieron de madrugada al mar. Su bote tenía siete metros de largo y lo habían cargado con cincuenta litros de agua, camotes, plátanos y naranjas. Pronto todo fue destinado al océano, un temporal los invadió del todo. Así, con un cuero de vacuno que los cubrió y luego, ablandado a tiritas en el agua salada, los alimentó, pasaron 24 días. Un transporte norteamericano los avistó el 26 de enero y nueve días después los desembarcó en Antofagasta. Un par de años y todos habían regresado a Rapa Nui.
Cuando los descubrieron ya era tarde para el piloto. Además, a bordo iba Humberto Molina Luco, Intendente de Valparaíso y presidente de la Sociedad Amigos de Isla de Pascua. El martes 1° de febrero de 1949 fueron fotografiados para la primera página del diario La Unión de Valparaíso.
“Luis Paoa Paté (18), Miguel Paoa Ruki (14), Ventura Chávez Hito (18), Valentín Hiroroko Tucki (18), Florentino Hey Hiroroko (18), Pedro Noraco Teao Hiroroko (19) y Alberto Hotu Chávez (18), los siete “pavos” que se embarcaron en el Allipen para venir al continente”. “Desean educarse y aprender para ser útiles en la isla, cuando regresen”, rezaba la leyenda al pie de la foto.
Los descendientes de Hotu Matu’a rey de los piragüeros polinésicos que emigraron a la Isla de Pascua y, como él, descendientes de  Kupe, descubridor de Tiritiri o Te Moana, el país de las brumas altas (hoy Nueva Zelanda) empezaban a unir, para su pueblo, más de mil años de cultura en viaje por el océano.

El pueblo maorí, de la mano de Kupe, se multiplicó y adaptó a la geografía, clima y alimentación de esas dos grandes islas pegadas a Australia. Cultivaron, como hasta hoy sucede en Rapa Nui, la papa dulce (jumara) y el taro. Llamaron a la isla del norte Tayika a Maui (el pez de Maui) y a la del sur: Te Wii Panamá, por la abundancia de esa piedra como jade que les adornaba y armaba. Eran grandes navegantes. Desde el río Wii Paoa sus grandes canoas podían salir a viajar, por semanas, por todo mar antes sus ojos, con más de cincuenta remeros pujantes y otros tantos tripulantes. Todos ellos, sea que arribaran a Tiritiri, a Rapa Nui o a Valparaíso, navegaron y arribaron en pos de la vida. Porque sus dioses, el dios Maui de los maoríes, el dios Mané y el Tangara-Manu (hombre pájaro) de los pascuenses eran dioses de la vida.

Los piratas de la muerte.
                Domingo, 5 de abril de 1722. Jacob Regenteen. Holandés. Descubrimiento 27° Latitud Sur. Nombre asignado: Poassers. Traducción: Pascua. Isla de Pascua.
                De la bitácora. “Un indígena se separó de la costa en canoa. Nos encontrábamos aún a dos millas de distancia. Como el hombre se hallaba desnudo, le ofrecimos una pieza de tela, un pescado seco y algunas bagatelas que él se colgó del cuello. Era moreno de tez, pintado de pies a cabeza y cubierto de tatuajes. Sus orejas eran muy largas y caían, alargadas por el peso de grandes pendientes. El hombre era robusto y alto y de aspecto agradable” (Castex: 90)
                La versión de C. F. Behrens, historiador de la expedición: “Uno de los habitantes de la Isla se acercó en una canoa hasta dos millas de distancia. Le hicimos señales para que se dirigiera bordo del buque insignia, donde lo recibimos bien…Su cuerpo estaba tatuado con las más diversas figuras, sus orejas eran sumamente largas y le colgaban sobre las espaldas…le ofrecieron un vaso de vino, pero con gran sorpresa nuestra, en vez de beberlo, lo vertió sobre sus ojos” (Englert: 96).
                La tradición oral en la Isla cuenta que “un descendiente de Ororoine (último sobreviviente de la raza Hanau eepe), hijo o nieto, fue desde el Tahai, a bordo, donde le dieron un vaso de vino y comida, pero no comió ni bebió. Tomó el vaso y se lavó con el vino, derramándoselo sobre la cabeza”.
                Dos días después, al bajar a tierra los marinos (de la versión de Behrens): “Como algunos de ellos osaron tocar nuestras armas, se hizo fuego…el fuego que se había hecho contra ellos causó la muerte de algunos, siendo uno de ellos el que primero había venido a nosotros”. (Englert: 96).
                “Un disparo hiere mortalmente a un indígena en su piragua”. “El nativo subió al barco cargado de presentes para nosotros”. “Los marinos dispararon y mueren diez pascuenses”. “La población se acerca en masa a ofrecer regalos y provisiones”.
                1770. 15 de diciembre. Felipe González. Español. Nominación asignada a la isla: San Carlos. Se levanta un Acta de Posesión. La firma el capitán a nombre del Rey Carlos III y algunos arikis (jefes de la isla). Hacen dibujos similares a los de las tablillas inscritas (Kohau rongorongo). Tres cruces se plantan en el cerro el Poike. Habitantes: 3.000.
                Marzo, 11 de 1774. James Cook. Inglés. “Los indígenas lo acogen con gran alegría”. Ocho días después al continuar el Resolution su viaje, “algunos indígenas han muerto a fuego por hurtar”. Nominación asignada: Easter Island.
                9 de abril de 1786. En la bahía de la Tortuga ancla el Conde de la Pérousse. Francés. Permanencia en la isla: 24 horas. No le pone nombre. De la bitácora: “Cuatrocientos o quinientos indios nos esperaban en la playa; no estaban armados y aunque uno que otro iba cubierto con telas amarillas o blancas, la mayoría estaba totalmente desnudos. Muchos de ellos presentaban tatuajes en el cuerpo y el rostro pintado”. (Castex: 94).
                De temperamento curioso, los indígenas que habían invadido las dos fragatas discutían acaloradamente frente a cada instrumento de navegación, mientras otros medían las diversas partes del barco con trozos de cordel”.
                De la bitácora: “No les pedimos nada a cambio de todo lo que les dimos (ovejas, cabras, cerdos, gallinas, semillas de naranjo, limón, algodón, maíz y otras diversas), pero ellos nos lanzaron piedras y nos robaron”…los gorros.
                Barco Nancy. EE.UU. 1805. Secuestran 22 pascuenses. 10 mujeres y 12 hombres, y zarpan. Tres días después permiten a los prisioneros subir a cubierta. 22 pascuenses saltan al mar y mueren ahogados con la vista clavada en el horizonte.
                1811. Buque ballenero americano Pindos. Los marineros llevan agua, legumbres frescas y muchachas a bordo. A la mañana siguiente las obligan a saltar al agua. Waden, segundo oficial, coge un fusil y les dispara. La tripulación aplaude. Waden es un excelente tirador.
                Rurick. Navío ruso. 1816. El comandante Otto von Kotzebue ordena disparar y reembarcar. Luego narrará que se aterró cuando vio acercarse a los indígenas; “parecían monos, todos pintarrajeados  de rojo y negro”.
                William Beechey. Navegante inglés. 1826. Dice que las mujeres, desnudas, intentaban subir a los botes, mientras los indígenas robaban lo que pillaban. Al desembarcar se ven en la obligación de disparar. Un jefe pascuense cae muerto. Prefieren batirse en retirada y volver al barco. Los nativos son agresivos, les han tirado piedras.

La vida y la brecha.
                Durante cientos de años una cultura florece en la isla Te Pito te Henua. Su gente se ha repartido la tierra; la siembra y la cultiva. Son hermanos del mar. Pescar, nadar, bucear es respirar. El mar es generoso. A veces basta meterse en el agua, juntar las rodillas y atrapar el alimento, entre ellas. Los cantos flotan por todas sus colinas y volcanes. Un jefe quiere ir con otro de pesca o salir a atrapar un ave. Un emisario corre con el mensaje en sus manos hiladas. Lleva un Kai kai:
                “Kia tika korua’l ta’aku tangata ‘amo
                Moenga roaroa,’ia ia te ahí tunu
                Kiakia, haveavea, hiringa te menú”

                Su gente talla, febrilmente, desde pequeño trozo de madera hasta setenta toneladas de roca volcánica. Las ceremonias cubren cada día, cada instante. Un curanto es un contrato; nuestros hijos se casan, una familia se compromete a construirme una embarcación, ha nacido una niña, ha llegado la primavera. Cada acto es un rito sagrado de la vida. Cada acto posee un canto. Un canto para nacer, un canto para vivir, un canto para los peces, un canto para el kiakia. Un canto funerario, un canto de recepción, un canto para amar, un canto para danzar. Una danza para narrar la historia, otra danza para mostrar la pesca. Una danza para atraer al varón, otra danza para enseñar los misterios de la creación. Un tallado que perpetúa  a los Aku Aku (espíritus), un tallado que venera a su reina. Miles de maderas y piedras talladas: pájaros, peces, animales, seres defectuosos, naves nostálgicas, mujeres en embarazo, rostros. Cuerpos tatuados, cuerpos pintados. Un tatuaje de estirpe, una pintura para vestir.
                Y, en medio de tanta vida, su propio sino trágico. La brecha. Dos confederaciones en guerra intestina. Para luego, esa zarpa emboscada del  Poike  donde una raza, la Hanau mamoko, casi extermina a otra, la Hanau eepe. Siglos más tarde, cuando una sociedad “explotadora” británica se encarga de la isla, otra brecha (1895): Ese alambrado de púas que erradica a todas las familias de sus tierras y las confina en Hanga Roa, para que, en su remplazo, irrumpan las ovejas. Veinte mil ovejas que aniquilan sus árboles y la escasa capa vegetal  de la región. Esa brecha que quien la cruza, hombre o animal, será juzgado y condenado. Anakena, playa idílica donde Hotu Matu’a desembarca, vive y muere siglos antes pasa a ser un recuerdo oral. Durante decenas de años los pascuenses no sólo no se bañarán en sus aguas, ni siquiera pisarán sus arenas. Es sólo con un permiso especial o salvoconducto entregado por las autoridades de la isla que, ocasionalmente, los pascuenses podrán transitar por toda ella, ir “al campo”. Cada vez que se hace necesario, el capitán tramitará un permiso escrito para que los isleños crucen el vallado sin tener problemas con la Sociedad Explotadora.
                “Armada de Chile. I Zona Naval, Jefatura Militar Isla de Pascua.
Autorización.
Autorizase a Zelma Tuky Pakarati para que pueda ir al campo, objeto cocinar al Sr. Maziere a contar del 18 de agosto hasta fines de septiembre.
 Isla de Pascua, 17 de agosto de 1964.
Jorge Portillo Orrego. Cap. De Corb. (T.E.A/S), Jefe Militar.
Distribución. 1 Interesado. 2Arch. J.M” (lleva un timbre y una firma). (Z. Maziere: 23).

1976. La brecha al habla. A los niños pascuenses se les ha prohibido hablar su lengua. El desatino es detenido a tiempo y los pascuenses no sólo recuperan la voz, sino que se inicia la enseñanza oral y escrita del rapa nui en la Escuela (hoy Liceo). También en 1966 el vallado ha sido desarmado. Los isleños rescatan su paisaje y sus caminos, pero no sus predios. La tenencia de la tierra es, hasta hoy (2012), el problema fundamental  de la isla.
1986. Hanga Roa. Juzgado de Letras de Isla de Pascua. Secretaría, causa N° 512.
Demandante: Juan Chávez Haoa.
Demandado: Conservador de Bienes Raíces de Isla de Pascua.
Materia: Reclamo del art. 18 Reglamento de B. raíces.
A lo principal; 1. Existe un expediente sobre posesión efectiva de don Nikonore Mariu Manuheuroroa.
2. El señor Conservador ha rechazado la inscripción. Existiría una inscripción sobre el mismo predio a nombre del Fisco de Chile.
3. El decreto ley 2.885 contendría normas especiales sobre el otorgamiento de título de dominio en Isla de Pascua.
4. El recurrente señor Juan Chávez Haoa alega dominio exclusivo y absoluto sobre este bien raíz que trata de inscribir.
5. El señor Juan Chávez Haoa es el único heredero de don Nikonore Mariu Manuheuroroa.
6. La solicitud de inscripción del recurrente se aviene con el orden jurídico interno de la nación chilena.
Resuelvo: Ha lugar a lo solicitado en cuanto el Conservador de Bienes Raíces del Departamento de Isla de Pascua deberá acoger a tramitación la solicitud de inscripción del bien raíz individualizado en autos.
Dictada por don Juan Jansana Salazar, Juez Letrado Titular (extracto de la copia fiel y certificada del original).
En 1988 esta causa se encontraba en la Corte de Apelaciones de Valparaíso.

El golpe fatal.
1862. 12 de diciembre. La brecha fatal. La gran brecha contra la propia historia. Barcos piratas peruanos. Ocho. Capitán al mando: Aiguirre. Más de mil pascuenses son secuestrados y esclavizados en las islas Chincha, productoras de guano, en Perú. Con ellos va el último rey, Kamakoi,  su hijo, Maurata, y los sabios Maori Rongorongo (únicos lectores de las, hasta hoy, indescifrables tablillas rongorongo).
Los piratas creen que las islas del Pacífico son granero humano donde pueden saquear y matar. El obispo de Tahití, Stephan Janssen (Tepano Janssen) hace una reclamación al gobierno peruano. Lo apoyan Francia e Inglaterra. Un año más tarde son repatriados cien pascuenses. Están enfermos de viruela. Sólo quince llegan a la isla. Con ellos desembarca la viruela y su epidemia. De 5.000 habitantes con que cuenta Rapa Nui mueren ese año 4.400. Once años más tarde, en 1877, la isla cuenta con solamente 111 habitantes. Ha sido el golpe fatal.

Recibir o dar.
                Devastados pero no aniquilados, los pascuenses claman por protección. En 1887, la cámara francesa discute una petición. La reina de la isla, casada con el francés Dutrou-Bornier (de triste historia en la isla), ha pedido, oficialmente, protección al gobierno de Francia. La bandera francesa flamea en su hogar.
                Freppel y Paul de Cassagnac alegan ante la Cámara francesa. Los indígenas han solicitado antes, en 1872, 1877 y 1881 el protectorado. Interviene el Almirante Krantz: “el Ministerio de Marina ha desechado la idea de proclamar el protectorado francés en 1872 y en 1886” Freppel se indigna y replica: “Señores, la respuesta del señor Ministro de Marina me causa tanto sorpresa como pena. Me extraña que se nos diga que Pascua no tiene ninguna importancia… ¿por qué, entonces, demuestra tanto interés Chile?, ¿por qué, entonces, Napoleón, en 1869, exigió y obtuvo que Chile renunciara definitivamente a toda posibilidad de posesión?” (Castex: 115 y ss.).
                La Cámara francesa delibera. La Cámara decide. “Isla de Pascua no sirve para nada” Los franceses piensan en la utilidad, en lo que pueden recibir.  En Chile, don Policarpo Toro piensa en lo que podríamos dar.
                El 9 de septiembre de 1888 se firma el acuerdo de voluntades. Firman Policarpo Toro y los Arikis Rapa Nui.
                “Los abajo firmantes Jefes de la Isla de Pascua, declaramos ceder para siempre y sin reserva al gobierno de Chile la soberanía plena y entera de la citada isla, reservándonos al mismo tiempo nuestros títulos de jefes de que estamos investidos y de que gozamos actualmente”.
                Policarpo Toro ofrece, en nombre del Gobierno, educación, progreso, respeto y protección. Los predios serán respetados, un buque abastecerá anualmente a la isla y la protegerá del pirateo infame. Habrá educación y trato digno.

No son gatos, son liebres.
                Los siete muchachos pascuenses fueron alojados transitoriamente en la sexta comisaría de Carabineros de Valparaíso. Los tratan bien. Juegan basquetbol y pasean por la feria de la Avenida Argentina. Están emocionados, excitados, asombrados, asustados, encantados.  En una casa ven que cuelgan unos gatos muertos y despellejados. Sienten asco y pánico. Los chilenos comen gatos, ¿qué otras cosas comerán? En la comisaría los tranquilizan; “no son gatos son liebres”. Revisan los tranvías. No entienden. ¿Cómo avanzan sin animales de tiro? Conversan largamente con periodistas que van a entrevistarlos. Dominan el castellano. Insisten: “somos chilenos, no nos traten de pascuenses, somos chilenos”. Florentino y Valentín quieren ser agricultores, Pedro Teao, mecánico, y Alberto Hotu, “de sano entusiasmo y extraordinaria viveza”, desea ser enfermero de la Armada. Obtienen becas del presidente para estudiar y empiezan a trabajar. Augusto Hagel ocupa a seis de ellos en las obras del liceo. En el mismo barco ha viajado la primera mujer pascuense que visita el continente: Anita Antonieta Rapahango, de dieciocho años. Ella ha sido invitada especialmente por el intendente y estudiara para matrona.
                Los siete muchachos pascuenses están felices. Desde 1946, como muchos otros jóvenes, han estado intentando embarcarse de “pavos” y llegar al continente. Estudiarán y aprenderán de zapatería, de agricultura, de mecánica, de carpintería, de soldadura, de enfermería. Y luego, volverán a su lejana isla, para ayudar a su gente a construir y reconstruir su propio sentido.

El fuego iniciador.
                Isla de Pascua. Febrero de1988.Se ha celebrado la Tapati Rapa Nui (la semana pascuense). Han sido siete días alucinantes y las más hermosas tradiciones y los más primitivos ritos han sido revividos. Doña Verónica Atán, al compás de una piedra, ha cantado un antiquísimo Kiu (canto antiguo). Las hermanas Pakarati, una vez más, han recreado los más hermosos Kai Kai  (mensajes cantados y acompañados de figuras hechas con cordel entre los dedos). Erito, el esposo de mi amiga Vicky Haoa, ha mostrado su pasión por el buceo, y David, profesor pascuense, se ha deslizado, en un tronco, colina abajo en el juego del peiamo.
                Los korohua (viejos) han entusiasmado a todos bailando el tango pascuense. Los jóvenes han galopado por la calle principal (la Policarpo Toro) tras los honores de sus colores y reinas de la semana. Bailes, curantos, tunuagis, competencias y el impacto mayor: la exhibición de tatuajes y pintura corporal. Un viaje vertiginoso al pasado primario. La piel se me eriza. El ancestro fluye desde las profundidades cavernosas de la isla y se dilata en mi propio estómago. Me parece tocar el fuego iniciador, aquel que plasmó a todas nuestras culturas homínidas y que reubicó el Universo en la perspectiva mágica.

El Krana.
                Nos vamos a pescar con don Alberto Hotu Chávez, jefe del Consejo de Ancianos. Don Alberto volvió. ”Nunca he leído la entrevista que nos hicieron cuando llegamos a Valparaíso. Pero recuerdo que dije lo que quería ser. Quería ser enfermero de la Armada y volver a la isla, trabajar en el leprosorio y en el hospital”. Y lo hizo. De la mano del enfermero naval Hotu, encargado del leprosorio, los leprosos bajaron en 1952, por primera vez, a las orillas azules del roquerío isleño.
                Don Alberto prepara el anzuelo y me advierte del oleaje. Conversamos. - Dice Thor Heyerdahl  que la isla es un misterio resuelto.
- ¿Usted cree Patricio que la Isla de Pascua vaya a ser un misterio resuelto?
-No, don Alberto, no creo que sea un misterio resuelto. ¿Y usted?
- Yo tampoco, pues. ¿Cómo va a ser un misterio resuelto?
                Dice que la “pora” boliviana existe, pero su punta no está cortada y apunta hacia arriba. La nuestra es distinta”.
                Hemos conversado muchas veces y solemos echarnos sus tallas.  “Don Alberto, no me venga con cosas, usted es descendientes de peruanos” (me siento tocando el límite).  Don Alberto se me pone serio.
- Esas son tonterías del Thor. Nosotros somos maoríes. Aquí vino el jefe maorí y su señora hace dos años. Nunca habían estado en la isla. Los llevamos con mi esposa al Rano raraku. Ellos se acercaron despacio a los moais, se sacaron los zapatos, cerraron los ojos y empezaron a palpar los moais. Iban lentamente rodeándolos y haciendo el “cantallora”.
-¿Qué es el “cantallora”?
- Es algo nuestro, muy nuestro. Es alegría y pena, a la vez. Es expresar cantando un sentimiento de júbilo y tristezas. Ellos poseen el “cantallora” igual que nosotros. Y el 79 fue extraordinario. Fue la primera vez que una delegación pascuense iba a Nueva Zelanda. Éramos setenta, y, bajando del avión, los maoríes empezaron a cantarnos el “Krana”.
- Y ¿qué es el krana, don Alberto?
-El krana es un canto que nosotros consideramos únicamente  nuestro y que nunca habíamos cantado en la isla, porque sólo se lo cantábamos a los reyes o arikis. Bajamos del avión y ellos empiezan a cantarnos el krana, que pregunta con qué intenciones viene ese rey al lugar. Y, nosotros, impactados de escucharles a ellos nuestro krana. Y, vamos y les respondemos el canto, porque es nuestro canto y lo sabemos aunque nunca lo hayamos cantado. Y ellos más impactados entonces, de escucharnos cantar su krana, que es su canto propio.  ¿Cómo vamos a ser peruanos? No, son peruanos quienes diezmaron y sepultaron a nuestros sabios y reyes. Nosotros somos chilenos  y pascuenses.
- ¿Qué le impactó más cuando llegó a Valparaíso el año 49?
- El trato. Aquí éramos  “kanacas”, negros. ¿Vio en la tele Kunta Kinte?  La historia de los esclavos  negros en Norteamérica.
- Ah, si,  Raíces.
- Si. Igual nos trataban aquí. Yo a los catorce años debía servir al practicante (el llamado pago de impuestos de los pascuenses) y detenernos al paso del “blanco”, hacernos a un lado y hacerle una reverencia con los brazos cruzados en el pecho. Y llevarle leña. Pero no estoy resentido.  Con él me surgió la idea de ser enfermero y viajar al continente. Al principio no entendía. Los carabineros, en Valparaíso, se reían. Íbamos por la calle y nos hacíamos a un lado y dale con la reverencia. Nos dijeron. “acá ustedes son chilenos e iguales que todos. Somos todos ciudadanos libres. Así que córtenla con humillarse” No entendía. ¿Por qué los chilenos, en el continente, nos trataban como a personas? ¿Por qué, los chilenos,  en el continente nos trataban tan bien y, tan mal, en nuestra propia isla?
                 En Valparaíso, don Alberto aprendió a respirar de un modo distinto y comprendió lo que podía dañar  el aislamiento a un pueblo que queda en manos de funcionarios  mezquinos y prepotentes.
                Volvemos a Hanga Roa. Llueve y la marea ha subido mucho. No hemos pescado nada. Marcelo, amigo de don Alberto, bromea. Le dice a él, “Maiare”.
- ¿Qué es maiare, don Alberto?
- Lo peor, me contesta. Un pascuense que no pesca.

La primera vez.
                Domingo 21 de febrero. 1988. El avión noruego aterrizó en Mataveri. Trae de regreso los restos del moai que representa a la reina Ava Rei Pua. Una parte de los restos han sido, recién, desenterrados  y se espera que calcen con la otra parte que viene en el avión. Toda la población se ha desplazado hasta el aeropuerto. La pieza arqueológica es descendida. Se la une a la que está en tierra, esperándola. Tras cientos de años la cultura rapa nui va a jirones reuniendo sus pedazos porque su identidad subyace viva y grandiosa la propia reina. Y estalla el canto. Porque el canto es el espíritu. Una canción desconocida a los oídos continentales surge en Mataveri. Una canción que, por primera vez, palpa los aires y las brisas de la isla. Una reina ha llegado a Te Pito te Henua y, por primera vez en ese suelo milenario, se canta el Krana. 
                Don Alberto canta, los korohua cantan, los poky cantan, las vahines cantan, y los corazones galopan y por los rostros descienden lágrimas profundas.

El canto de los grillos.
                Amanece. En dos horas aparecerá el avión en que volveré a Santiago. He querido sentir el despertar rapa nui. Toda la isla canta; es el canto permanente de miles y miles de grillos. Pascua, la isla que canta. Los grillos han cantado siempre. Los escucharon los piratas, los guaneros, los moribundos, los moais. Los escuchó Hotu Matu’a y Roggenween, Policarpo Toro y el hermano Eyraud, Ororoine y Kamakoi. Los escucha Hilaria, Benita, David y Pepe. Los escucha don Alberto, los escucho yo. Su canto es el espíritu rapa nui que nos trasciende.
                Un rumor ronco transforma la amanecida. Han sido dos horas de magia. Ha llegado el momento de volar. Pepe Román, Juan Emilio Estay y Jorge Riquelme, nerviosos, me pasan a buscar. Entro al aeropuerto. Los collares de despedida se van sucediendo en mi cuello como abrazos marineros que me acompañaran de por vida. Salgo hacia el avión. Tras la reja llega corriendo mi amiga Vicky Haoa. Me pasa por sobre el alambrado sus collares. Sentimos el desgarro de tres mil kilómetros que nos espera y lloramos.
                Sentado en el avión abro el libro de relatos y poemas que Vicky me ha regalado. Leo los versos de Blanca Hucke Atán:
                E tahi nó me’e tano he riva-riva
                E te varua he kimi atu
                A te kona ta ‘ato’a
                ‘ata ka vara’a ró
                To ‘ona mahahu temeio”.
                “Sólo hay una cosa
                Justa y buena
                El espíritu busca
                Por todas partes
                Hasta que se encuentra
                Con su alma gemela”.

2005.
               He invitado a Ximena, mi esposa, a la isla. Domingo, mediodía.  Nos encontramos con don Alberto.  Surge espontáneo el abrazo hermano. Almorzamos juntos. Don Alberto  es concejal y ha sido el primer alcalde de la isla en democracia (1990).
- Noto hartos cambios, don Alberto.
- Si, nos hemos llenado de taxis, de restaurantes y tiendas. Y de internet. Pero Rapa Nui sigue siendo Rapa Nui, la tradición Rapa Nui no muere ni morirá jamás.
              Días después, con Ximena, vamos al nuevo Liceo. Una construcción magnífica en las afueras de Hangaroa, La Aldea Educativa. Nos ha invitado su Directora, Ana María Arredondo. El  idioma rapa nui se enseña en sus aulas; lo enseña Vicky Haoa. Me pide que le de un taller a sus alumnos. Los chicos van con sus pantalones bien abajo y las lolas con sus faldas colegiales bien arremangadas.  Con ellos nos miramos a los ojos y en sus ojos veo ese brille único y propio de todo Rapa Nui; el de su irrefutable dignidad humana. Rapa Nui es Rapa Nui.

Bibliografía.
CASTEX, L. “Los secretos de la Isla de Pascua”. Ed. Almendros, Santiago, 1974.
ENGLERT, P.S.  “La tierra de Hotu Matu’a”. Ediciones U. de Chile. Santiago, 1974.
MAZIERE, F. “Fantástica Isla de Pascua”. Plaza y Janés. Barcelona, 1972.

(Esta artículo apareció en la Revista de Educación N° 159 de agosto de 1988).