miércoles, 15 de octubre de 2008

Ruth Höflich, una lección de vida y de muerte.(2008)

RUTH HÖFLICH, UNA LECCIÓN DE VIDA Y DE MUERTE. (2008)

Pato Varas S

Fue en un taller en el IIDEC de Viña del Mar, su centro. No recuerdo el año, puede haber sido 1982, 1983 o 1984.

– Tengo una puntada en la espalda. Me duele – me dijo.

Comencé una ligera presión en ese lugar. Ruth se quejó sin muchas ganas. Le pedí que probara a dejar salir los sonidos que estaban en su pecho o garganta. Empezó a llorar quedamente. Paulatinamente, su llanto fue más bien de miedo que de pena. Vinieron gritos desgarradores, llenos de pánico y rabia. Ruth borbotaba frases en alemán, para mi in entendibles. Le pedí que las siguiera repitiendo todo el tiempo que quisiera. Ruth gritaba y miraba de soslayo hacia arriba. Pasó el tiempo y Ruth se fue recostando en los cojines. Traspiraba profusamente y mantenía mi mano izquierda apretada. Alguien del grupo sollozaba en silencio. La habitación fue quedando en penumbras.

- ¿Qué estás sintiendo?- le pregunté, después de un largo silencio.

- Tengo mucha rabia. No sabía que tenía tanta rabia con los pilotos de la aviación inglesa. Lo destrozaron todo. No quedó piedra sobre piedra. Hamburgo fue totalmente destruido.

Así Ruth nos fue relatando su vida durante la guerra. El amor de su madre. El desconocimiento de su padre. El temor y terror en aumento que hubo de padecer. El hambre, la desolación y, junto a ello, el orden, la disciplina, el sacrificio permanente que todos, adultos y niños, fueron impelidos a desarrollar. Alrededor de cuarenta años habían pasado cuando Ruth comenzó a cerrar la gestalt; a sanar, a hacerse dueña de su vida, a ser la hermosa Ruth que muchos pudieron y pudimos compartir los años 80’, 90’ y 2000 hasta su reciente partida (2008).

Yo aprendí a vivir la economía de guerra, solía decirme. Podía hacer una sopa con cáscaras de papa o restos de verdura, cuidaba los alimentos de manera sagrada; compraba pan de molde y lo ponía de inmediato en el congelador desde donde lo iba sacando según se necesitara. Hacía una lavaza en un tiesto y en otro, agua limpia, y así, iba lavando la loza y el servicio. No gastaba demás y todo a su alrededor estaba siempre limpio y ordenado.

Me contó que un día (por el año 81) compró pescado y se lo envolvieron en papel de diario. Al llegar a su residencial, en la calle 6 Poniente, se fijó en un aviso que había en el periódico. Se trataba de mi centro en el sector Miraflores de Viña que nunca llegó a funcionar. El aviso decía Centro de Desarrollo Personal EsalenSur y aparecían algunos nombres y teléfonos. Llamó al conocido doctor Raúl Eberhard, él le indicó que seguramente se trataba de su hijo, Raúl Eberhard, que trabajaba conmigo. Así, a través de un aviso añejo de un centro que jamás fue inaugurado, nos conocimos. Quería convertir su residencia en un centro de desarrollo personal. En su espacio se juntaba semanalmente un grupo, practicaban el método de control mental Silva. Fuera de un garaje lleno de cachureos, la residencial, no parecía tener un lugar adecuado para hacer talleres; su living estaba cortado por una chimenea y una habitación amplia estaba arrendada. Conversamos amenamente cerca de dos horas. Al partir de regreso a Santiago me preguntó: Si arreglo el garaje como me ha indicado (había que despejar, alfombrar, pintar las paredes, poner luces indirectas y bajar el techo) ¿haría un taller de terapia gestalt? Era diciembre de 1981. En marzo del 82 me llamó por teléfono. –El garaje está listo, ¿cuando puede hacer el taller? El primer fin de semana de abril inauguramos el IIDEC con ese taller y seguimos, sin parar, hasta noviembre de ese año.

Por ese tiempo, Ruth era una mezcla de entereza, empeño y fragilidad. En los talleres acepto ser vulnerable, dejó atrás su coraza (que le había sido muy necesaria desde su infancia hasta la fundación del IIDEC), cambio algunos hábitos, tanto de alimentación espiritual como corporal, y, mientras su cuerpo fue adelgazando, su alma creció y creció hasta ser la Ruth acogedora y generosa que muchos conocieron y disfrutaron. Pasó de ademanes bruscos y frases exigentes a movimientos livianos y muchas sonrisas. Descubrió y se maravilló aprendiendo experiencialmente. Había en ella, desde entonces, una cierta credulidad ingenua que le permitía probar y participar en cuanto taller, método, libro o técnica se cruzara por delante de ella.

Para fines del 82 me señaló que había participantes interesados(as) en formarse como facilitadores(as), si podría yo preparar algo así, que fuera más allá de sólo dar talleres. Gracias a esa idea, totalmente impulsada por ella, comencé a formar facilitadores y terapeutas gestáltico y no he parado hasta hoy. Así es que mucho de lo que soy se lo debo a ella.

Entre las participantes que cursaron el primer programa, el año 83 estaba Vilma Hanning; otra mujer de antología. Vilma manejaba el tarot psicológico con un arte, pericia, amor y sabiduría excepcional. Fue la maestra de Ruth, en lo referente al dominio de la técnica arquetípica del tarot. Pero Ruth estaba abierta a todo conocimiento, especialmente si había en él algo misterioso, intuitivo o esotérico. Todo lo arquetípico le fascino y lo cultivó; tarot, runas, astrología, numerología, i ching, lilah. Y más allá de todo ello, el gran propósito (como me lo había señalado en nuestra primera conversación) de Ruth (dada su inmensa capacidad administrativa y organizativa) era hacer un Esalen en Chile. Así fue como se embarcó en ese gran proyecto que fue el Centro Holístico de Salamanca. Pero sería varios años más tarde. Antes por más de cinco años ambos trabajamos, codo a codo, en el IIDEC de Viña del Mar. Ella organizando los talleres y yo dirigiéndolos. Fue esa experiencia ganada la que me permitió abrir el programa en el CPEIP en 1986 y llegar a formar miles de facilitadores y con ellos crear equipos de trabajo.

Para el verano de 1987 invité a Ruth al Programa Intensivo que ofrecía en el Cpeip a simplemente darnos su testimonio y contarnos su vida. Desde ese día muchas personas, especialmente mujeres, se declararon admiradoras y, en cierto sentido, seguidoras de Ruth. Si ella había logrado vencerse a sí misma, salir de la maraña depresiva, dejar atrás el pasado doloroso, sonreír con sencillez y derrochar energía optimista, entonces bien valía creer en el propio cambio. Durante los siguientes 20 años lo que Ruth haría sería estudiar, compartir sus experiencias y conocimientos, crear, organizar y administrar el Centro Holístico de Salamanca, viajar y simplemente ser dueña de su vida.

En 1991 participó activamente en la fundación de la Sociedad Chilena de Desarrollo Personal a la cual le brindó su apoyo permanentemente. Completó su formación como facilitadora de desarrollo personal en el Cpeip, para, luego, colaborar activamente en su ejecución ya fuese como coordinadora o como facilitadora-docente. Pronto puso a disposición del programa de formación su centro. Incansablemente organizó, para muchos de nosotros, talleres y seminarios. El 1° Encuentro Internacional de Desarrollo Personal (1996) pude organizarlo y llevarlo a cabo gracias a su apoyo; el Encuentro tuvo lugar en Salamanca y asistió lo más granado del campo del desarrollo personal de Argentina, Ecuador, Colombia y Chile.

Ir a Esalen fue uno de sus sueños logrados. Me contaba con orgullo sencillo cómo había sido escuchada y considerada en el más importante centro de desarrollo personal y psicoterapia humanístico transpersonal del mundo y la hermosa amistad que hizo con esa gran terapeuta que fue Elizabeth Kubler-Ross. Volvió varias veces a su Alemania reconstruida. Tan reconstruida como ella misma. Y lo hizo hasta que su tierra natal pasó de ser una aterradora pesadilla, a ser un pletórico sueño vívido y realizado. Así paso a paso, Ruth, hizo con su vida y en su vida todo lo que quería y necesitaba hacer. El “do it” de la Gestalt fue realidad en ella.

En nuestra relación de más de 25 años nunca hubo una frase de crítica, nunca hubo un mal entendido, nunca un disgusto. Semanas antes de su partida me dijo, como queriendo buscar algo de lo cual excusarse: “Pato, cómo no se me ocurrió contarte que iba a cerrar Viña y comprar en Salamanca. Lo hice de un día para otro sin decírtelo”. Su memoria parecía fallar y la mía también. Días después recordé que sí me lo había contado y me había pedido mi opinión. Ahora recuerdo haberle dicho que me parecía un poco lejos y difícil de hacer funcionar todo el año. No sólo eso; Habíamos ido juntos a Caleu, meses antes, a visitar un sitio que le interesaba comprar.

Entre los años 92 y 95 tuve la oportunidad de realizar talleres en Bariloche, en la casa de otro ser excepcional y gran amigo de Ruth. Me refiero a Mario Conessa, psicólogo, buscador permanente y hombre acogedor por antonomasia. Fue Ruth quien se encargó de conectarme y llevarme a su casa. Diría que con Ruth fuimos, de manera espontánea y sin, quizás, proponérnoslo un cierto equipo, donde íbamos abriendo surcos y plantando semillas. El último surco que Ruth abrió para mi, fue enseñarme el arte del buen morir. Durante los meses que permaneció acostada antes de partir, Ruth me enseñó que la muerte, aunque propia, nunca antecede a la vida. Qué en cada día queda tanto por vivir, disfrutar, compartir, planear y recordar que la muerte no debe ocuparnos. Mis visitas eran habitualmente a mediodía. Era un hora en que solíamos estar a solas, así es que conversábamos a nuestras anchas. Nos reíamos, nos emocionábamos, hacíamos recuerdos, imaginábamos el futuro. Ruth me hacía volver sobre infinidad de talleres, experiencias y momentos terapéuticos que yo ya había olvidado. Disfrutaba contándome cosas que yo había dicho o hecho y que en modo alguno yo recordaba. Creo que sin decírnoslo nos sentíamos hermanos. A veces yo fui el mayor, a veces ella.

Cuando en 2007 comencé a idear la creación del premio: “Facilitador(a) de Trayectoria, a modo de premio nacional de desarrollo personal, sentí la necesidad de establecer condiciones de alta exigencia que permitieran recibir este premio; 25 años de trayectoria me pareció una de esas exigencias necesarias. Haberse reconocido personalmente como facilitador y haber sido socialmente reconocido como tal. Haber realizado aporte significativos en este campo, ya fuese a nivel organizativo, metodológico, creativo, etc. La primera persona que vino a mi mente fue Ruth. Ruth cumplía todas las condiciones. Si Ruth recibía este premio quedaría claramente establecido a quién queríamos premiar y por qué. Ruth fue la primera persona, en Chile, en recibir nuestro premio y muy merecidamente.

En mi última visita, Ruth me dijo, “te tengo un regalo, abre ese cajón”. Había un libro “Sea dueño de su vida”. Conocía su historia con ese libro. Ruth lo había leído en 1980, en él, el autor, un psicólogo americano, mostraba cómo había ocurrido su transformación personal y el cambio en su enfoque profesional como terapeuta. Señalaba a Esalen como la cuna de su cambio y a la terapia Gestalt, el Análisis Transaccional y las técnicas Cuerpo-Mente. Para Ruth fue ese libro el inicio de su transformación y quien la llevó a conocernos. Es un libro de los años 70’. Bueno, me dije, Ruth se ha desprendido de sus bienes (prácticamente regaló su Centro), se ha desprendido de todo lo material. En buena medida se ha desprendido de su cuerpo. Y ahora, al regalarme su libro, se desprende de su talismán. Ya es y fue dueña de su vida. Querida Ruth no me queda más que abrazarte. Gracias por ser mi amiga y maestra.

Era sábado. Estaba enseñando terapia gestalt-hakomi en mi Centro. Sonó el teléfono. Ruth, se nos va, escuché decirme a Mónica. Dos días antes, la última frase de Ruth había sido, cuando empezó a desvanecerse por efectos de la morfina que paliaba el dolor, “Yo no voy a morirme”.

Así no más es, querida Ruth, vives y estás en nuestros corazones. Especialmente, en los de Mónica Videla y Gonzalo Lira que con tanto amor y dedicación, porque sí y ante si, decidieron cuidarte todos tus últimos meses y a quienes va dedicado este escrito. En tu última seguidora y amiga, Alejandra Melus psicóloga del lugar donde reposaste estos meses finales que se hizo más sabia en tu compañía. En todos tus amigos socios del desarrollo personal. En tanto ser humano que te escuchó decir: “Tú puedes”.

El garaje estaba recién pintado, blanco. En su cielo destacaban unas sencillas vigas al aire barnizadas de café. Una alfombra entre lila y beige cubría todo el suelo y muchísimos cojines completaban el arreglo. Habíamos 25 personas, entre ellas, Ruth y yo. Era abril 23 de 1982. Esta historia comenzaba a escribirse.

jueves, 31 de julio de 2008

En el Encuentro con el Hombre (1986)

EN EL ENCUENTRO CON EL HOMBRE (1986) Pato Varas S.


Era de noche y desperté. A mí alrededor estaba obscuro. Dentro de mí, iluminado. Y me acordé de ti.

La montaña siempre está ahí. Llegue la
bruma o llegue el sol, sea visible o no.
La montaña siempre está ahí y no me
defrauda.

Todos somos hermanos. Todos somos educadores. Profesores, supervisores, orientadores, directores, jefes técnicos, inspectores. Somos una familia y como tú, como él o ella o yo, somos en cierta circunstancia. Ahora yo te escribo y tú me leerás; y cuando tú eres el que lee, yo fui el que escribió. Y así cada uno posee su mundo y todos estamos unidos.

El mundo del supervisor es la Dirección Provincial y las escuelas que visita. El mundo del director es su escuela y los profesores y alumnos que allí conviven. Mi mundo es el CPEIP y mis viajes a las regiones y provinciales. El mundo del profesor es su aula y esos alumnos que le esperan. Y el mundo del niño es jugar. Su casa y jugar.

Mi mundo era mi casa, mi barrio y jugar. Y, como muchos, yo era niño y, por niño, sabio. Entonces me prestaba en la escuela para que el profesor enseñara y me enseñara. Yo era niño y era sabio y sabía que él necesitaba hacer clases, que tenía familia, y que entendía su vida así. Pero, luego de prestarle mañana y tarde, yo me iba a lo mío, a jugar. Y así conocí y aprendí de mi vida. La naturaleza, las cosas y los seres. En preparatoria lo importante fue jugar, en media pololear, en la Universidad conversar. Así aprendí a convivir con las cosas, a amar a una mujer y cultivar la amistad.


Amanece y soy dueño de un día hermoso de sol radiante, cerros empastados, montañas nevadas y cielo azul. ¿Cómo podría ser yo de otra manera? Y si al atardecer el día se ha nublado, la lluvia persiste, el viento me atraviesa y la bruma me cubre. Al preguntarme ¿he de ser de esta manera? descubro que el uno no es posible sin el otro. Y eso es todo lo esencial.



Me fui encontrando con muchos seres; y en el encuentro fui creciendo, descubriendo lo esencial. Y lo esencial no estuvo en los libros sino en las personas. Sé que mi profesora de primera preparatoria me amaba. Nada más importante que su amor aprendí allí. ¿Por qué me amaba, si yo no era su hijo ni nada de ella? No lo sabía. Y por eso era más grande, para mí, su amor.

Y cuando estaba en cuarta preparatoria, pasó corriendo un niño y me dijo: “Toca la campana”. Yo era niño y, como sabio, confiado; toqué la campana. Entonces salió de la oficina el padre Romualdo. Él era un sacerdote francés que había cruzado el océano para educarme. Pero no era yo quien lo necesitaba a él, sino él a mí. Y preguntó ¿quién tocó la campana? -Yo- contesté. Pues era sabio y confiado. Entonces me dio una fuerte cachetada en mi mejilla izquierda. Le largué un garabato y agregué: -Me voy.

Así en buzo, indignado, avergonzado y herido, llegué hasta la reja de salida. Había un alumno de portero. El padre gritaba: -Vuelve acá. El niño titubeó, yo no; -O me abres o salto la reja. Me abrió. Me fui llorando y avergonzado. Tomé el trole. Llorando. Nadie preguntó ni pidió nada. Entre a la oficina de mi mamá y seguí llorando.

Allí me quedé; almorcé y pinté por la tarde. Me madre me llevó a casa y luego salió.

Al volver me dijo: -Mañana puedes ir a clases. -Yo no iré más- le contesté. Conversamos. Para ella era importante que yo estudiara, y que estudiara allí. Le dije: -No vuelvo a clases hasta que el padre Romualdo se disculpe. Y, así, pasó otro día.

Al tercer día volví al colegio. El padre manda decir que vayas, que él se va a disculpar. Llegué tarde. Me quedé dando vueltas un rato. No quería que todos me vieran. Me iba a avergonzar. Esperé que el patio estuviera vacío. Lo crucé, pero no a mi sala. Me fui a la oficina del padre. Me dijo: -Siéntese, Patricio. Y siguió escribiendo. Me pasó unas revistas. Yo no quería leer nada: “Perdóname, Patricio, yo soy un hombre nervioso. Nunca debí darle ese castigo. Por favor, perdóneme, no volverá a ocurrir jamás ni con usted ni con nadie”. A mí se me llenaron los ojos de lágrimas y a él también. Me puse de pie sin saberlo. El se acercó y me abrazó. Era seco y huesudo, y olía a tabaco. Nunca fue mi amigo, pero nos respetamos. Al año siguiente ya no fue rector de patio, yo no tuve nada que ver. Sólo que no lo fue más.


Conversábamos entre amigos y sobre: ¿qué es lo esencial en la historia y en nuestras historias? Y descubro que mi historia, en lo esencial, no queda constituida por los acontecimientos, sino por mi actitud ante los acontecimientos.


Y si el hombre es o se siente una isla, entonces sólo ve lo superficial; pues si incursiona bajo el mar, verá que la isla es montaña; la montaña, tierra; la tierra, universo; y el universo, Uno.


El padre Juan Vicente fue mi consejero espiritual. Jamás me confesé con él. Yo limpiaba los residuos de mi ánfora en otra parte, para llegar hasta él vacío y apto. Entonces su agua clara y cristalina, la más pura que él podía darme, caía sobre mi copa y elevaba mi espíritu. Yo tenía catorce años y mi madre me narró, por primera vez, la historia de mi vida. Su separación cuando yo recién nacía. Sus penas y las mías. Fue muy triste y busqué al padre. Él me acompañó y me escuchó. Se emocionó conmigo y guardó silencio, conmigo. Yo aún guardaba sabiduría y esperé su palabra. Entonces me dijo: “Dios, creo yo, nos ha dado a cada uno dos bolsas; la una carga nuestras desdichas, la otra nuestras dichas. Mientras vamos por la vida cada bolsa se va vaciando; cada vez que padecemos sufrimientos la bolsa de las desdichas se vacía un poco; cada vez que vivimos una alegría, la bolsa de las dichas disminuye un poco. Cada vez que sufras recuerda que para el futuro puede haber menos tristeza. Pero si sucede, como sientes tú, que el sufrimiento ha sido duro y superior, entonces puedes imaginar que la bolsa de la dicha, aún intacta, llenará tu futuro de alegrías”.

Fue así que aprendí a mirar, más allá del sufrimiento presente, el ancho camino que esa misma experiencia me aseguraba. Y, así, como un oráculo, mi vida se fue cumpliendo.

Durante ocho años trabajé con don Luis López, don Lucho. Fui su ayudante y su discípulo y colaborador en la Universidad. Nada es más grande, en el saber, que el encuentro con un maestro. Don Lucho era un maestro. Con él aprendí más que todos mis años de Universidad, de formación y de trabajo. Fue algo de la infancia que aún guardaba en mí, creo yo, lo que me hizo decirle un día, luego de tres años de asistir a su curso, que yo había aprobado largamente: “Don Lucho, me gustaría ser su ayudante. Ad honorem, por supuesto”. Él siguió conversando de lo que hablábamos anteriormente y como siempre sonrió y asintió. Nada contestó en ese instante. Tres días después, al pasar por la facultad, salió corriendo una secretaria: -Venga tiene que firmar el contrato. No entendí al principio. Así empecé a trabajar en la Universidad. Nueve años más tarde murió don Lucho y yo fui despedido. Lo iba a acompañar. Éramos amigos. No quería que lo avergonzaran. Tenía escaras en la espalda. Le dolía la espalda. La habitación se llenaba de gente. Yo y los más cercanos esperábamos en una sala contigua. Entonces venía su secretaria y me decía: -Pato, quiere que le arregles los almohadones. Yo iba, metía mis brazos entre las sábanas, tomaba su ahora cuerpo enflaquecido y llagado, lo levantaba y acomodaba en sus espaldas los almohadones. Don Lucho me miraba, aún, como siempre sonreía, pero sus ojos estaban tristes y secos. Don Lucho se iba muriendo y por cada soplo que partía yo se lo guardaba en mi pecho para que siempre viva.

Habíamos unos quince o catorce en la oficina. Toda la Universidad iba al funeral. Pero la oficina esa, la de selección y admisión de alumnos estaba en plena tarea, no podía cerrar. Sólo cuatro o cinco podíamos responsabilizarnos de ella. Don Bernardo, el Jefe, dijo: Yo voy, y no hay caso, uno se queda. Vean ustedes, pero uno se queda. Todos miraban hacia el suelo y las ventanas. Todos querían ir. Era el funeral del maestro. Y me miraban como si lo vieran a él. Yo me quedo, dije, como palabras de viento irrevocable. Me abrazaron y se fueron. Ellos al funeral. Yo me quedé trabajando con don Lucho.

Mi madre me miró largamente cuando le conté que ya no trabajaba en la Universidad y que me moría de pena. Me abrazó y me dijo con la sencillez de la gente buena: “Hijo, no hay mal que por bien no venga”. Y así fue. Entré a trabajar al CPEIP. Comprendí, entonces, que daba un paso superior, profundo y más real. Don Lucho me había preparado, sentí yo, para cosas más importantes. Y aquí estoy.

Misterioso sino aquel que cruza y entrecruza caminos y caminantes. Entre ellos surgen ahora paisajes y direcciones. Y todo sentido de la ruta es comparado.

Así cada hijo que nace, cada obra que termina, cada pena y alegría es compartida. Y cada encuentro es un hito en el andar.

Porque nada es más hermoso que viajar en compañía. Y aquel que cabalga a tu lado mira y ve el mismo horizonte, pero lleva su propia ruta. El deja sus huellas, yo las mías, testimonios de la caravana.

Amigo educador. Quería que nos encontráramos. Tú conoces tu ser y vives en él. ¿Cómo encontrarnos sin conocernos ambos? Yo pienso que lo primero es presentarnos. Ahora tú me conoces. Y si todos nos presentáramos al llegar, ¿no sería más profundo y fácil el encuentro?

Para mí, lo primero es la identidad. De ella surgen naturalmente la congruencia, la transparencia y la autenticidad. Sin ella sólo vagamos en un mundo de apariencias y engaños mezquinos. ¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? ¿Me conozco, me acepto? ¿Y tú? ¿Y a ti? ¿Y tú a mí?

Se me ocurre que el primer error que podría cometer es pensar: “Ahora yo tomo el rol de profesor-investigador del CPEIP y ellos tomarán su rol de supervisores y así nos entenderemos: yo acá; ellos allá. Entonces, ellos se irán a las escuelas, con su rol a cuestas, y los directivos se meterán en su papel de directivos y los profesores, en el de ellos. Y así será”.

Yo creo que todo será así una pura representación: buena, excelente o mala, no lo sé. Pero, igual, representación.

Antes que los roles y las funciones, estamos nosotros, las personas. Y eso es lo que decimos cuando hablamos de educación. Primero estamos las personas. Entonces yo llego a ti tal cual soy. Y para eso, he empezado por aceptarme a mí mismo. Sé que soy dinámico y fluyente; que siempre estoy cambiando (envejeciendo) y que, también, soy permanente; que mi actitud y mis valores permanecen y me hacen ser como soy.

Y digo que me acepto a mí mismo si soy capaz de comportarme ante ti y para ti sin apariencias. No pienso llegar a ti con engaños y subterfugios. Tampoco voy a ocultarme. Simplemente quiero estar contigo cual soy. No voy a ser ni más ni menos de lo que soy. Y, así, he empezado por confiar en mí mismo, por pensar que es bueno ser tal cual y que una relación real no puedo cimentarla sobre posturas resbaladizas.

Me gustaría que a ti te estuviese sucediendo igual. Que tú te estuvieses diciendo: “yo también me acepto y puedo leerte y escucharte sin engaños. No voy a aparentar que me interesas si no me interesas y tampoco voy a mostrar reservas si lo que interiormente siento es una gran cercanía a lo que escribes”.

Yo creo que podemos encontrarnos si somos fieles a nosotros mismos. Si nuestra primera lealtad es con nuestra propia alma y con nuestro propio cuerpo. Yo ahora estoy escribiendo tranquilo y con frío. Pero, a veces, cuando leo algo, me aburro, y me da sueño. Entonces, lo dejo a un lado y cierro los ojos. Son cosas simples y sin apariencias ni engaños.

Yo estoy dispuesto a aceptarte y a comprenderte. Quizás cuántas tareas tienes, y leer este texto es una más. Me pongo en tu lugar, así como pienso que tú te pones en el mío, y cuando vas o vamos a la escuela es igual. Si nos ponemos en el lugar de aquel con el cual nos hemos encontrado, la comprensión es tan fácil.

¡Ah! si todos pudiésemos ser sencillamente sencillos. Cada vez que veo a un hombre sencillo, me emociono. Encuentro que es una paradoja admirable cómo la sabiduría y la sencillez van siempre de la mano. Y en vez de esto, cuánta suficiencia y superficialidad señorea allí donde más que el saber se anhela el poder. Hombres vanos que no logran descubrir que sólo un hombre de saber es un hombre de poder.

Don Lucho era un hombre tan sencillo, tan sencillo, que mi primer pensamiento al verlo entrar a la sala de clases en primer año de la Universidad fue: “Este hombre debe llevar tantos años como secretario en la facultad que a veces lo dejan hacer clases”. Hace unos meses se le rindió un homenaje a los tres principales filósofos porteños: C. Finlayson, Rafael Gandolfo y Luis López. ¿Es que resulta menester ser sabio para que seamos sencillos?

Decía: “Vamos a analizar este libro, pero primero lo vamos a leer”. Dos horas después nos íbamos confusos, irritados, maravillados, abatidos y deseosos de una nueva clase. ¡Ninguno sabíamos leer!, que íbamos a poder analizar o comprender entonces. “Es necesario leer lo que el autor nos dice, no lo que nosotros, al leer, decimos”, comentaba don Lucho y sonreía. Siempre sonreía. Incluso cuando la discusión se tornaba agria y acalorada. Sonreía como diciéndonos “Bien, bien, defienda lo suyo que yo no dudo de lo mío”. Y como él era inevitablemente él, y yo fui siendo yo, con su respaldo y comprensión, nos fuimos encontrando. A mí me gustaba la psicología y a él la antropología. “Bien, siga en lo suyo, a mí no me interesa, pero se necesita gente que vea la psicología con ojos humanos, siga no más”. Y luego agregaba: “Un hombre universitario puede ejercer cualquier quehacer; la Universidad es una forma de ver y pensar la realidad y de actuar en concordancia. Existe un puro título y es el de universitario. Quien no lo comprende es como si no hubiese pasado por la Universidad”.

Existe una pura vocación, entre nosotros, la de Educador. Lo importante no es quién escribe, quién va a las escuelas o quién está en las aulas. Lo esencial es quién, esté dónde esté, educa.



Día a día hay quienes rozan la verdad, la miran y no la ven, la palpan y no la sienten, la oyen y no la comprenden. Pues su ojo, tacto y oído están ocupados en sus fantasías interiores, y la realidad transita ajena al borde de sus días y sus pies.



Un año, por marzo, nos cruzamos en el pasillo de la Escuela. Me dijo: Voy a hacer cosmología. Son cuatro horas a la semana, yo voy a tomar las del martes, usted ¿puede tomar las de jueves?

Yo, si sabía, era su ayudante y colaborador en todo, pero jamás había hecho una clase de cosmología o filosofía de las ciencias. Le dije: “Don Lucho, me encanta la cosmología, pero no sé nada. Nunca he hecho clases de cosmología”. Se sonrió y me contestó: “No sea así, usted no va a tener ningún problema. Todo lo que tiene que hacer es leer con los alumnos un libro”. No tuve ningún problema y aprendí que todos los libros son iguales. Da lo mismo la lógica, antropología, ciencias, artes o metafísica cuando se sabe leer y analizar. Y en la vida, todo es lo mismo, cuando sabemos filosofar, es decir, reflexionar con honestidad y esencia. Pero como ha dicho Nietzsche: “Filósofo es aquel hombre que hace lo que piensa”.

Ser congruente es, tal vez, nuestra íntima misión existencial. Sin ella todo quehacer es inútil, superficial y hereje. Creo que nos volvemos sagrados en tanto conservamos, de por vida, nuestra íntima fidelidad. Del mismo modo creo que somos educadores si mantenemos de por vida nuestra fidelidad a la persona.





Recuerdo a mis grandes maestros; todos ellos preferían el silencio a la disputa, la amistad al poder, la verdad al halago, la mirada a las palabras.

Y cada vez que uno de ellos moría, procuré que renacieran en mí sus preferencias.

Ellos mientras me permitían ser a su lado, me decían: “Sigue tus pasos, no nos imites y serás como nosotros”.

Hoy descubro que “ser como nosotros” era, simplemente, ser uno mismo, ser yo mismo, pues el hombre no ha de ser sombra de nadie, sino luz de sí mismo.

Ellos viajan en mi rostro y en mis voces, en mis gestos y en mi forma de sentir la vida. Yo viajo en sus rostros y en sus voces, en sus gestos y en sus formas de sentir la vida.

¡Somos una gran nación!


Yo tuve, en don Lucho, un apoyo magnífico e incondicional. Qué más querría yo para todos; alumnos, profesores, padres, hermanos. Y del mismo modo, yo estuve, todas las veces que me lo pidió, donde quería o necesitaba que estuviera. Qué menos podía hacer yo. Durante todos esos años él era simultáneamente profesor en la Facultad, ocupaba algún alto cargo directivo y, por las noches, hacía clases en el Liceo Nocturno Eduardo de la Barra. Don Lucho, ¿por qué hace clases en la noche?, ¿qué necesidad tiene de ello? Sonreía y me decía: “Bueno, somos un grupo de amigos que echamos a andar este Liceo Nocturno. Además esos alumnos nos necesitan”.

“Esos alumnos nos necesitan”. El no necesitaba nada. A él lo necesitaban. Y por eso él iba, por sus amigos. Muchas veces lo reemplacé. Algunos colegas me decían: “-Pero qué tiene que ver la Universidad con el Liceo Nocturno. Si tú eres su ayudante en la Universidad. Nadie te va a pagar esas horas de reemplazo en el Liceo”. Yo me apenaba en vez de sonreír. Como no comprendían que yo me sentía honrado haciendo algo por él. Que me sentía su amigo y que yendo al Liceo podía palpar cómo su saber se plasmaba entre esos hombres nocturnos de aprendizaje.

Me gustaba curiosear y les pedía que me mostraran sus cuadernos. Me decían: “No hemos escrito mucho. Es que con don Lucho nos llevamos conversando”. Una vez un hombre, con toda su hombría e ingenuidad, me dijo: “Mire, de filosofía no he aprendido nada, pero lo que es de la vida. No tendría como medirlo”. Fue así como me enamoré de todo lo que fuese mi propio quehacer. Lo veía a él y era suficiente para percibir lo esencial. Comprendí pronto que para un hombre con vocación no hay horario, norma, reglamento ni calendario que lo detenga, pues siempre está excediendo esos límites. “Las reglas -me decía- son para el hombre extraviado; aquel que no posee sentido y requiere empalizadas para avanzar”. Y lo que en un principio fueron sus palabras hoy no sé distinguir dónde comienzan sus frases y dónde continuaron lasmías. Me di cuenta, y para siempre con alegría, que mi quehacer no era un trabajo, sino una forma de vivir. Y entendí porque él parecía no cansarse nunca.

El entusiasmo por el propio quehacer no me nació con don Lucho; yo ya estaba entusiasmado con mi vida desde niño. Pero con él comprendí que toda vocación era vocación en el entusiasmo. Y así podemos distinguir entre aquellos seres que requieren de cierto lugar, cierto trabajo y ciertas personas para caer en el entusiasmo, y aquellas otras que entusiasman a las personas, lugares y trabajos donde van.

Amigo, amiga, me apenaría que tu ser no te entusiasmara. ¿Cómo podría yo, entonces, pedirte entusiasmo por tu quehacer? Yo puedo comprender que en la vida haya tantas cosas que nos gustan como cosas que no nos gustan. Pero cada uno, si no nos gustamos en sí, cómo haremos para gustar de las cosas. ¿No sería como hipotecar nuestras vidas?

Me llama la atención cómo algunas personas no saben disfrutar y otras sólo disfrutan de la intoxicación. Entre una y otra vereda, yo veo un camino pleno de sonrisas silvestres, sencillas y amables. Nada de otro mundo, simplemente respirar profundo.


La vida, quién no lo sabe, es un eterno desafío, y el desafío nuestro, el de los educadores y el de los educadores del sistema, amén de continuo es urgente. A nosotros nos toca educar, y educar con una mayor responsabilidad. Existe una pléyade de niños y adolescentes que nos necesita más. Niños y adolescentes sin más apoyo y respaldo escolar que el que el Estado y la sociedad les da. Las escuelas públicas de ayer son las escuelas municipalizadas y subvencionadas de hoy. A ellas concurren los más necesitados y los que menos tienen. Esos niños y adolescentes no merecen menos educación ni menos oportunidades. Merecen, precisamente, por sus limitaciones y privaciones, lo mejor de nosotros.

Es bueno que comprendamos que esos niños y adolescentes, en la carencia, requieren más de sus profesores y escuelas, y esos profesores y escuelas, ante la mayor exigencia y afán, requieren más apoyo y mejor comprensión. A nosotros (CPEIP, Sistema de Supervisión, Directores de Escuelas, etc.) quienes servimos a estos seres, nos toca, por ende, mirar estos desafíos con decisión y orgullo, pues mientras mayor es el desafío mayor grandeza posee quien lo enfrenta.

A veces lo que un ser humano requiere y necesita no es tanto una enseñanza o un consejo o una técnica o metodología más; tampoco una crítica o evaluación o diagnóstico. A veces lo que necesitamos es encontrarnos con un ser humano optimista o realista o cálido o profundo. Con un ser que vive y padece como nosotros mismos y que, sin embargo, permanece fiel a sí mismo y dispuesto a acompañarnos en nuestro viaje.

Me tocó tantas veces admirar la grandeza en un hombre pobre o la nobleza en un ser cansado; que he llegado a pensar que el agua sabe dulce en el hombre simple y amarga en el enfermo. Y así, del mismo modo que hombre rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, así el débil es el que más demanda, así sea porque nada posee, así sea porque de sí mismo no se vale. Y antes de enjuiciar, dar. Dar presencia, comprensión, apoyo y entusiasmo.

Aquel hombre que no añora el contacto con el ser humano, no se encontrará con el ser humano, así esté en la ciudad, así esté en la llanura.

Y, si viviendo en la llanura añora el contacto, entonces hará camino hasta la ciudad. Pero, de otra manera, ¿por qué habría que viajar?

Si fuera un paisaje amaría ser permanente. Cíclico y místico. Nada de progresos, solamente renaceres. Un lugar amplio, frondoso y hospitalario para cada pasante, para cada habitante.

Hace años conocí a un mapuche pobre a orillas del lago Lleu-Lleu. Vivía con mil pesos al año, de lo que le quedaba al vender su trigo y porotos. Todo un año trabajaba su tierra por catorce sacos de trigo y dos de porotos. Tenía cincuenta y siete años y era tuberculoso. Pero he conocido pocos hombres más llenos de dignidad e igualdad que él. Poseía un lugar en la tierra, concreto y real. Y desde él emergía más poderoso que el “Adán” de Vicente Huidobro. Había tanto orgullo en sus manos y tanta vida en su mirada, que estar junto a él fue, una vez más, sumergirme en lo esencial.

Don José no pedía nada. Se bastaba a sí mismo. Y por eso recibía respeto y compañía. Para aprender, todo lo que había que hacer era estar al lado de él. Nada más. El no hablaba de la vida, la vida hablaba de él. Don José ¿hasta cuándo piensa trabajar? “Cuando en tirando la semilla me de vuelta y vea que el surco me está quedando chueco, no trabajo más”. Así medía el tiempo ese hombre de la tierra. Enclavado entre la lluvia y el barro, no por eso había perdido su sentido. Sus manos eran duras y su alma suave. Don José ¿esta cuadra de maravillas son pa’ los pollos o pa’hacer aceite? No, dijo, “son pa’bonito”. Una cuadra que ocupaba tanto terreno como la chacra de su señora, doña María. ¿Y no es mucho terreno pa’las puras flores, don José? No, aquí hay terreno pa’comer, terreno pa’pasar el año y terreno pa’bonito. A la señora también hay que saberla hacer feliz. Yo podía imaginar a don José volviendo a “la hora de doce”, cuando el sol está arriba, con hambre en el estómago y en la vista. Y mirar su cuadra amarilla como reflejo del sol que le llamaba a su hogar. ¿Dónde vive don José? Siga el sendero pegado al cerro hasta que vea el manchón amarillo, ahí llama.

Ahí llamamos. ¿Diga? Señora, queríamos hablar con usted, gritamos desde la cerca, a unos 80 metros. Espere, va a tener que ser con mi marido. Pasó un tiempo y apareció el mapuche. Era bajo y delgado; se había mojado y peinado el pelo, la camisa era blanca y recién puesta. Caminó cuarenta metros y se detuvo. “Pasen”. Avanzamos los otros cuarenta metros. Así nos dijo, en ese lenguaje de ritos, pueden entrar en mi espacio, una mitad para ustedes, una mitad para mí, conversemos ahora. Nos quedamos en su territorio a orillas del lago. No se queden en la bajada o los van a molestar los animales cuando bajan al agua. A nosotros nos había parecido el mejor lugar. Y cuando venía, por la tardecita, a conversar (le gustaba conversar) hacía igual: cruzaba por entre los árboles hasta un lugar que consideraba el punto equidistante y allí nos encontrábamos. A don José le podían faltar medios (mi mayor aspiración sería tener un caballo, pero no pa’montarlo, se apuró en aclararlo), pero le sobraba sabiduría. No fue nunca a la escuela, y, sin embargo, era no sólo educado sino, a cabalidad, un hombre culto.

He aprendido que hombre culto es aquel que conoce el sentido de las cosas y posee el arte de la convivencia consigo mismo, con los otros, con el universo y el Creador.

William Schutz, el precursor de los Grupos de Encuentro, en su libro “Todos somos uno”, escribe que en el apoyo podemos distinguir, digamos, niveles: las personas que no requieren ni necesitan apoyo, que usualmente tienen una buena interacción y que la disfrutan, pero no la exigen como medio de avance o cambio.

Las personas que todo lo que requieren por apoyo es compañía, personas a las que el hacer en soledad o autosuficientemente les incomoda; ellas prefieren ser acompañadas.

Personas que requieren un apoyo mínimo, traducido en ser acompañadas y retroalimentadas; cuando se les indica cómo van, por dónde van y hacia dónde van, eso les permite fructíferos avances.

Personas que solicitan un apoyo decidido, en términos de compañía, retroalimentación, clarificación de metas, desarrollo del darse cuenta, capacidad de expresión, respaldo, incentivación, paciencia y dedicación.

Personas que exigen que otros hagan las cosas por ellos, parcial, temporal, total o permanentemente; poseen carencias o limitaciones insalvables, pero en algo son reemplazados, les es posible concentrar su energía en algún quehacer, de suyo, esperanzador para ellos.

Finalmente, personas para las cuales y en las cuales ningún apoyo es fructífero y todo resulta vano.

Don José era de esos hombres que no requieren ni necesitan apoyo. No porque no tengan penurias y limitaciones, sino porque poseen el don de resolver desde sí su vida, cualquiera que sea, y la dignidad es más valiosa, en ellos, que el beneficio ajeno. Con él aprendí que quien resuelve, qué ayuda o apoyo resulta necesario, no es el que ofrece tal ayuda sino el que la pide. Muchas veces puede sucedernos que lo que nosotros consideramos un problema en la vida de alguien (y lo consideramos así posiblemente porque en nuestra vida sería un problema), en esa persona no es un problema, sino una forma de vida, donde el supuesto “problema” ha sido resuelto con arreglo a esa forma. De este modo resultó que a mí me parecía un grave problema que don José viviera con mil pesos al año (forma de pensar que se me ocurre la mayoría compartimos); sin embargo, para él ése era su desafío existencial y lo había vencido honrosa y hermosamente por decenas de años. ¿Qué podía enseñarle yo a ese hombre si yo no sería capaz de vivir con diez veces ese dinero, mensualmente?

Don José ¿qué compra con los mil pesos? Hago cuatro compras pa’todo el año: yerba mate, manteca, sal y velas. ¿Y los cigarrillos, don José? No, pa’vicio me traen mis hijos. Y don José estaba muy consciente de su forma de vivir. Cuando llegó la última tarde que conversaríamos, me miró largamente a los ojos y me dijo: “Ahora ustedes conocen la historia de la pobreza”. Y me ofreció uno de sus cigarrillos, porque siempre, estimó él, había que compartir. “Un día los suyos, otro día los míos”. Era un asunto de libertad y de dignidad. Yo no fumaba ni fumo, con él sí.

Luego nos quedábamos por la noche, con Roberto, mi amigo viajero, comentando cada frase de don José. Usualmente llorábamos de emoción existencial e intelectual. La sabiduría de don José se medía en su andar y en cada uno de sus pasos. Habíamos sido nosotros los beneficiarios directos de este encuentro mágico.

Hombres profundos que conocen en profundidad la vida. Nada los agobia ni agota. Se han empeñado en vencer, cada día, a la muerte. En ellos el árbol florece y la criatura crece. Cada día rezan en silencio y piden, al Dios de los simples y sencillos, un par de manos para labrar, aire de las montañas para ennoblecer el cuerpo y una sonrisa en el camino para entibiar el alma. Don José ¿conoce pa`l centro? Sí, de joven trabajé en Temuco. ¿Dónde? En un banco. Y ¿qué hacía, don José? De todo, yo les solucionaba todos los problemas a los del banco. Me dijeron que cuidara la puerta, pero yo hacía de todo. Iba a las casas, también; había mucho que hacer. ¿Por qué se vino, don José? No me gustó, a esa gente no le gusta vivir, andaban siempre entre preocupados y enojados. Fue bueno conocer, siempre es bueno conocer. Pero no había tranquilidad ni aire. Además echaba de menos la tierra. ¿Será que las ganas de vivir surgen de la tierra?

El hombre que desea ser sabio debe aprender a amar. Viviendo en la ciudad querer el campo, viviendo en el campo la ciudad; siendo rico amar al pobre, siendo pobre, al rico. Apreciar la belleza del que no la posee y la interioridad del que no la expresa.

Y descubro que la existencia está cubierta de signos e indicaciones. Está el día y la noche, están los espejos, están los vidrios, está la respiración, el pulso y el ritmo.

Si fuerzas la vista, nada verás. Si ciegas tu vista, verás todo. Lo que distingue a este hombre no son sus conocimientos, sino su sabiduría, posee el arte de la convivencia.

El y el universo son uno, con-viven. Así, el iluminado puede parecer ignorante, precisamente para aquellos que entre sombras, anhelan los nombres de las cosas y no las cosas.

He conocido gente sin ganas de vivir. Decepcionada de la vida y de sí misma. En esas personas todo es problema. El bus que pasa de largo en la mañana. El almuerzo en el trabajo. La campanilla del teléfono. Una ventana que no cierra bien. La lluvia. Cada acto, cada acontecimiento repercute en ellas como suplicio chino. Cambiar el amoblado o el paisaje significa un nuevo pesar. En esas personas si no hay cambio interno que cambie sus miradas y su aliento, no hay salida hacia la vida. En esas personas cargadas de decepción, las exigencias o las amenazas no gravitan. Ellas piden un minuto de descanso y aceptación para empezar a aceptarse en sí. Y, a veces, tras ellas están los niños, o los profesores o nosotros mismos.

Con esas personas, que íntimamente sufren, no caben ni el mal humor ni la indiferencia. Esas personas nos requieren. Un hombre o mujer enteros pueden, incluso sin hablar, mostrarles un camino. Los gestos humanos son contagiosos. ¿Quién contagiará a quién? ¿El decepcionado al entusiasta, o el animado al abatido?

Cuando escribo este texto mi esfuerzo está centrado en promover un mejoramiento entre nosotros. Busco para todos nosotros una mayor comprensión y un positivo enriquecimiento mutuo. Si tú lees este texto de modo similar, entonces tendrá sentido, de otro modo será pasajero. Tengo fe en la interacción, especialmente si es una interacción de buena fe. Cuando me encuentro con mis colegas en sus escuelas u oficinas, siento necesidad de interaccionar de buena manera. Descubro, en ella, una especie de secreto que nos impulsa y hace fuertes en la adversidad. Es como decirnos: “las cosa no cambiarán, nosotros cambiaremos y las cosas ya no serán las mismas”.

A veces, me doy cuenta, haber estado juntos es como un oasis. Y luego el desierto. ¿Qué sería del desierto sin su oasis? Un oasis generado y creado por nuestro propio compartir, honesto, sencillo, comprensivo y alegre. En esos encuentros, para algunos, el meollo son los problemas. Para mí el tiempo siempre es poco; vamos al grano, ¿qué sentido tiene tu vida? A mí la vida me reclama, cada día, que le dé sentido y no la encuentre absurda. Me exige soluciones, me desafía. Ella sabe que sin mi presencia estaría vacía. Y tú, amigo, acaso no estás en lo mismo: llenando de esperanza y virtud a tus niños para que puedan vivir. El presidente Johnson señaló, en cierta ocasión: “En una tierra de gran riqueza, las familias no deben vivir en la pobreza. En una tierra de grandes cosechas, los niños no deben pasar hambre. En una tierra en la que se operan milagros en la curación de las enfermedades, nuestros vecinos no deben sufrir y morir sin que se los atienda”. Yo me atrevo a decir: Entre nosotros, hombres y mujeres generosos y humanistas, no deben existir mezquindades.

Pienso, así, que lo primero que ha de primar en nuestro encuentro es el compromiso con el encuentro. La hija de una amiga que hoy coloniza el Alto Palena parece haberlo comprendido. Sumergido en la foresta sureña ocurre cada montón de semanas que se oye el ruido de un motor subiendo por el río, único camino al lugar. Llueva, truene o salga el sol, el bote amarrará en el atracadero y un tazón de mate estará esperando. Vendrán las únicas noticias, tal vez una carta o un paquete, algún dulce para la niña o unos diarios atrasados para el marido. En esas soledades ningún encuentro será desperdiciado. Y, una vez que el vecino (20 ó 40 leguas) está instalado, la niña toma su silla, se sienta a horcajadas y le dice: ¡Ya!, conversemos.

En nuestras vidas, cada encuentro nace y muere allí. Y nuestras vidas, no las de otros, son nuestra propiedad y pertenencia. ¿Cómo vivirla sin pasión y sin profundidad?, ¿para qué vivirla sin sentido y sin entrega? Seres reales es lo que necesitamos para ser y vivir. Seres mitológicos de realidad. Y esos seres habitan en nuestros pechos, nacen de nuestros pechos y vibran pletóricos de vida y energía creadora en nuestros pechos.

¿Y qué hace imposible compartir la luz?

El hecho de que la luz está dentro y no fuera. Así, aquella luz que vemos y recibimos es sólo sombra y da sombra. Y cada hombre es, entonces, luz de sí mismo, sombra de nadie.

Por eso el discípulo nunca consume la luz de su maestro. El maestro nunca ilumina las sombras del discípulo, sólo lo invita a visitar su propio pozo. Y es hermoso descubrir que en el centro del pozo está la luz y todos los pozos nacen de ella.

El maestro no es una vela que consume su llama, sino una llama que consume su vela. Y la llama siempre es llama, sólo que el hombre es mortal. Terminado el sebo la llama desaparece, pero para el discípulo la llama vive en su mente y no es posible recordar la no-llama.


Yo quisiera ahora tomar tu mano y que tocaras mi mejilla y que tomaras mi mano y que yo tocara tu mejilla. Que nos quedaremos quietos, serenos y nobles mirándonos a los ojos. Y que me dijeras que me amas y yo te dijera que te amo. Que en las soledades del universo, enclavados en esta galaxia distraída y hasta donde el Hombre extendió su mano, depusiéramos nuestras fronteras inútiles para reconocernos hermanos.

Yo quisiera ahora que nos dejásemos de tontear y nos pusiéramos a ser. Ya no quiero más que nos ocultemos nuestros afectos jugando a ser funcionarios. Nos dijo Juan Pablo: El amor es más fuerte. No se trataba de una madre que levantaba, ante él, su recién nacido de la cuna, ni de las manos entrelazadas de dos adolescentes felices, tampoco de una mujer que entrega su pan al viejo pordiosero. No, crecían las hogueras, volaban las piedras, zumbaban los palos y ardían los ojos. Entre el humo y las hostias comunitarias, surgió su voz decidida: El amor es más fuerte. El amor no es una palabra ni una paloma. Es una forma concreta y real de encontrarnos que nos hace mejores. Son las maneras que usamos para decirnos que no estamos solos y que alejados nos recordamos.

Yo quiero que mi respeto sagrado hacia ti se me note. Que sepas que no he nacido para reemplazarte; ni para humillarte ni para criticarte. Me nace acercarme a ti, como pueda y cuando pueda. Y si tú te alejas de mí, me va a doler, no porque te necesite, sino porque me importas.

Tú estás en lo tuyo y yo en lo mío. Pero lo principal no es que algo sea “lo tuyo” y algo “lo mío”. Para mí, lo principal es que existes tú y existo yo. Podrían cambiar nuestras circunstancias. Podría yo estar en tu lugar y tú en el mío. Tú seguirías siendo tú y yo seguiría siendo yo. Tú y yo poseemos existencias concretas, innegables e insustituibles. Y él, y ella, y todos, también.

Si cada ser se deja llevar por sí mismo. La cerradura funciona. Abierta la puerta cruzamos a otros mundos para descubrir el mismo mundo. Pero nosotros cambiamos y el mundo cambia.

En efecto, no es el mundo el mismo mundo si mi ser está iluminado a si no lo está.

Y como en un espejo tu rostro es mi rostro y mi rostro es tu rostro. Sin embargo, tú me miras a mí y yo te miro a ti, esa es toda la diferencia. ¿Cómo no agradecer tu existencia?

Llegó el día de la trilla y hubo fiesta y convite. Todos queríamos estar: mujeres, niños y hombres. ¿Quién cuidaría la carpa y los alimentos para que no vengan los perros y los animales a darlo vuelta todo? Yo me quedo, dije. Salieron a la hora de doce. Me quedé en mi propia intimidad intimando con el lago y el atardecer. Entre las penumbras apareció don José. Traía una botella de licor artesano y el pastel que la manda mi señora. Nos sentamos junto al fuego a co-existir. He visto a un hombre satisfecho de existir. Sus catorce sacos de trigo, ensacados. Sus dos sacos de porotos, ensacados. El resto repartido y pagado en trueque. La próxima semana me iré en carreta a Cañete. Veré a mi hijo, el de Agua Potable y le compraré un presente a mi mujer. A mi hija (de cuarenta años) las trabas pa`l pelo que me encargó. Me las pidió de color verde. Acá todo es verde, verde el suelo, verde los árboles, verde el lago. A veces, el cielo, como las esperanzas, también se pone verde. Verde quiere las trabas pa`l pelo mi hija. Y volveré al día siguiente, con mi manteca, mi yerba, mi sal y mis velas a vivir otro año con el alma verde, de encanto.

Si pudiera danzar lo que escribo, mi mano pintaría en el aire, temporalmente. Nada estático, sólo gestos que dialogan con el alma. Sensaciones y sentimientos. Y luego, la verdad innombrable.

Pues la danza es danza cuando, finalmente, muestra la dirección de la verdad sin nombrarla. Nada que traducir, nada que transcribir.

Sólo la conciencia de haber llegado al lugar sagrado sin moverse un ápice.

Diez años después de nuestro encuentro, en una noche de invierno, en Roma, caminé veinte kilómetros entre la lluvia y la nieve, por verle. A las dos de la madrugada tiré el cordón de la campana del monasterio. Quiero ver al Padre Juan Vicente. ¿A esta hora? A esta hora vengo llegando. Se prendieron las luces y en una pequeña sala calefaccionada nos abrazamos. Nos mirábamos, mi consejero espiritual y yo, y reíamos y llorábamos al mismo tiempo. Yo no tenía nada que decirle y él no tenía nada que decirme. Sólo que después de tantos años yo le llevaba ese regalo, un abrazo hermano.

Ya no veré a ninguno de ellos ni a don Lucho, ni a Juan Vicente, ni a don José. Pero ellos son habitantes eternos en mi pecho. Y si muero, diré contento: en mi vida, me encontré con el hombre.


Te invito a que permitas a cada cual ser cada cual. Deja la flor en su raíz y la flor te dará flores. Deja el animal en la pradera y el animal te dará vidas. Permite a cada hombre escribir su historia y el camino que siembras te llevará a Dios.

martes, 10 de junio de 2008

La muerte de Reich

El instante supremo.

Imaginado y escrito por Pato Varas
en homenaje a Wilhelm Reich.

¡Muerte! Te siento tan cerca que casi podría platicar contigo. Sé que ya no volveré a mi mundo, mi casa y mis cosas. Que aquí, en esta celda maldita, moriré y será dentro de poco, de muy poco.

Tengo miedo, miedo de que la muerte sea un encuentro con mi madre. Y siento, así, una ira incontenible hacia mi padre.

– Nunca debiste interrogarme acerca de mi madre. Tenía yo tan sólo doce años. Me usaste, abusaste de mi propia rabia e ingenuidad.

Estaba muy dolido de que mi madre tuviera amores con mis preceptores. Desde, entonces, empecé a despreciar la educación, esa forma tan burda de engañar y destruir a los niños.

- Mamá, perdóname, debí comprender que lo que hacías era legítimo. Que sólo el amor podía salvarte y que lo buscaste en quién estuvo cerca.

Mi padre era dominante, mi madre sumisa y yo aislado. Aprendía en mi propia casa lo que eran los caracteres neuróticos. Mi padre estaba envilecido por mantener el control; mal que mal trabajaba para el ejercito alemán. Mi madre padecía la frustración y yo el abandono.


Mi padre, que por algo se llamaba León, se acercó y me exigió que le contara lo que sucedía entre el preceptor y mi madre. Yo los había visto haciendo el amor y, antes, también haciéndolo con el anterior preceptor. Y se lo narré. Mi madre, que era psicológicamente muy débil y vulnerable, se suicidó. Nada en mi vida ha dado más vueltas en mi cabeza que este episodio. Mi madre era bondadosa y cálida conmigo y yo, con mi delación, la maté.

- ¡Madre mía! ¿podrás perdonarme?

Hace doce años escribí acerca de esto, decía, entonces, yo: La situación me ha quedado clara ahora, lo que hizo mi madre estaba perfectamente bien. Mi traición que le costó la vida, fue un acto de venganza, ella me traicionó con mi padre cuando robé tabaco para el carretero, y en desquite yo la traicionaba ahora. ¡Que tragedia! ¡ Ojala mi madre estuviese viva hoy para que yo pudiera reparar el crimen de entonces, treinta y cinco años atrás!. He puesto un retrato de esa noble mujer para tenerla constantemente delante. En vista de la brutalidad de mi padre, ella estaba perfectamente justificada en lo que hizo.

Ahora yo estaré muerto y habremos de conversar.

Estuve en la guerra, estudié medicina, trabajé codo a codo con Freud, fui miembro del partido comunista. Cuando terminó la guerra era tan, pero tan pobre, que iba con uniforme a la universidad. No tenía nada; ni ropa, ni dinero, ni nada que pudiera entusiasmarme…hasta que asistí, en 1919, a esa conferencia sobre psicoanálisis. Pensé que había alguna esperanza para poder vivir con sentido y me aferré a ella.

Yo era pobre y venía de una familia trágica y neurótica. No es nada de extraño que me alucinara con el psicoanálisis y el marxismo. Ambas cosas fueron por un tiempo, mi sentido de vida. Freud era honesto y recto, me miraba sin escrutarme. Fue mi primer padre. Me permitió que lo viera como un ser humano y me vio como un ser humano. Jamás me usó, y aún que con los años nos fuimos separando, porque profesábamos ideas diferentes acerca del psicoanálisis y de la terapia, siempre lo estime. Trabajé catorce años a su lado y llegué a ser su sub-director en su policlínico psicoanalítico.

He sido siempre un hombre libre. Por eso esta celda me está matando. El año 34 me alejé de la sociedad psicoanalítica y del partido comunista. Me fui y me expulsaron. Nada ni nadie me sojuzgo ni sojuzgará nunca. Y no lo hará esta celda. Fui maltratado por mis propios colegas; hablaban de la locura de Reich, de que intentaba seducir a mis pacientes. Por su parte, los funcionarios del partido comunista me desacreditaron, dijeron que debilitaba el fervor revolucionario al enfatizar la cuestión sexual entre los jóvenes. Así empecé a comprender lo que he llamado “la plaga emocional”

Ahora me doy cuenta que posiblemente mis mejores años son los que viví en Dinamarca, Noruega y Suecia. Me fui a tiempo, supe que con Hitler venían tiempos terribles para nosotros los judíos y para la humanidad. Fue en Noruega que elaboré mi teoría sobre la Vegetoterapia, donde construí mi primer laboratorio de biología, donde mi vida fue apacible y productiva. Donde descubrí en mi mismo que todo organismo se expande en un medio favorable y se contrae en un medio desfavorable. Donde, en 1939, escribí es artículo que dará inicio a mi gran obra final y que seguirá sin ser entendida y que es mi gran escrito: “Los Biones” ¡Que craso error fue haberme trasladado a Estados Unidos!

El doctor Teodoro Wolfe me invitó a trabajar en USA. Aquí desarrollé mi teoría orgonómica, que estos imbéciles consideran un fraude. Ya no volveré a mi chalet a orillas del lago Mooselookmeguntic, en Maine. Ya no volveré a jugar con mi querido hijo Peter, ya no volveré a viajar anualmente a Europa, sólo para disfrutar de la ópera y de conciertos, ya no volveré a mi laboratorio a estar con mi amiga inseparable: la ameba protoplasmática. Ya no volveré.

Aunque talvez sí. Talvez habrá aún 50 años después de mi muerte quienes me recuerden, me lean, me comprendan, me aprecien y me sigan en mi locura. Talvez me adelanté demasiado a mi tiempo y nunca debí confiar en estos imbéciles hombrecitos americanos. Talvez son otros hombres y otras tierras las que me acojan. Si así llegara a ser recuérdenme como un hombre doliente y limitado que abrió sus brazos y su mente al amor. Ese es el punto: el amor. Allí fracasan los padres, allí enferman los hijos; En el desamor y la carencia de humanidad.

Puedo ver los ojos de mi madre que se acercan. Puedo sentir su mano tibia y su pecho cálido que me envuelven. Puedo escuchar sus susurros que me dicen que no tema, que ella siempre me amó y me sigue amando y que todo volverá a estar bien.
Puedo dejar de pensar y pensar. Puedo sentir su amor. Puedo llorar tranquilo y quedo porque, por fin, todo está bien. Puedo dejar de respirar.

miércoles, 23 de abril de 2008

Una visión holística y no-violenta para la Educación Física.(2008)

Hacia una ampliación de paradigmas en Educación Física.


Patricio Varas Santander (2008)


I. La posibilidad de una visión holística de la Educación Física.


En 1926 el ciudadano Jan Christian Smuts que se destacaría posteriormente en la vida política de su país, Sudáfrica, publicó “Holismo y Evolución” (1). Allí, basándo-se en el término griego “holos”, todo, totalidad, expuso que la comprensión de la reali-dad ocurría más bien a partir de la observación de la totalidad; totalidad que evolucio-naba y en su proceso era dinámica e interactiva.

En 1934, un profesor alemán, Kurt Goldstein, siguiendo las expresiones de Smuts, publicó. “El organismo. Una aproximación holística de la biología” (2). Allí recalcaba que la comprensión de un organismo ocurre cuando se observan sus interac-ciones dentro de un proceso global, armónico e integrado.

Hoy día es un hecho conocido en las ciencias físicas y humanas que la compren-sión de las cosas ocurre cuando se comprenden las interacciones de las cosas. Sin em-bargo, una interacción evidente sigue sin ser desentrañada: La de la interfaz cuerpo-mente; ¿cómo, donde y cuándo ocurre que mi pensamiento se convierte en acción o mi acción en idea?

Fue hace muchos siglos que la comprensión de las cosas se nos hizo difícil. Fue cuando se nos ocurrió que si bien el ser era inseparado, el conocimiento de él podía ser por separado, que sumando las partes entenderíamos el todo, que analizar era compren-der. Sabemos que en el año de 1274 murió el llamado Doctor Angélico, don Santo To-más de Aquino (3). Desconocemos el año de su nacimiento; probablemente alrededor de 1227. La leyenda señala que a pesar de lo corpulento y grande que fue se le vio, en tres oportunidades, flotar en el aire, levitando. En una época donde el conocimiento era, en esencia, producto de la creencia religiosa, este santo hombre, hijo de don Landolfo, conde de Aquino y doña Teodora, condesa de Teano, dejó una impronta en la ciencia que aún perdura: la razón y su uso. Si a eso agregamos que la valoración del cuerpo era mínima (para la Iglesia y su influencia), dada su cercanía con el pecado, una dicotomía espeluznante surgió (y no por culpa de Aquino): El hombre estaba constituido por dos principios, uno, su alma, otro, su cuerpo, uno, su mente, otro, su cuerpo. Así fue como entre el 1300 y el 1960 se asentó en las ciencias humanas (al menos en Occidente) una concepción dualista, donde mente y cuerpo pasaron a ser entidades separadas (4).

Las ideas de Smuts y Goldstein sólo vinieron a prosperar, y sólo en algunas par-tes del planeta, después de los años cincuenta. Fue a principios de los 60’ que tanto los educadores y psicólogos como filósofos y artistas decidieron que lo humano era lo humano y no sus analíticas partes; y que el mejoramiento de la vida human, diremos su terapia y educación, requería de una comprensión holística y humanística del ser huma-no (5). Lo holístico, humanístico y organísmico reverdeció. A falta de un constructo mejor se creo el de “cuerpomente”. La psicología y las psicoterapias asumieron que lo corporal era parte de ellas, que lo espiritual era parte de ellas, que lo emocional era parte de ellas, que no solamente el lenguaje verbal y la conversación las definían y describían.

¿Y qué fue de la Educación? En esencia siguió marcando el tranco y no salió de su esquema. ¿Qué fue de la Educación Física? (nombre que, de suyo ya, es digno de revisión). Pues, poco. Siguió “pensando” que el pensamiento y las emociones y los sen-timientos y la meditación y la conciencia de sí eran cosas de otros. Que el movimiento corporal y el esfuerzo físico constituían su contenido. ¿Cambiaron, en el mundo y en Chile las mallas curriculares de las Escuelas de Educación Física entre 1960 y 2008 de manera especial hacia una concepción holística del ser humano? Definitivamente, poco. Hoy leemos en Internet (6) que la mejor planificación de las clases de Educación Física considera objetivos encaminados a:

La adquisición de conductas motrices nuevas.
La modificación de conductas motrices anteriores.
La mejora de la condición física.
La vivencia de métodos correctos de práctica física.
La recreación y el disfrute personal.
La asimilación de conceptos relacionados con la Educación Física.
La adquisición de hábitos, actitudes y valores positivos hacia el entorno y las personas.

La psicoterapia ha avanzado en el conocimiento, por demás antiquísimo, del im-pacto de la respiración en el ámbito corporal, emocional y meditativo. ¿Existe en alguna parte de las escuelas formadoras una cátedra de Respiración? De la misma manera hoy sabemos que la autoestima viene del concepto de sí mismo, que viene de la imagen de sí mismo, que viene de la conciencia corporal Las técnicas de “consciencia sensorial” y “consciencia corporal” y su aporte al cambio terapéutico y humano son ya añejas. Sus precursores, Charlotte Server (7), Gerda Alexander (8), Moshe Feldenkrais (9) entre otros, ¿son estudiados y conocidos por los estudiantes de Educación Física? ¿Sus técni-cas y ejercicios son practicados? ¿Se conoce el beneficio que reportan para el ser huma-no, sea niño o adulto, sea para su educación o para su terapia?

En la India, en China, en Japón los guías espirituales desarrollan y propende al desarrollo armónico de mente, cuerpo y emociones. Sus prácticas devocionales y medi-tativas ocurren, primero que nada, en sus cuerpos. Estos maestros son, a la vez y sin separación alguna, profesores de filosofía, psicología y educación física. Y lo han sido por siglos, ya que por allí no pasó don Santo Tomás de Aquino ni su impronta raciona-lista. Para ellos, obviamente la conducta y las conductas existen, pero siempre están subsumidas a la conciencia. Probablemente a un profesor de Educación Física le resulte extrañísimo dar una clase de “educación física de la conciencia”. Y sin embargo es ver-dad. A través del cuerpo y con el cuerpo la conciencia psicológica puede ser desarrolla-da.

En los años 80’ un americano de origen judío construyó un método de educación y terapia que llamó: “Focusing Corporal” (10). Discípulo de Carl Rogers (11) y de su método de “focusing afectivo”, dio un paso tremendo hacia la comprensión de la inter-faz cuerpomente. Su clave, la focalización en nuestras propias sensaciones corporales para conocernos, mejorarnos y desarrollar nuestras potencialidades. Gendlin era, en esos años, profesor de filosofía en la Universidad de Chicago. Aún cuando no se considerase el método en su sentido principal, su aporte, por ejemplo al mejoramiento de la práctica deportiva es innegable. ¿Las Escuelas formadoras se han abierto a la indagación de mé-todos y técnicas que van más allá de lo meramente deportivo y propio de la práctica física? ¿O existe una creencia inconsciente de que hay ámbitos de lo humano que son propiedad de otros profesionales?

Entre los años 60’ y 80 la profesora Gladys Jiménez (de la Universidad Católica de Valparaíso) indagó persistentemente y de manera intuitiva en lo que llegó a denomi-nar “gimnasia expresiva”, buscando unir el mundo afectivo y valórico del ser humano con su movimiento y expresión corporal. Recordemos que el término emoción, viene del latín, e ( hacia fuera) y movere (mover). ¿Qué fue de ese intento? ¿Prosperó?

La leyenda cuenta que Pitágoras, en su intento de compartir sus conocimientos geométricos y astronómicos con los sabios egipcios, debió por meses asistir a prácticas de aprendizaje de una correcta respiración. En efecto, tales sabios consideraban inofi-cioso compartir sus avanzados y profundos conocimientos con alguien que no sabía respirar, y por una razón simple: ¡No entendería nada! Gurdjieff (12) enseñaba a princi-pios del 1900 la comprensión del universo y de la creación a través de… una danza. Los garúes de la India crearon el juego del Lilah (13) para que niños y adultos comprendie-ran el proceso de desarrollo de la Conciencia Absoluta. En la meditación Zazen (14) del budismo zen el estado meditativo sólo es alcanzable si la espalda y columna mantienen una determinada posición.

En fin… por los años 60 había en la Escuela de Educación Física de la UCV un alumno, Mauricio Barahona, que practicaba el Yoga y que soñaba con hacer una inte-gración entre Educación Física y Yoga. Profesores y alumnos lo miraban y se sonreían. Les parecía que estaba medio loco. Además, era un poco gordo y sin habilidad para sal-tar el cajón. Todos reconocían que tenía buen humor y que nunca se enojaba.

Recuerdo haber escuchado por los años 60’, cuando todos hablábamos de la ne-cesaria formación integral del alumnos, a profesores del Instituto de Matemáticas decir muy seriamente que los alumnos en clase de matemáticas se formaban “integralmente” porque escribían los ejercicios en la pizarra, a lo cual los profesores de la Escuela de Educación Física replicaban, muy en serio, que sus alumnos de básquetbol o fútbol se formaban integralmente porque aprendían los reglamentos del fútbol o el básquetbol. La verdad, me parece, es que todos cual más, cual menos, nos sentíamos presionados a dar una formación integral y no sabíamos muy bien cómo hacerlo.

40 años después, en buena medida sabría cómo hacerlo, dados los cambios para-digmáticos, metodológicos y técnicos que surgieron a partir de California por esa misma época, pero en buena medida no lo estamos haciendo. Por ejemplo modelos curriculares como el de Educación Confluente (15) o de Aprendizaje Experiencial (16) existen pero no se aplican, al menos en Chile. En Ecuador, el Instituto Superior de Desarrollo Humano, Cre-Ser(17) creado hace tres años, aplica en toda su carrera y malla curricular ( que va desde la cátedra de Biología hasta la de Desarrollo Transpersonal, pasando por las de Epistemología, Fenomenología, Antropología y Desarrollo Corporal) el modelo de Educación Confluente. Los resultados han sido extraordinariamente felices, tanto para estudiantes como para profesores.


II. La posibilidad del aporte de la Educación Física a la no-violencia.


A mediados de los años 80’ un psicólogo americano, Ron Kurtz (18) desarrolló un método de terapia que denomino “Hakomi” o “Terapia centrada en el Cuerpo”. Ve-nía meditando el asunto hacía años y había publicado con antelación “La Revelación de la Gracia. Psicoterapia en el espíritu del Tao Te King (19). Entre sus principales aportes está el haber introducido tres principios al ámbito terapéutico: El Principio de Amplia-ción de la Consciencia, el Principio de No-Violencia y el Principio de Universo Partici-patorio. Los cuales se agrega a los ya legendarios Principios: Holístico y Organísmico.

Con la aplicación del principio de ampliación de la consciencia probó que el tra-bajo terapéutico era distinto si se hacia en un estado de consciencia ampliada en vez de en estado de consciencia ordinaria. El estado de consciencia ampliada se logra fácilmen-te, en la medida que la persona está en un estado de tranquilidad y acogida en el cual puede simultaneizar sus sentidos. Nuevamente nos encontramos aquí con una posibi-lidad de aplicación en el ámbito de la Educación Física y los deportes sin necesidad de entrar a mayores cambios paradigmáticos. Desde luego esto ha tenido antecesores en el deporte, como la aplicación de técnicas de imaginería, visualización corporal y concen-tración, especialmente en atletas de elite que practican gestos deportivos complejos y específicos, como el salto alto, el salto con garrocha y la gimnasia olímpica.

En estrecha relación con este principio, Ron Kurtz, desarrolló el de no-violencia. Hoy, vivimos en un mundo donde la agresión y la agresividad son habituales, incluso en las escuelas básicas. Existe una relación directa entre agresión y frustración. Un anti-guo proverbio hindú dice. “Un hombre feliz no tiene expectativas”. La contraparte es algo así como “Las expectativas desmedidas generan desdicha”. Japón (a pesar del bu-dismo zen) tiene la tasa más alta de suicidios en adolescentes, del mundo (20). La razón parece estar en la rigurosidad de su sistema educacional. En efecto, existen pruebas, alrededor de los 12 años, que determinan si el alumno irá a una enseñanza que deriva en la universidad o no lo logrará y pasará al mundo profesional no-universitario. Las ex-pectativas que los padres cifran en sus hijos, la presión que ponen en ellos y el senti-miento de frustración y fracaso que obtienen tantos sus padres como estos alumnos ha provocado un alza notoria en los suicidios adolescentes. La competición es, por decirlo con todas sus letras, a muerte. Es decir, la competición puede llevar a perder el sentido y la proporción de las cosas.

La competencia es sana y puede ser sana. Los deportes son en buena medida una bendición “cultural”. Aportan muchísimo más de lo que dañan al ser humano y su cre-cimiento tanto físico como espiritual. Y, al mismo tiempo, exacerbada linda con la agre-sión y la violencia, con la perdida de sentido y la búsqueda de logros sin control. Con-verso con mi gran amigo Jorge Grosser, gran atleta y recordman en su época de todas las distancias de medio fondo en Sudamérica. Dedicado desde siempre a entrenar atletas de medio fondo y fondo (uno de sus pupilos va a las Olimpiada de Beijing) me dice: “Es difícil hoy en día sacar campeones a nivel internacional, especialmente cuando nuestros atletas son “sanitos”. Y recuerda: “como nosotros que nunca nos pichicateamos pa’ competir”. Hoy el deporte mundial está gravemente asociado con las empresas farma-céuticas. El dopaje manda (21). ¿Qué significa esto? Significa presión al máximo, alu-cinación por el éxito y violencia contra sí mismo.

Los juegos han sido clasificados de muchas maneras. Una buena manera de or-denarlos es hablar de juegos de competencia (los deportes), juegos de representación (las danzas rituales), juegos de vértigo (el benji y el paracaidismo) y juegos de azar (las apuestas de casino). A su vez, estas maneras se van interrelacionando haciendo predo-minar el factor competencia; así por ejemplo, la gimnasia olímpica o artística, que en esencia es una representación de un gesto técnico excelsior, termina siendo no una muestra de destreza sino una competencia con otros para saber quién representa mejor lo que esperan los jueces. El vértigo de la velocidad en auto termina siendo una compe-tencia entre pilotos y autos. La competencia domina.

No-violencia significa no presionar, no agredir, no violentar, no dañar. Significa darle un espacio a la paz, la fluidez, la cooperación. Significa valorar el proceso y no sólo la meta. Existen deportes y actividades donde el cooperativismo es clave. En 1978 colaboré con el COCH en la preparación del equipo de escaladores chilenos que soña-ban con llegar al Everest. Allí estaba Claudio Lucero, Gastón Oyarzún y un grupo enor-memente cooperativo. Les dije, en ese taller, que con el nivel de cohesión grupal que mostraban, con toda seguridad lograrían sus propósitos. Es cierto que, para ellos, la montaña era un desafió, y a la vez la amaban. Había en esos hombres un sentido de pro-fundidad de la vida que, decían, se los había dado el encuentro con la naturaleza, la montaña y el ser humano. Años después al coronar el Everest, Claudio Lucero, simple-mente declararía. “La montaña es una fiesta” (22). Humm, si los deportes fuesen una fiesta, posiblemente no correríamos más rápido ni saltaríamos más alto, pero seríamos más hermanos.

Las danzas circulares (23), las danzas sufies (24), las danzas rituales son activi-dades físicas y meditativas que enaltecen al ser humano y a quienes las practican. ¿Por qué no enseñarlas con la misma dedicación que se enseña el voleibol? Las simples ca-minatas chamánicas y las ceremonias del temascal (25) son actividades físicas que recu-peran para el ser humano y quienes las practican salud física, psicológica y espiritual. ¿Por qué los profesores de Educación Física están al margen de ellas, profesionalmente? El Tai Chi (26), forma de meditación a través del movimiento, que practican los chinos cada mañana en las plazas y veredas de sus ciudades (es decir, millones de millones), ¿es practicada por los estudiantes de Educación Física? ¿Por qué no? ¿O talvez, si?

Las escuelas y liceos están conviviendo con la violencia (27). Desde luego el deporte es un gran antídoto a la droga. Solo que, además, sería tan bueno llevar un poco de paz a las salas y patios escolares. Llevar humanidad, amistad, sensatez, cooperación. Cooperación sin competencia es un desafío hermoso para quienes queremos un mundo mejor.

Durante 25 años he formado especialistas en Desarrollo Personal y Terapia Gru-pal, desde un modelo Humanístico y Holístico. En esta especialización han participado, entre otros, psicólogos, asistentes sociales, religiosos, enfermeras y educadores Los pro-fesores de Educación Física han probado poseer habilidades y facilidad para este des-empeño. Las razones, talvez, debamos buscarlas en: su positiva actitud corporal, su va-loración y cuidado del cuerpo y la salud, su carencia de temor o reserva al contacto cor-poral sano, su capacidad lúdica, su dominio del trabajo con grupos y su entusiasmo y alegría al parecer inherentes a su quehacer laboral. En lo personal, uno de los motivos que me hicieron aceptar ser docente de la Escuela de Educación Física de la UCV hace 40 años, fue la calidad de vida interactiva que se respiraba en sus espacios; una suerte de camaradería, compañerismo y buena onda que, creo, era y es propia del sentido de vida del estudiante, profesor y docente formador de la carrera de Pedagogía en Educa-ción Física. Viniendo yo del Instituto de Filosofía había observado, allí, un cierto pre-juicio hacia la “superficialidad” de “quienes se dedican a la gimnasia y los deportes”. Nada más alejado de la realidad. Diría que los temas propios del Existencialismo seño-reaban en nuestras conversaciones de aula y de camarines: El sentido de la vida, la valo-ración del presente, la aceptación de la realidad (a veces se pierde, a veces se gana en la competencia) estaban ahí. Y, especialmente, estaba el culto a la amistad, la camaradería, el optimismo y la alegría.


3. Del dicho al hecho.


El siguiente listado muestra algunas de las técnicas y métodos que se han des-arrollados en el ámbito de la psicoterapia cuerpomente, en los últimos 50 años y que podrían ser parte de una malla curricular que formara profesores de educación física, profesores de educación cuerpomente o simplemente profesores de educación holística.


Métodos y Técnicas.

• Selver ( Conciencia sensorial)
• Feldenkrais (Conciencia Corporal)
• Alexander (Postura Corporal)
• Focusing (Interfaz sensación-lenguaje)
• Psicocalistenia (Respiración)
• Vivation (Hiperventilación)
• Reich y Neo-reich (Liberación de anillos y corazas musculares)
• Bioenergética (Liberación de Bloqueos musculares)
• Gestalt (Integración cuerpo-mente)
• PNL ( integración cuerpo-mente)
• Meditación Osho (Integración cuerpo-espíritu)
• Meditación Zen (Integración cuerpo-espíritu)
• Meditación Castaneda ( Integración cuerpo-naturaleza)
• Schutz (integración grupal a través del cuerpo)


A través de estos métodos y técnicas es posible desarrollar las siguientes áreas:


• Área cuerpo-sensación.
• Área cuerpo-emoción
• Área cuerpo-lenguaje
• Área cuerpo-espíritu
• Área cuerpo-interacción.


Como ejemplo describamos algunas sesiones o clases de alguno estos métodos:


El método de Conciencia Sensorial Server.



Uno de los aspectos esenciales del método de Consciencia Sensorial Server es el trabajo de las llamadas cuatro dignidades: estar acostado, estar sentado, estar de pie y caminar. Veamos a continuación una sesión o clase centrada en el encuentro con la propia estatura (28).

Ponte en una posición de pie cómoda. Respira profundo. Trabaja a veces con los ojos cerrados, a veces con los ojos abiertos. De manera suave dobla el cuerpo hasta to-par el suelo con los dedos de tus manos sin doblar las rodillas o hasta donde puedas lle-gar con tus manos en dirección al suelo. Flecta las rodillas y levanta el tronco suave-mente hasta volver a la posición de pie. Respira profundo. ¿Qué estás sintiendo? ¿Ob-serva tus sensaciones corporales? No las modifiques, simplemente obsérvalas. Repite varias veces este movimiento lentamente de manera que al exhalar bajes el tronco y al inhalar subas el tronco. Haz siempre una pausa entre cada movimiento, respira profundo y observa tus sensaciones corporales.

Si lo haces de manera lenta y sensitiva podrás sentir los cambios internos cons-tantes mientras tu musculatura de piernas y tronco se mueve en relación a la atracción de la tierra. Observarás una redistribución de masas y líquidos en los espacios internos y nuevas sensaciones de peso y de extensión. A medida que la espalda se estira, los órga-nos internos y el abdomen se comprimen y la sangre fluye de manera diferente. Paulati-namente sucede que no te vas poniendo de pie sino que “descubres cómo es que te po-nes de pie”. Al final de esta parte de la sesión tendrás, si pones el acento no en el mero hacer sino en percibir lo que haces, una cabal sensación de tu espalda y vértebras, hom-bros, cuello, cabeza, abdomen, pecho, piernas y o pies, brazos y manos. Te parecerá o podrá parecer que “estar de pie” es la expresión plena y natural de tu ser. También des-cubrirás que no existe en tu “una” posición de pies, sino que tantas como veces te pones de pie.

Vuelve a tu posición de pie. Respira profundo. Trabaja a veces con los ojos ce-rrados, a veces con los ojos abiertos. Observa qué te ocurre si sucesivamente te pones de pie, centrando tu atención y percepción: en las plantas de tus pies, en la articulación de tus tobillos, en la articulación de tus rodillas, en la articulación de tu pelvis, en tu dia-fragma, en la articulación de tu cuello y en la parte superior de tu cabeza. La repetición pausada, suave, lenta y en interacción con tu respiración te irá dando una nueva sensa-ción de tu estar de pie. Paulatinamente tu cuerpo se irá rearticulando y reubicando en relación al suelo y su atracción. Posiblemente descubrirás nuevos equilibrios en tu cuer-po en relación al suelo y a sí mismo. En cada pausa pregúntate ¿qué estoy sintiendo? ¿Cuál deviene en ser mi estado de ánimo durante estos ejercicios? ¿Qué me ocurre al simplemente estar focalizado en mi cuerpo, movimientos y sensaciones?

Mueve el cuerpo a voluntad, desplázate en silencio por el salón o gimnasio, mira a tu alrededor, descansa caminando y vuelve a la postura de pie. Respira profundo. Tra-baja a veces con los ojos cerrados, a veces con los ojos abiertos. Lleva tu mano a tu pelo y levántate suavemente sin despegar los talones del suelo. Observa cuánto se liberan tus articulaciones y qué sensaciones aparecen en ti. Ubícate frente a un espejo (de preferen-cia de cuerpo entero). Respira profundo. Toma una posición de pie cómoda y observa tu mirada y observa cómo miras tu cuerpo. Luego mírate de manera cariñosa. Respira pro-fundo y observa tus sentimientos hacia ti mismo. Tu cuerpo es tu compañero de vida.

Siéntate con cuatro o cinco compañeros y comenta tu experiencia, paso a paso.

Para finalizar tu sesión dibuja tu cuerpo, o represéntalo en arcilla, o descríbelo a través de un poema que escribas, o cántalo o báilalo. O todas las anteriores.


El método de Consciencia Corporal Feldenkrais.


Vamos, ahora, a una sesión o clase de Consciencia Corporal Feldenkrais (29):

El objetivo es aprender a reconocer los mecanismos de control de los músculos voluntarios y comprobar cómo estos mecanismos cambian su estado de contracción a través del ejercicio a proponer.

“Tiéndase de espaldas. Separe cómodamente las piernas. Extienda los brazos hacia arriba, un poco separados, de manera tal que el izquierdo más o menos en línea recta con la pierna derecha y el derecho lo esté con la izquierda.

Cierre los ojos y trate de chequear las partes de su cuerpo que están en contacto con el suelo. Preste atención a la forma en que los talones yacen sobre el suelo; observe si la presión sobre ambos es igual y si el contacto con el suelo se produce exactamente en el mismo punto en los dos talones. Examine en la misma forma el contacto que hacen con el suelo los músculos de las pantorrillas, la parte posterior de las rodillas, las articu-laciones de las caderas, las costillas flotantes, las costillas superiores y los omóplatos. Fíjese en las distancias a que están los hombros, los codos y las muñecas respecto del piso.”

¿Qué está sintiendo? ¿Son ambos lados del cuerpo iguales? ¿Qué partes tocan el suelo y cuáles no? ¿En qué vértebras de la región pelviana se ejerce mayor presión? ¿Tocan el suelo todas las vértebras lumbares? ¿Sobre qué vértebras dorsales se ejerce mayor presión?

“Tiéndase otra vez y estire sus brazos y piernas como antes. Eleve ahora, de ma-nera lenta y con un movimiento infinitamente pequeño, el brazo derecho en su parte superior, moviendo sólo el hombro, hasta que el dorso de la mano deje de tocar el suelo. Deje caer el brazo hasta que se apoye nuevamente. Respire profundo a manera de pausa y vuelva a subirlo hasta que el dorso de la mano pierda contacto con el suelo. Repita esto entre 20 y 25 veces. Entre cada vez que suba y baje el brazo efectúe una pausa completa, detenga toda acción, de modo que el movimiento siguiente constituya una acción totalmente nueva y separada.

Si presta cuidadosa atención, usted advertirá que, al estirarse el brazo antes de ser elevado, el dorso de su mano se arrastra un poco sobre el suelo. Después de repetir el movimiento cierto número de veces, usted comprobará que se coordina con el ritmo respiratorio. Verificará que la elevación y el estiramiento del brazo coinciden exacta-mente con el instante en que el aire empieza a ser expulsado de los pulmones.”

“Efectúe una pausa y observe. Al cabo de los 25 movimientos, lleve lentamente los brazos a los costados del cuerpo. Asegúrese de hacerlo por etapas. Doble las rodillas y descanse un instante. Mientras descansa, observe la diferencia que existirá ahora entre el lado derecho y el izquierdo de su cuerpo.”

“Ahora dése vueltas y tiéndase sobre el estómago, con brazos y piernas separa-dos como antes. Suba lentamente su codo derecho desde el hombro hasta que se separe del suelo (ahora la mano no se levantará necesariamente) y deje que el codo baje nue-vamente. Siga alzando el codo en el mismo momento en que empieza a expeler el aire de sus pulmones. Repítalo por lo menos 20 veces. Si el movimiento es lento y gradual, como debe ser, comprobará que el codo ahora se arrastra con el brazo, es decir, se estira un poco antes de empezar a elevarse del suelo.”

“Continúe este movimiento y alce el brazo entero, con el codo y la mano, hasta sentir que para hacerlo ya no necesita esfuerzo muscular alguno de esa parte y que el único esfuerzo se efectúa en la región del hombro. Para facilitar a los hombros elevarse respecto del suelo, deberá poner en acción los músculos de la espalda. Entonces el hom-bro se levantará del piso junto con el omóplato y la porción superior derecha del tórax.”

“Tiéndase otra vez de espaldas, descanse y observe en qué distinta forma los hombros, el tórax y los brazos toman contacto ahora con el suelo a derecha e izquierda. Estire los brazos por encima de la cabeza, con las manos separadas. Estire las piernas, con los pies separados. Muy, muy lentamente, eleve la pierna y el brazo derechos. El movimiento debe ser muy pequeño, suficiente para levantar apenas el dorso de la mano y el talón respecto del suelo. Preste atención para establecer si la mano y el pie vuelven a posarse sobre el suelo exactamente al mismo tiempo. O uno después del otro. Para alcanzar mayor exactitud, eleve el brazo en el mismo instante en que deja de inhalar aire. Después, levante la pierna cuando empieza a exhalarlo. Finalmente, mueva brazo y pierna al exhalarlo. Esto mejora la coordinación entre ambas extremidades.

Ahora eleve alternativamente el brazo y la pierna. Observe si al levantar sólo la pierna, sin el brazo, las vértebras lumbares se elevan un poco respecto del suelo, y si el movimiento de esas vértebras es afectado de alguna manera cuando se alza el brazo jun-to con la pierna.

Doble la pierna hacia la derecha; es decir, haga girar la articulación de la cadera, la rodilla y el pie hacia la derecha. A continuación, muy, muy lentamente levante la pierna en esa posición y observe cómo la distinta posición de la pierna influye sobre el movimiento de las vértebras situadas a la altura de la cadera. Si las acciones son ejecu-tadas correctamente, aparecerá una sensación de alargamiento de la columna.

Descanse un momento y observe el cambio operado en el contacto de la pelvis con el suelo, así como la diferencia entre los costados izquierdo y derecho del cuerpo.

Ruede sobre sí mismo hasta yacer de estómago y estire los brazos por encima de la cabeza, muy separados. Abra las piernas y levante con lentitud, al mismo tiempo, el brazo derecho y la pierna del mismo lado. Observe la posición de su cabeza. Repita 25 veces en las tres posiciones de la cabeza: con la mejilla derecha apoyada, con la mejilla izquierda apoyada, con la frente apoyada.

Alce ahora, junto con el brazo y la pierna, la cabeza siguiendo con la mirada la mano. Repita 25 veces y luego vuélvase de espaldas. A continuación repita el movi-miento como antes, alzando a la vez brazo, pierna y cabeza. Observe la forma en que su cuerpo yace sobre el suelo. Determine con exactitud en qué punto es mayor l a presión. Repita el movimiento 25 veces y descanse.

Póngase de pie, camine y verifique las diferencias de sensación en los costados derecho e izquierdo de su cuerpo, en el peso y la longitud aparentes de los brazos y de las piernas. Examine su rostro en el espejo. Fíjese en cuál lado de su cara parece más fresco, en cuál están menos marcados los pliegues y las arrugas y cuál de los ojos está más abierto que el otro.

Repita todos los movimientos detallados en esta lección, pero esta vez sobre el lado izquierdo de su cuerpo.

Finalmente, tiéndase de espaldas y observe que zonas tienen ahora contacto con el suelo, desde los talones hasta la cabeza como lo hizo al comienzo de la lección. To-me nota de los cambios, particularmente a lo largo de la columna vertebral.”

En síntesis:

Una Educación Física Holística y No-Violenta es posible. Los métodos y técni-cas que la posibilitan existen desde hace 45 años. Los profesores y estudiantes de Edu-cación Física poseen facilidad y habilidades para aplicar estos métodos. Resulta necesa-rio, más que cambiar los paradigmas de la Educación Física, simplemente ampliarlos.


Amigos comensales; la mesa está servida, si les parece, pueden pasar a probar y degustar estos nuevos platos. Si finalmente algunos de ellos son de vuestro agrado, po-drán, en la medida que aprendan sus preparaciones, incorporarlos a vuestra mesa y me-nús. Que lo disfruten.




Referencias bibliográficas.

1. Ir a www.monografias.com/trabajos7/holis/holis.shtml
2. Ir a counselingred.com.ar/local-cgi/ToFM/nota51.htm
3. Ir a es.wikipedia.org/wiki/Tomás_de_Aquino
4. Ir a html.rincondelvago.com/dualismo.html
5. Ir a www.ideasapiens.com/psicologia/cognitiva/tercera%20fuerza_%20psic_%20humanista.htm
6. Ir a www.educafisica.com
7. Ir a www.sensoryawareness.org/
8. Ir a es.wikipedia.org/wiki/Gerda_Alexander
9. Ir a inicia.es/de/feldenkrais/
10. Ir a www.focusing.org/
11. Ir a www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=370 - 31k
12. Ir a www.grupoelron.org/quienes/gurdjieff.htm
13. Ir a www.cuatrovientos.net/espiritualidad/lilah.htm
14. Ir a www.zen-deshimaru.com/ES/practice/zazen.html
15. Ir a andrader0.tripod.com/docs/facilitacion/confluente.pdf
16. Ir a www.funlibre.org/EE/XCombariza.html
17. Ir a www.cre-ser.com
18. Ir a www.hakomi.com/
19. Ir a www.antartica.cl/antartica/servlet/LibroServlet?action=fichaLibro&id_libro=57823
20. Ir a www.elmundo.es/elmundosalud/2004/08/02/neuropsiquiatria/1091441311.html
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22. Ir a www.cooperativa.cl/p4_noticias/site/artic/20060330/pags/20060330134749.html
23. Ir a www.danzascirculares.com/
24. Ir a www.eneadanza.com/
25. Ir a www.elfica.cl/temazcal.htm
26. Ir a www.taichikong.org/
27. Ir a violenciaescolar.wordpress.com/
28. Tomado de
29. Tomado de M. Fedenkrais. “Autoconciencia por el movimiento. Págs 103. 112.



Bibliografía.

1. Feldenkrais Moshe. “Autoconciencia por el Movimiento”. Es. Paidos. Buenos Aires, 1985.
2. Brooks, Charles. “Consciencia Sensorial”. ED. La liebre de marzo. Barcelona 1996.

sábado, 12 de abril de 2008

LA PETICION DE LOS OPERATICOS (1998)

LA PETICION DE LOS OPERATICOS

Pato Varas


Erase una vez una señora,
la humanidad, sentada en el vaivén de una mecedora,
la historia.
Con el paso de los siglos señora y mecedora,
cual escultura,
se tornaron una sola.



La historia del hombre empezó en Grecia. Mejor expre-sado, la historia del hombre occidental comienza en Grecia. Aunque la verdad, Grecia no existía, sino las llamadas ciudades-estados. En ellas había dos clases de hombres, los ciudadanos y los esclavos.

La historia del hombre occidental empezó en estas ciuda-des-estados, entre sus ciudadanos. Había hombres dedicados al trabajo y hombres de-dicados al ocio. Estos últimos filosofaban, creaban, hacían arte, dialogaban y entre ellos se amaban. Sin embargo, lo esencial del salto metafísico que habían dado estaba marcado por la libertad. Se habían liberado del pensamiento mítico, cíclico y atribuido a los dioses del Hades, para pensar desde sí mismos: razonaban, hacían uso de la lógi-ca, deducían, inducían y dominaban el uso de la analogía. Eran seres racionales. Querí-an estudiar las causas últimas y primeras de todas las cosas.

Los nacimientos de la filosofía, de la historia y del huma-nismo en Occidente constituyen un mismo proceso al que llamaré “la primera rebe-lión”. En él los hombres libres buscan, liberando su pensar, liberarse del dogma tradi-cional y religioso. Como dice el historiador de la filosofía, W. Windelband, un proceso a través del cual la humanidad occidental va fijando en conceptos científicos su con-cepción del mundo y su estimación de la vida. Paradojalmente, con el paso de los si-glos serán esos mismos anhelos de concepción científica y racional que crearon el humanismo, la filosofía y la historia, en contraposición con las creencias míticas y fol-klóricas, los que anularán el humanismo en los hombres.

El 24 de Germinal de 1794, Maximilien Robespierre, el hombre moderado, cauto, lógico, científico, frío, justo, racional, tímido, incorruptible y que detesta la violencia deja caer la guillotina sobre el cuello de sus dos más entraña-bles amigos y paladines de la Revolución; Danton y Desmoulins. Robespierre en nom-bre del humanismo tiraniza, asesina y traiciona.

Para los ciudadanos libres de Grecia y sus ciudades la vida y el mundo, sus vidas y su mundo estaban regidas por principios y valores. El “kalos kai agazón” era lo más importante. Significaba ser un hombre de verdad. Es decir, un hombre bueno y bello. Etica y estética fundamentaban el andar griego. Hoy las muchachas italianas expresan lo mismo cuando arrullan en los oídos de sus fidan-zattos (pololos): Tu sei bravo. Tu sei un uomo bravo.

Armonía, proporción y medida (mesura) eran las llaves de oro de esos hombres pre-cristianos. En contraposición a los impulsos de eternidad celestial, el humanismo griego se fundó sobre lo finito, es decir en base al poder y lími-te de lo humano.

Entre 1789 y 1795 las ansias de libertad fueran tan su-blimes que cercenaron las cabezas de todos los revolucionarios franceses , incluidas, las del doctor Guillotin y de Henri Sanson, el verdugo. 200 años más tarde, los gritos callejeros de “Revolución o muerte, venceremos” parecen repetir un ciclo trágico más de la historia y sus hombres. Karma murmuran en India, sus sabios , hace más de cinco mil años.

Destetados del Hades los ciudadanos libres se lanzan a construir y crear el humanismo. Pero, para ellos hombres pragmáticos, el humanismo ha de plasmarse en obras. “Res gestae” (cosas hechas) será la frase que acuñaran, algu-nos siglos después, sus herederos culturales, los romanos. El humanismo alcanzará tal esplendor y resplandor en la antigua Grecia, que hoy nos recogemos de profunda admi-ración ante la contemplación de nada más sus ruinas turísticas. Grecia será finita, pe-ro... de larga vida.

En Grecia el humanismo se manifiesta en dos formas: la virtud estética de las obras humanas y el rigor lógico de los conceptos científicos. Es-tas dos formas no se contraponen, como hoy en día, sino que se van integrando desde Homero hasta Platón y Aristóteles. El ciudadano libre griego es capaz de montar sobre sus propios mitos profundas reflexiones que lo hacen , en esencia, ser un hombre digno y orgulloso de su ser hombre. Así, Sísifo, el hombre que por su apego a la vida es con-denado por los dioses a vivir el absurdo, va liberando su dignidad a medida que día a día sube la roca hasta la cima de la montaña desde donde inexorablemente ha de volver a caer. Sísifo, en la reiteración de sus días, aprende a reflexionar y reflexiona con rigor y honestidad. Sísifo aprende que la vida no es un asunto de felicidad, sino de con-gruencia. Sísifo descubre que el hombre no por mortal y trágico deja de ser digno, libre y rebelde aún ante su propia creación y absurdo. Sísifo se hace filósofo en el transcu-rrir de su tormento. Sísifo como arquetipo del humanismo asume que la vida , a pesar del absurdo, vale la pena de ser vivida y que su sentido no está en la búsqueda de una esperanza en el más allá, sino en su dignificación rebelde en el acá. Juzgar que la vida vale la pena o no de ser vivida es la cuestión fundamental de la filosofía, afirma el filo-sofo existencialista, francés y rebelde Albert Camus. Sísifo se hace filósofo a medida que se hace un hombre que asume su condición finita y limitada. Sísifo se hace un hombre humanista en tanto decide que tal condición (del hombre) será la base sobre la cual (el hombre) se enaltecerá. Podrá estar el hombre solo, pero no estará el hombre abandonado. Como afirmaba Heidegger, la condición humana del hombre es su “pre-ocupación” por el hombre.

De este modo el ciudadano libre griego decidió su exis-tencia. Opondría a la creencia y dogma autoritarias, el pensamiento libre. Hasta enton-ces lo que han hecho los hombres, para salir del absurdo y asir lo imposible, es cons-truir sus esperanzadoras nociones de dios y vida eterna. Dirá Chestov: “No se vuelve uno a Dios más que para obtener lo imposible. En cuanto a lo posible, bastan los hom-bres”.

El ciudadano libre griego será en Occidente el primero en afirmar:

“ Dejadme ser mi mismidad. No me neguéis el derecho a valerme por mi mismo. El derecho a enfrentar el universo sentado a la diestra de otros hombres. Permitidme pensar, permitidme crear, permitidme angustiarme con la muer-te, permitidme enorgullecerme de mi condición humana. Dejad que me conozca a mi mismo. Dejad que me acepte a mi mismo. Dejad que me libere de fantasías esclavi-zantes Dejad que sea tan sólo lo que soy”.

Entonces, y no antes nace para Occidente el verdadero y propio Adán. El Adán que narra Vicente Huidobro:

“ ¡Silencio! ¡Soledad! Vasto silencio
de las llanuras muertas.
Solemnes desiertas,
Largamente tendidas bajo el otro
Silencio enorme de los cielos graves
Cobijadoramente luminosos.

Y en medio de los dos grandes silencios
De la tierra y el cielo,
Eternamente cara a cara,
Adán enorme y solo se elevaba
Mudo como una estatua.
¡Y allí clavado medio a medio
Era como el intento
De unir aquellos dos grandes Silencios!
Adán como el que despierta de un gran sueño,
Atónito miraba el universo,
Y como si acabara de surgir de la tierra
Olía todo a ella; ...
...
Adán enorme y solo todo lo miraba. . .
Era el Hombre que ante el mundo se alzaba.
El primer hombre que su mente despertaba
y por entero a contemplar se daba.
Comprendía de las cosas el único designio,
Veía en todo el verdadero sentido
Y todo lo que miraban sus pupilas
Su cerebro adquiría.”

El viaje fue largo y diverso. Al cabo de algunas semanas, Pitágoras llegó a las puertas del templo egipcio. Quería cuanto antes iniciar sus conver-saciones con los doctos y sabios sacerdotes del templo. Podría comentar sus conoci-mientos geométricos y compararlos con la enorme sapiencia astronómicas de estos sacerdotes. El Sumo Sacerdote fue amable y cercano. Apreciaba su inteligencia y su enorme poder de reflexión matemática. Sin embargo, se negó a permitirle acercarse a los sabios. En simples palabras le señaló a Pitagoras que toda conversación realmente profunda y sabia sería imposible e improductiva mientras él, Pitágoras, no aprendiese a respirar. De primeras, el filósofo de Samos, pensó que se trataba de una rara tomadura de pelo egipcia. Pronto, atinó, que el Sumo Sacerdote hablaba en serio. En efecto, Pi-tágoras permaneció varios meses, en la antesala de los sabios egipcios, aprendiendo a respirar, antes que esas puerta de conocimiento se abrieran para él.

Si bien los ciudadanos libres de Grecia desarrollaron el humanismo occidental a partir de la reflexión, eso no significa que una milenaria y profunda tradición de conocimiento no existiera y persistiera antes, durante y después de los griegos. Estos conocimientos, similares en su forma pues se basaban y basan, principalmente, en el uso de la lógica analógica, no eran de carácter dogmático. Res-pondían también al arte de la percepción y reflexión humanas. Sólo que no usaban las formas deductivas e inductivas desarrolladas por el mundo griego, sino la forma analó-gica ( también incluida en los textos de Lógica de Aristóteles). Un saber diverso reco-rrió de esta manera la China milenaria, el Japón, la India, Egipto, el mundo judío, las antiguas culturas europeas e incluso la misma Grecia y Roma. Tanto este Conocimien-to como las obras filosóficas griegas serían sumergidas por muchos siglos para igno-rancia del ser humano, por un grupo humano que a su modo también buscaba un senti-do para el hombre: los cristianos.

Han existido hombres notables en su virtud, bondad y sabiduría en la historia del hombre. Por ejemplo Sócrates, Cristo, el Buda, Mahoma, Gandhi, la madre Teresa. En todos ellos encontramos un rasgo común destacado hasta el dolor: su preocupación por el ser humano, su solidaridad. Estos hombres, con toda seguridad, llamados a compartir sus humanidades, sus conocimientos, sus sabidurías y su bondad y amor por el hombre, no se habrían excluidos unos a otros, sino todo lo contrario habrían permanecido abrazados estrechamente como inseparables hermanos. Sus torpes seguidores, en cambio, unos más que otros, se distinguen y distinguieron por su soberbia excluyente y, fanatismos, capaces del crimen, la mentira y el despotis-mo.

Los cristianos afirman que el Emperador romano Cons-tantino se convirtió al cristianismo y permitió, así, que el mundo romano se cristianiza-ra hasta nuestros dias. A la luz de los hechos históricos fue más bien que los cristianos se convirtieron en emperadores y la cristiandad se romanizó hasta nuestros días.

La historia da cuenta de que, aparentemente, hasta el si-glo doce y siguientes inmediatos, el afán deísta cristiano dominó occidente y soslayó por una parte el profundo legado filosófico griego y, por otra parte, condenó todo co-nocimiento ajeno al propio (el de la biblia y los evangelios) y logró que éste, permane-ciera oculto y subterráneo. Lo ajeno se nombró pagano, lo si profundo, distinto, se ca-ratuló como peligroso.


Centrada en el dogma teista, la edad medieval impulsó y mantuvo una unidad lapidaria que para el siglo XVI estará substancialmente disgrega-da. Curiosamente, los cambios vendrán, nuevamente, desde Bizancio. Bizancio expor-tará las obras filosóficas griegas muchas desconocidas o escondidas a Occidente. La misma Roma pierde su hegemonía sobre la vida eclesiástica cristiana. Cada lugar quie-re ser una nación y cada nación quiere ser dueña de su religión. El slogan es un mismo Cristo pero diversas iglesias (luteranas, anglicanas, calvinistas; la disgregación llega hoy hasta los mormones y la secta Moon). La cultura laica se fortalece frente a la cul-tura eclesiastica,dirá W.Windelband. A la Edad Media le sucede la llamada Epoca Moderna. El centralismo romano-cristiano es descentralizado. El latín comienza a mo-rir. Llegamos al Renacimiento.

Renacimiento porque renacen el espíritu filosófico y científico. Renacimiento porque los hombres volcados a deshacerse de sus ligaduras y lastimaduras mentales, que les han provocado ¡dos mil años! de sumisión y descono-cimiento, retoman con nuevos bríos y entusiasmo el humanismo que caracterizara a Grecia. Pero esta vez, el afán racionalista fragmentará en dos el pensamiento. Habrá un pensamiento humanístico y otro científico-natural. La línea divisoria la pondrá el año de 1.600 después de Cristo.

El Renacimiento se llama Renacimiento porque lo que en él renace es el humanismo de la antigua Grecia. Sus obras aparecen, venidas desde Bizancio, en Florencia y Roma. El conocimiento de los originales griegos y la difusión de la cultura humanista provocan en Italia, Alemania, Francia e Inglaterra un movi-miento de oposición a la escolástica que sólo vendrá a tener un respiro (la escolástica) con Franco en la España reciente.

El humanismo moderno se opone a la particular interpre-tación que de la metafísica aristotélica hace el tomismo, a la deducción por autoridad que partía de conceptos prefijados por el poder eclesiástico; al predominio lingüístico del latín ( cosa rara, se enseñó hasta hace algunas décadas en el Liceo Manuel de Sa-las). En síntesis, filosofía y teología se escinden. Neoplatónicos y neo-aristotélicos se disputan el cetro de la filosofía que ha de ser según el santo y seña de la época, una ciencia natural.

En la antigua Grecia había dos clases de hombres ; los ciudadanos y los esclavos. En la Europa renacentista hay dos clases de hombres los ricos y los pobres, unos esclavos ( los pobres) que ni son extranjeros (como en Grecia) ni deben ser ricos porque como justificaba Calderón de la Barca, el papel de ellos es: “Representad bien (el ser pobre) porque Dios es Dios”. En Florencia florece el Rena-cimiento, mientras los pobres van todos los días a recoger las sobras de comida que botan desde el Palacio de los Médicis; Con los restos de papas, carne, porotos y pan puestos en vasijas de barro al horno darán vida al más típico plato de la comida tosca-na, “la florentina” ( hoy una mezcla de menestrón, porotos blancos, tajadas de pan, queso parmesano y aceite de oliva). Con los restos de verduras y tomate reunidos frei-rán una salsa para compartir con restos de hogaza. Con el humanismo renacentista quedan lanzadas las semillas de la “segunda rebelión” y esta vez la rebelión saltará de metafísica a social.

Camille Desmoulins se encaramó a la mesa, en las afue-ras del Palais Royal. Estaba rodeado por todos lados. Desde el café las ventanas se abrieron y también se asomaron esos rostros. Camille Desmoulins levantó la vista y vio que las ventanas de los edificios cercanos también se abrían. Camille Desmoulins pidió que trajeran una silla; la montó sobre la mesa y se subió a ella. Ahora sí podía hablar ; les veía a todos y todos le veían a él. Eran las tres y dos minutos. Observó que había, incluso, policías e informadores. Y empezó a hablar. Sugiere que se organice una insu-rrección armada, que París sea transformado en un campo de batalla. Así, comenzará la Revolución Francesa. La multitud ruge. La multitud comienza a marchar, llevan sus picas, van camino a Las Tullerias. El Rey y la Reina no se dan por aludidos, están en Versalles. Los revolucionarios necesitan pólvora y balas , de qué otro modo podría haber revolución, así es que no queda más que marchar sobre la Bastilla.

El humanismo que inspira a la Revolución dura menos que la Revolución y la revolución misma termina con Napoleón. Sin embargo, los afa-nes de libertad social de la época moderna que reemplazan al grito de libertad metafísi-ca de los humanistas primeros ( los ciudadanos libres de Grecia), persisten. El planeta se cubre de democracias. Las democracias, a veces de orgullo , a veces de decepción. Los hombres se dividen en civiles y militares, como en la antigua Roma.


A un nivel más decisivo, lo que paso a paso se va impo-niendo con las décadas y los siglos no es, el pensamiento humanista, sino el pensa-miento científico. Con el pensamiento científico viene la tecnología, la productividad y la “des-preocupación” por el hombre. Un nuevo dios manda: el progreso. En nombre de él, los hombres aceptan ser esclavos.

Hoy sólo vale lo que es Ciencia. Ciencias exactas; Cien-cias matemáticas; Ciencias físicas, químicas y biológicas. Ciencias naturales; Ciencias sociales. Incluso Ciencias humanas. Ciencias económicas. Ciencia política. En la fa-chada de una iglesia, su nombre: Asamblea Científica de Dios. Sí señor de todo hay en la viña...del señor.

Lamentablemente en la concepción científica lo que pre-domina es la separatividad. Sujeto y objeto son vistos como antagónicos. La ciencia todo lo convierte en objeto, incluso al sujeto. El mundo es un objeto que se observa y estudia. Los seres humanos son objetos que se observan y estudian. Las palabras, las ideas y los valores son objetos que se observan y estudian. Pero nada de esa le quita el malestar al hombre.

El hombre contemporáneo vive en medio de economías industriales incapaces de proveer empleos significativos a las personas e incapaces de satisfacer las necesidades básicas de todos los hombres. Pero sus economistas son cien-tíficos y piensan científicamente.

La ciencia no soluciona la vida de las personas, pero gra-cias a ella sabemos científicamente que los suicidios de adolescentes en Estados Uni-dos suben de treinta diarios. Que más de la mitad de los pacientes en hospitales menta-les, en Estados Unidos, son menores de 21 años. Que , en Estados Unidos, hay más de cuatro millones de esquizofrénicos, más de nueve millones de alcohólicos, más de diez millones de depresivos. Veinte y cinco millones de americanos usan Valium. Polonia y Rusia son líderes mundiales en el consumo de alcohol. Las tasas de suicidio se han duplicado en Francia y Alemania.

Morris Berman sostiene que la visión científica del mun-do es parte integral de la modernidad, de la sociedad masificada y de las situaciones antes descritas. La ciencia, piensa , ha arruinado por completo el planeta. También piensa que el cambio en pos de un nuevo humanismo será dado por una nueva forma de pensamiento: analógico, holístico y creativo.

El modo analógico subyace en el Conocimiento eu-sotérico, en el uso de la metáfora, en el álgebra, en el arte, en los estudios comparados y en el “como sí” de los juegos y representaciones.

El modo analógico pervive en la escritura clásica china, en su Libro de los Cambios ; el I Ching. En el Lilah de la India y su camino hacia la Conciencia Mística. En las profundidades de la Cábala judía, del Tarot egipcio y de las Runas vikingas. En los cuentos de las culturas sufi y árabe.

Vendrá una “tercera rebelión” y esta no será ni metafísi-ca ni social, sino epistemológica. La del hombre analógico sobre la máquina lineal y digital. Los que primero la vislumbrarán serán los hombres que llevan el humanismo en su corazón.

La “tercera rebelión” será, y ya lo está siendo, sobre la base de un paradigma post-cartesiano. Un paradigma donde se reconoce que el enten-dimiento se sustenta en los afectos y que señala que toda visión que reprime o evita los afectos es una visión inexacta del mundo. Esto significa, en profundidad, que las visio-nes que hoy avanzan son aquellas que van derrumbando la distinción entre suje-to/objeto. En la concepción del futuro cercano se asoma ya la idea de que el universo es... emotivo. El nuevo humanismo, que no será un renacer del humanismo occidental, sino un surgimiento del humanismo planetario, con occidente y oriente re-unidos, tam-bién fusionará a Eros y Logos, es decir, el sustento de la Verdad será el Amor. O ex-presado de modo más adecuado, sólo desde el Amor hay Verdad. Habrá, por lo tanto, una ciencia neo-holística, en expresión de Morris Berman.

La cognición holística es una cognición basada en una percepción primaria, ecológica, desde la naturaleza que le señala al hombre : “yo soy mi ambiente”. El “querer al ambiente” sustituirá al “poder sobre el ambiente”. La caída del dualismo sujeto/objeto señalará una re-sensualización del ser humano, es decir, una mejor aproximación a sí mismo y al ambiente desde su propio cuerpo. La experiencia del tacto podrá complementar a la de la visión. La certeza de la realidad vendrá de su “contacto” con ella, es decir, del primado de una relación amorosa con ella, por sobre una “evidencia” científica. Al variar el foco de la percepción , variará la amplitud de la conciencia, entonces lo místico no surgirá de un rito visual y jerarquizado, sino de un sentir interno “tocable” y no mediatizado. Aún más, los hombres libres del futuro cer-cano, en su búsqueda interior y profunda podrán por opción desarrollar su sentido divi-no, taoísta, místico o transpersonal de la vida, pero nada tendrá que ver, éste, con la histórica imposición eclesiástica occidental de un dios primitivo y colegial.

El nuevo humanismo de cuño epistemológico y analógico se cimentará en:

La inseparabilidad de hecho y valor.
La inseparabilidad de naturaleza y ser humano.
la inseparabilidad de fenómeno y observador.
La sabiduría primaria del cuerpo.
La prioridad de calidad sobre cantidad.
La inoperancia de un conocimiento descontextualizado.
La unificación de mente/cuerpo, sujeto/objeto, occiden-te/oriente.
La irreductibilidad de la naturaleza y sus seres.
La revalorización de los procesos naturales.
La revalorización de los ancianos y su integración a los jovenes y niños.
La revalorización de las formas lúdicas de comprensión del mundo y sus culturas.
La comunidad primará por sobre la competencia, la indi-viduación por sobre el individualismo, la interacción por sobre el poder.

Un grupo de operáticos pidió a un amigo investigador que averiguara por qué los seres humanos se emocionaban con la Opera. El inves-tigador viajó por cientos de lugares a lo largo y ancho del mundo y luego de varios años retornó donde sus amigos operáticos.

¿Qué has averiguado? - le preguntaron los operáticos.

-Antes de darles mi respuesta será necesario que les consulte a ustedes por qué os emocionáis cuando escucháis la Opera, pues dado que vosotros sois los únicos seres humanos que escucháis la Opera, tan sólo en vosotros encontraré la respuesta que me habéis solicitado.










LITERATURA CONSULTADA.


BERMAN, MORRIS. “El Reencantamiento del Mundo”. Santiago, Cuatro Vientos. 1987.

CAMUS, ALBERT. “El Mito de Sísifo”. Madrid, Aguilar. 1981.

HUIDOBRO, V. . “Obras Completas”. Santiago, A. Bello. 1976.

MANTEL, HILARY. “La Sombra de la Guillotina”. Barcelona, B.S.A. 1997.

WINDELBAND, W. “Historia General de la Filosofía”. México, El Ateneo. 1956.