miércoles, 15 de octubre de 2008

Ruth Höflich, una lección de vida y de muerte.(2008)

RUTH HÖFLICH, UNA LECCIÓN DE VIDA Y DE MUERTE. (2008)

Pato Varas S

Fue en un taller en el IIDEC de Viña del Mar, su centro. No recuerdo el año, puede haber sido 1982, 1983 o 1984.

– Tengo una puntada en la espalda. Me duele – me dijo.

Comencé una ligera presión en ese lugar. Ruth se quejó sin muchas ganas. Le pedí que probara a dejar salir los sonidos que estaban en su pecho o garganta. Empezó a llorar quedamente. Paulatinamente, su llanto fue más bien de miedo que de pena. Vinieron gritos desgarradores, llenos de pánico y rabia. Ruth borbotaba frases en alemán, para mi in entendibles. Le pedí que las siguiera repitiendo todo el tiempo que quisiera. Ruth gritaba y miraba de soslayo hacia arriba. Pasó el tiempo y Ruth se fue recostando en los cojines. Traspiraba profusamente y mantenía mi mano izquierda apretada. Alguien del grupo sollozaba en silencio. La habitación fue quedando en penumbras.

- ¿Qué estás sintiendo?- le pregunté, después de un largo silencio.

- Tengo mucha rabia. No sabía que tenía tanta rabia con los pilotos de la aviación inglesa. Lo destrozaron todo. No quedó piedra sobre piedra. Hamburgo fue totalmente destruido.

Así Ruth nos fue relatando su vida durante la guerra. El amor de su madre. El desconocimiento de su padre. El temor y terror en aumento que hubo de padecer. El hambre, la desolación y, junto a ello, el orden, la disciplina, el sacrificio permanente que todos, adultos y niños, fueron impelidos a desarrollar. Alrededor de cuarenta años habían pasado cuando Ruth comenzó a cerrar la gestalt; a sanar, a hacerse dueña de su vida, a ser la hermosa Ruth que muchos pudieron y pudimos compartir los años 80’, 90’ y 2000 hasta su reciente partida (2008).

Yo aprendí a vivir la economía de guerra, solía decirme. Podía hacer una sopa con cáscaras de papa o restos de verdura, cuidaba los alimentos de manera sagrada; compraba pan de molde y lo ponía de inmediato en el congelador desde donde lo iba sacando según se necesitara. Hacía una lavaza en un tiesto y en otro, agua limpia, y así, iba lavando la loza y el servicio. No gastaba demás y todo a su alrededor estaba siempre limpio y ordenado.

Me contó que un día (por el año 81) compró pescado y se lo envolvieron en papel de diario. Al llegar a su residencial, en la calle 6 Poniente, se fijó en un aviso que había en el periódico. Se trataba de mi centro en el sector Miraflores de Viña que nunca llegó a funcionar. El aviso decía Centro de Desarrollo Personal EsalenSur y aparecían algunos nombres y teléfonos. Llamó al conocido doctor Raúl Eberhard, él le indicó que seguramente se trataba de su hijo, Raúl Eberhard, que trabajaba conmigo. Así, a través de un aviso añejo de un centro que jamás fue inaugurado, nos conocimos. Quería convertir su residencia en un centro de desarrollo personal. En su espacio se juntaba semanalmente un grupo, practicaban el método de control mental Silva. Fuera de un garaje lleno de cachureos, la residencial, no parecía tener un lugar adecuado para hacer talleres; su living estaba cortado por una chimenea y una habitación amplia estaba arrendada. Conversamos amenamente cerca de dos horas. Al partir de regreso a Santiago me preguntó: Si arreglo el garaje como me ha indicado (había que despejar, alfombrar, pintar las paredes, poner luces indirectas y bajar el techo) ¿haría un taller de terapia gestalt? Era diciembre de 1981. En marzo del 82 me llamó por teléfono. –El garaje está listo, ¿cuando puede hacer el taller? El primer fin de semana de abril inauguramos el IIDEC con ese taller y seguimos, sin parar, hasta noviembre de ese año.

Por ese tiempo, Ruth era una mezcla de entereza, empeño y fragilidad. En los talleres acepto ser vulnerable, dejó atrás su coraza (que le había sido muy necesaria desde su infancia hasta la fundación del IIDEC), cambio algunos hábitos, tanto de alimentación espiritual como corporal, y, mientras su cuerpo fue adelgazando, su alma creció y creció hasta ser la Ruth acogedora y generosa que muchos conocieron y disfrutaron. Pasó de ademanes bruscos y frases exigentes a movimientos livianos y muchas sonrisas. Descubrió y se maravilló aprendiendo experiencialmente. Había en ella, desde entonces, una cierta credulidad ingenua que le permitía probar y participar en cuanto taller, método, libro o técnica se cruzara por delante de ella.

Para fines del 82 me señaló que había participantes interesados(as) en formarse como facilitadores(as), si podría yo preparar algo así, que fuera más allá de sólo dar talleres. Gracias a esa idea, totalmente impulsada por ella, comencé a formar facilitadores y terapeutas gestáltico y no he parado hasta hoy. Así es que mucho de lo que soy se lo debo a ella.

Entre las participantes que cursaron el primer programa, el año 83 estaba Vilma Hanning; otra mujer de antología. Vilma manejaba el tarot psicológico con un arte, pericia, amor y sabiduría excepcional. Fue la maestra de Ruth, en lo referente al dominio de la técnica arquetípica del tarot. Pero Ruth estaba abierta a todo conocimiento, especialmente si había en él algo misterioso, intuitivo o esotérico. Todo lo arquetípico le fascino y lo cultivó; tarot, runas, astrología, numerología, i ching, lilah. Y más allá de todo ello, el gran propósito (como me lo había señalado en nuestra primera conversación) de Ruth (dada su inmensa capacidad administrativa y organizativa) era hacer un Esalen en Chile. Así fue como se embarcó en ese gran proyecto que fue el Centro Holístico de Salamanca. Pero sería varios años más tarde. Antes por más de cinco años ambos trabajamos, codo a codo, en el IIDEC de Viña del Mar. Ella organizando los talleres y yo dirigiéndolos. Fue esa experiencia ganada la que me permitió abrir el programa en el CPEIP en 1986 y llegar a formar miles de facilitadores y con ellos crear equipos de trabajo.

Para el verano de 1987 invité a Ruth al Programa Intensivo que ofrecía en el Cpeip a simplemente darnos su testimonio y contarnos su vida. Desde ese día muchas personas, especialmente mujeres, se declararon admiradoras y, en cierto sentido, seguidoras de Ruth. Si ella había logrado vencerse a sí misma, salir de la maraña depresiva, dejar atrás el pasado doloroso, sonreír con sencillez y derrochar energía optimista, entonces bien valía creer en el propio cambio. Durante los siguientes 20 años lo que Ruth haría sería estudiar, compartir sus experiencias y conocimientos, crear, organizar y administrar el Centro Holístico de Salamanca, viajar y simplemente ser dueña de su vida.

En 1991 participó activamente en la fundación de la Sociedad Chilena de Desarrollo Personal a la cual le brindó su apoyo permanentemente. Completó su formación como facilitadora de desarrollo personal en el Cpeip, para, luego, colaborar activamente en su ejecución ya fuese como coordinadora o como facilitadora-docente. Pronto puso a disposición del programa de formación su centro. Incansablemente organizó, para muchos de nosotros, talleres y seminarios. El 1° Encuentro Internacional de Desarrollo Personal (1996) pude organizarlo y llevarlo a cabo gracias a su apoyo; el Encuentro tuvo lugar en Salamanca y asistió lo más granado del campo del desarrollo personal de Argentina, Ecuador, Colombia y Chile.

Ir a Esalen fue uno de sus sueños logrados. Me contaba con orgullo sencillo cómo había sido escuchada y considerada en el más importante centro de desarrollo personal y psicoterapia humanístico transpersonal del mundo y la hermosa amistad que hizo con esa gran terapeuta que fue Elizabeth Kubler-Ross. Volvió varias veces a su Alemania reconstruida. Tan reconstruida como ella misma. Y lo hizo hasta que su tierra natal pasó de ser una aterradora pesadilla, a ser un pletórico sueño vívido y realizado. Así paso a paso, Ruth, hizo con su vida y en su vida todo lo que quería y necesitaba hacer. El “do it” de la Gestalt fue realidad en ella.

En nuestra relación de más de 25 años nunca hubo una frase de crítica, nunca hubo un mal entendido, nunca un disgusto. Semanas antes de su partida me dijo, como queriendo buscar algo de lo cual excusarse: “Pato, cómo no se me ocurrió contarte que iba a cerrar Viña y comprar en Salamanca. Lo hice de un día para otro sin decírtelo”. Su memoria parecía fallar y la mía también. Días después recordé que sí me lo había contado y me había pedido mi opinión. Ahora recuerdo haberle dicho que me parecía un poco lejos y difícil de hacer funcionar todo el año. No sólo eso; Habíamos ido juntos a Caleu, meses antes, a visitar un sitio que le interesaba comprar.

Entre los años 92 y 95 tuve la oportunidad de realizar talleres en Bariloche, en la casa de otro ser excepcional y gran amigo de Ruth. Me refiero a Mario Conessa, psicólogo, buscador permanente y hombre acogedor por antonomasia. Fue Ruth quien se encargó de conectarme y llevarme a su casa. Diría que con Ruth fuimos, de manera espontánea y sin, quizás, proponérnoslo un cierto equipo, donde íbamos abriendo surcos y plantando semillas. El último surco que Ruth abrió para mi, fue enseñarme el arte del buen morir. Durante los meses que permaneció acostada antes de partir, Ruth me enseñó que la muerte, aunque propia, nunca antecede a la vida. Qué en cada día queda tanto por vivir, disfrutar, compartir, planear y recordar que la muerte no debe ocuparnos. Mis visitas eran habitualmente a mediodía. Era un hora en que solíamos estar a solas, así es que conversábamos a nuestras anchas. Nos reíamos, nos emocionábamos, hacíamos recuerdos, imaginábamos el futuro. Ruth me hacía volver sobre infinidad de talleres, experiencias y momentos terapéuticos que yo ya había olvidado. Disfrutaba contándome cosas que yo había dicho o hecho y que en modo alguno yo recordaba. Creo que sin decírnoslo nos sentíamos hermanos. A veces yo fui el mayor, a veces ella.

Cuando en 2007 comencé a idear la creación del premio: “Facilitador(a) de Trayectoria, a modo de premio nacional de desarrollo personal, sentí la necesidad de establecer condiciones de alta exigencia que permitieran recibir este premio; 25 años de trayectoria me pareció una de esas exigencias necesarias. Haberse reconocido personalmente como facilitador y haber sido socialmente reconocido como tal. Haber realizado aporte significativos en este campo, ya fuese a nivel organizativo, metodológico, creativo, etc. La primera persona que vino a mi mente fue Ruth. Ruth cumplía todas las condiciones. Si Ruth recibía este premio quedaría claramente establecido a quién queríamos premiar y por qué. Ruth fue la primera persona, en Chile, en recibir nuestro premio y muy merecidamente.

En mi última visita, Ruth me dijo, “te tengo un regalo, abre ese cajón”. Había un libro “Sea dueño de su vida”. Conocía su historia con ese libro. Ruth lo había leído en 1980, en él, el autor, un psicólogo americano, mostraba cómo había ocurrido su transformación personal y el cambio en su enfoque profesional como terapeuta. Señalaba a Esalen como la cuna de su cambio y a la terapia Gestalt, el Análisis Transaccional y las técnicas Cuerpo-Mente. Para Ruth fue ese libro el inicio de su transformación y quien la llevó a conocernos. Es un libro de los años 70’. Bueno, me dije, Ruth se ha desprendido de sus bienes (prácticamente regaló su Centro), se ha desprendido de todo lo material. En buena medida se ha desprendido de su cuerpo. Y ahora, al regalarme su libro, se desprende de su talismán. Ya es y fue dueña de su vida. Querida Ruth no me queda más que abrazarte. Gracias por ser mi amiga y maestra.

Era sábado. Estaba enseñando terapia gestalt-hakomi en mi Centro. Sonó el teléfono. Ruth, se nos va, escuché decirme a Mónica. Dos días antes, la última frase de Ruth había sido, cuando empezó a desvanecerse por efectos de la morfina que paliaba el dolor, “Yo no voy a morirme”.

Así no más es, querida Ruth, vives y estás en nuestros corazones. Especialmente, en los de Mónica Videla y Gonzalo Lira que con tanto amor y dedicación, porque sí y ante si, decidieron cuidarte todos tus últimos meses y a quienes va dedicado este escrito. En tu última seguidora y amiga, Alejandra Melus psicóloga del lugar donde reposaste estos meses finales que se hizo más sabia en tu compañía. En todos tus amigos socios del desarrollo personal. En tanto ser humano que te escuchó decir: “Tú puedes”.

El garaje estaba recién pintado, blanco. En su cielo destacaban unas sencillas vigas al aire barnizadas de café. Una alfombra entre lila y beige cubría todo el suelo y muchísimos cojines completaban el arreglo. Habíamos 25 personas, entre ellas, Ruth y yo. Era abril 23 de 1982. Esta historia comenzaba a escribirse.

1 comentario:

  1. UN EMOCIONADO RECUERDO DE RUTH, FUE EN PAINE EL AÑO 90, CREO, UNA EXPERIENCIA EXTRAORDINARIA EN LA COCINA Y EN SUS ENTRETENIDAS CONVERSACIONES, "TODO SE UTILIZA", LUEGO EN EL CPEIP EL 91 EL TAROT FUE LO QUE DESTACO ESE AÑO Y POR SUPUESTO SU LIDERAZGO EN ESA COCINA INMENSA,
    UN FRATERNAL ABRAZO DESDE TALCA.
    HERNÁN PARRA

    ResponderEliminar