lunes, 1 de octubre de 2012

LOS GRILLOS DE RAPA NUI. (1988; actualizado en 2012).



 
LOS GRILLOS DE RAPA NUI. (1988; actualizado en 2012).
                                                                      Dedicado a don Alberto Hotu y toda la comunidad Rapa Nui.
Los navegantes de la vida.
¿Hacemos túneles entre los fardos? No, esta vez no nos encontrarán. Los túneles, entre los fardos de lana, siempre habían fallado. El piloto los dejaba hacer, pero el último día bajaba a las bodegas del barco y revisaba todo. Siempre los encontraban. Fuese mediodía o medianoche terminaban todos nadando hacia la orilla. Nadie había logrado viajar al continente, a conocer Chile, así, hasta ahora. El caso de Carlos Joaquín Rapu era distinto. Él se había ido enfermo y ahora estaba trabajando en Valparaíso.
Levantaron unas tablas en el fondo. Se podía sentir el sonido del mar bajo el casco y oler el agua mugrienta a petróleo, desperdicio y lastre. Era la sentina del barco; su último rincón profundo. No les preocupó, fue más fácil que entrar a las cuevas familiares. Estrechas, oscuras y profundas aberturas que se internan en la roca volcánica de la isla. Eran siete. Siete tenían que ser. Y los siete adolescentes se sumergieron en la sentina. No había más de ochenta centímetros de alto. Veinte de aire. Bajaron algunos fardos laneros y se fueron recostando; el cuerpo en el agua y el petróleo, la cara, bajo las tablas, achatada de aire. Faltaban tres días para el zarpe.
Los siete guerreros navegaron en dirección al sol. Seguían el sueño de Han Maka. Venían desde el país maorí, de un lugar llamado Marae Renga. Ira, Raparenga, Ku’uku’u  A’Huatava, Uure A’Huatava, Ringingi A’Huatava, Nonoma A’ Huatava, y Mako’i Ringiringi A’Huatava fueron los primeros en pisar la isla; ya no se sabe hace cuanto: ¿400? ¿800? ¿1600 años atrás?
Sintieron hambre. Pescaron, hicieron fuego y quedaron satisfechos. Una tortuga los distrajo. Ira intento levantarla, ni él ni sus compañeros lo lograron. Sólo Ku’uku’u, pero fue golpeado por la tortuga. Cuando el rey Hotu Matu’a, su mujer Vakai  A’Heva y la hermana del rey, Ava Rei Pua llegaron a la playa de Anakena, siguiendo la huella en el mar de sus siete guerreros, Ku’uku’u había muerto.
Siete moai miran hacia el mar en las laderas del   Ahu a Kivi. Sus cuencas ciegas vagan hacia la Polinesia, esa región de islas y mar que, aún no ha contado su pasado. A tres mil kilómetros a la redonda nadie respira, ni habla, ni ríe, ni canta, ni danza, sólo los habitantes de Te Pito te Henua, la isla que canta a la vida y calla a la historia.
¿Cómo trajeron a los moai hasta acá?
A los moai no los trajo  nadie;  ellos llegaron solos desde las canteras del volcán Rano Raraku.
¿Y cómo?
Mauá, poder. Eso es todo.
Misterio en la roca, misterio en el mar. Seres de piedra que se deslizan por la isla. Cuerpos fatigados atravesando el océano con el agua hasta el cuello bajo la sentina de un barco.
Habían llevado bastante agua y algo de comer; piñas, guayabas y varias gallinas. Pronto lo poco se acabó. Al cuarto día, cuando zarpó el Allipen, barco de la firma Haverbeck y Skelwert, fletado por la Sociedad Explotadora de Isla de Pascua, estaban pasando hambre. “Sentimos el balanceo del buque ya en viaje a Chile y la aventura nos quitó el hambre, el frío y el temor”. Como sus antepasados, ellos también llevaban sus sueños. “Habíamos conversado mucho, queríamos aprender algo necesario para la isla, para nuestro pueblo y por nosotros mismos. Íbamos para volver; es algo que está en nuestra sangre. Salir y volver. Nosotros somos de acá y viajamos sólo para volver”. Como aquellos cinco jóvenes: Martín Paté (24), Andrés Paté (25), Lucas Pakomio (189, Belisario Rapu (21) y Esteban Pakarati (19) que el 2 de enero de 1944 se hicieron de madrugada al mar. Su bote tenía siete metros de largo y lo habían cargado con cincuenta litros de agua, camotes, plátanos y naranjas. Pronto todo fue destinado al océano, un temporal los invadió del todo. Así, con un cuero de vacuno que los cubrió y luego, ablandado a tiritas en el agua salada, los alimentó, pasaron 24 días. Un transporte norteamericano los avistó el 26 de enero y nueve días después los desembarcó en Antofagasta. Un par de años y todos habían regresado a Rapa Nui.
Cuando los descubrieron ya era tarde para el piloto. Además, a bordo iba Humberto Molina Luco, Intendente de Valparaíso y presidente de la Sociedad Amigos de Isla de Pascua. El martes 1° de febrero de 1949 fueron fotografiados para la primera página del diario La Unión de Valparaíso.
“Luis Paoa Paté (18), Miguel Paoa Ruki (14), Ventura Chávez Hito (18), Valentín Hiroroko Tucki (18), Florentino Hey Hiroroko (18), Pedro Noraco Teao Hiroroko (19) y Alberto Hotu Chávez (18), los siete “pavos” que se embarcaron en el Allipen para venir al continente”. “Desean educarse y aprender para ser útiles en la isla, cuando regresen”, rezaba la leyenda al pie de la foto.
Los descendientes de Hotu Matu’a rey de los piragüeros polinésicos que emigraron a la Isla de Pascua y, como él, descendientes de  Kupe, descubridor de Tiritiri o Te Moana, el país de las brumas altas (hoy Nueva Zelanda) empezaban a unir, para su pueblo, más de mil años de cultura en viaje por el océano.

El pueblo maorí, de la mano de Kupe, se multiplicó y adaptó a la geografía, clima y alimentación de esas dos grandes islas pegadas a Australia. Cultivaron, como hasta hoy sucede en Rapa Nui, la papa dulce (jumara) y el taro. Llamaron a la isla del norte Tayika a Maui (el pez de Maui) y a la del sur: Te Wii Panamá, por la abundancia de esa piedra como jade que les adornaba y armaba. Eran grandes navegantes. Desde el río Wii Paoa sus grandes canoas podían salir a viajar, por semanas, por todo mar antes sus ojos, con más de cincuenta remeros pujantes y otros tantos tripulantes. Todos ellos, sea que arribaran a Tiritiri, a Rapa Nui o a Valparaíso, navegaron y arribaron en pos de la vida. Porque sus dioses, el dios Maui de los maoríes, el dios Mané y el Tangara-Manu (hombre pájaro) de los pascuenses eran dioses de la vida.

Los piratas de la muerte.
                Domingo, 5 de abril de 1722. Jacob Regenteen. Holandés. Descubrimiento 27° Latitud Sur. Nombre asignado: Poassers. Traducción: Pascua. Isla de Pascua.
                De la bitácora. “Un indígena se separó de la costa en canoa. Nos encontrábamos aún a dos millas de distancia. Como el hombre se hallaba desnudo, le ofrecimos una pieza de tela, un pescado seco y algunas bagatelas que él se colgó del cuello. Era moreno de tez, pintado de pies a cabeza y cubierto de tatuajes. Sus orejas eran muy largas y caían, alargadas por el peso de grandes pendientes. El hombre era robusto y alto y de aspecto agradable” (Castex: 90)
                La versión de C. F. Behrens, historiador de la expedición: “Uno de los habitantes de la Isla se acercó en una canoa hasta dos millas de distancia. Le hicimos señales para que se dirigiera bordo del buque insignia, donde lo recibimos bien…Su cuerpo estaba tatuado con las más diversas figuras, sus orejas eran sumamente largas y le colgaban sobre las espaldas…le ofrecieron un vaso de vino, pero con gran sorpresa nuestra, en vez de beberlo, lo vertió sobre sus ojos” (Englert: 96).
                La tradición oral en la Isla cuenta que “un descendiente de Ororoine (último sobreviviente de la raza Hanau eepe), hijo o nieto, fue desde el Tahai, a bordo, donde le dieron un vaso de vino y comida, pero no comió ni bebió. Tomó el vaso y se lavó con el vino, derramándoselo sobre la cabeza”.
                Dos días después, al bajar a tierra los marinos (de la versión de Behrens): “Como algunos de ellos osaron tocar nuestras armas, se hizo fuego…el fuego que se había hecho contra ellos causó la muerte de algunos, siendo uno de ellos el que primero había venido a nosotros”. (Englert: 96).
                “Un disparo hiere mortalmente a un indígena en su piragua”. “El nativo subió al barco cargado de presentes para nosotros”. “Los marinos dispararon y mueren diez pascuenses”. “La población se acerca en masa a ofrecer regalos y provisiones”.
                1770. 15 de diciembre. Felipe González. Español. Nominación asignada a la isla: San Carlos. Se levanta un Acta de Posesión. La firma el capitán a nombre del Rey Carlos III y algunos arikis (jefes de la isla). Hacen dibujos similares a los de las tablillas inscritas (Kohau rongorongo). Tres cruces se plantan en el cerro el Poike. Habitantes: 3.000.
                Marzo, 11 de 1774. James Cook. Inglés. “Los indígenas lo acogen con gran alegría”. Ocho días después al continuar el Resolution su viaje, “algunos indígenas han muerto a fuego por hurtar”. Nominación asignada: Easter Island.
                9 de abril de 1786. En la bahía de la Tortuga ancla el Conde de la Pérousse. Francés. Permanencia en la isla: 24 horas. No le pone nombre. De la bitácora: “Cuatrocientos o quinientos indios nos esperaban en la playa; no estaban armados y aunque uno que otro iba cubierto con telas amarillas o blancas, la mayoría estaba totalmente desnudos. Muchos de ellos presentaban tatuajes en el cuerpo y el rostro pintado”. (Castex: 94).
                De temperamento curioso, los indígenas que habían invadido las dos fragatas discutían acaloradamente frente a cada instrumento de navegación, mientras otros medían las diversas partes del barco con trozos de cordel”.
                De la bitácora: “No les pedimos nada a cambio de todo lo que les dimos (ovejas, cabras, cerdos, gallinas, semillas de naranjo, limón, algodón, maíz y otras diversas), pero ellos nos lanzaron piedras y nos robaron”…los gorros.
                Barco Nancy. EE.UU. 1805. Secuestran 22 pascuenses. 10 mujeres y 12 hombres, y zarpan. Tres días después permiten a los prisioneros subir a cubierta. 22 pascuenses saltan al mar y mueren ahogados con la vista clavada en el horizonte.
                1811. Buque ballenero americano Pindos. Los marineros llevan agua, legumbres frescas y muchachas a bordo. A la mañana siguiente las obligan a saltar al agua. Waden, segundo oficial, coge un fusil y les dispara. La tripulación aplaude. Waden es un excelente tirador.
                Rurick. Navío ruso. 1816. El comandante Otto von Kotzebue ordena disparar y reembarcar. Luego narrará que se aterró cuando vio acercarse a los indígenas; “parecían monos, todos pintarrajeados  de rojo y negro”.
                William Beechey. Navegante inglés. 1826. Dice que las mujeres, desnudas, intentaban subir a los botes, mientras los indígenas robaban lo que pillaban. Al desembarcar se ven en la obligación de disparar. Un jefe pascuense cae muerto. Prefieren batirse en retirada y volver al barco. Los nativos son agresivos, les han tirado piedras.

La vida y la brecha.
                Durante cientos de años una cultura florece en la isla Te Pito te Henua. Su gente se ha repartido la tierra; la siembra y la cultiva. Son hermanos del mar. Pescar, nadar, bucear es respirar. El mar es generoso. A veces basta meterse en el agua, juntar las rodillas y atrapar el alimento, entre ellas. Los cantos flotan por todas sus colinas y volcanes. Un jefe quiere ir con otro de pesca o salir a atrapar un ave. Un emisario corre con el mensaje en sus manos hiladas. Lleva un Kai kai:
                “Kia tika korua’l ta’aku tangata ‘amo
                Moenga roaroa,’ia ia te ahí tunu
                Kiakia, haveavea, hiringa te menú”

                Su gente talla, febrilmente, desde pequeño trozo de madera hasta setenta toneladas de roca volcánica. Las ceremonias cubren cada día, cada instante. Un curanto es un contrato; nuestros hijos se casan, una familia se compromete a construirme una embarcación, ha nacido una niña, ha llegado la primavera. Cada acto es un rito sagrado de la vida. Cada acto posee un canto. Un canto para nacer, un canto para vivir, un canto para los peces, un canto para el kiakia. Un canto funerario, un canto de recepción, un canto para amar, un canto para danzar. Una danza para narrar la historia, otra danza para mostrar la pesca. Una danza para atraer al varón, otra danza para enseñar los misterios de la creación. Un tallado que perpetúa  a los Aku Aku (espíritus), un tallado que venera a su reina. Miles de maderas y piedras talladas: pájaros, peces, animales, seres defectuosos, naves nostálgicas, mujeres en embarazo, rostros. Cuerpos tatuados, cuerpos pintados. Un tatuaje de estirpe, una pintura para vestir.
                Y, en medio de tanta vida, su propio sino trágico. La brecha. Dos confederaciones en guerra intestina. Para luego, esa zarpa emboscada del  Poike  donde una raza, la Hanau mamoko, casi extermina a otra, la Hanau eepe. Siglos más tarde, cuando una sociedad “explotadora” británica se encarga de la isla, otra brecha (1895): Ese alambrado de púas que erradica a todas las familias de sus tierras y las confina en Hanga Roa, para que, en su remplazo, irrumpan las ovejas. Veinte mil ovejas que aniquilan sus árboles y la escasa capa vegetal  de la región. Esa brecha que quien la cruza, hombre o animal, será juzgado y condenado. Anakena, playa idílica donde Hotu Matu’a desembarca, vive y muere siglos antes pasa a ser un recuerdo oral. Durante decenas de años los pascuenses no sólo no se bañarán en sus aguas, ni siquiera pisarán sus arenas. Es sólo con un permiso especial o salvoconducto entregado por las autoridades de la isla que, ocasionalmente, los pascuenses podrán transitar por toda ella, ir “al campo”. Cada vez que se hace necesario, el capitán tramitará un permiso escrito para que los isleños crucen el vallado sin tener problemas con la Sociedad Explotadora.
                “Armada de Chile. I Zona Naval, Jefatura Militar Isla de Pascua.
Autorización.
Autorizase a Zelma Tuky Pakarati para que pueda ir al campo, objeto cocinar al Sr. Maziere a contar del 18 de agosto hasta fines de septiembre.
 Isla de Pascua, 17 de agosto de 1964.
Jorge Portillo Orrego. Cap. De Corb. (T.E.A/S), Jefe Militar.
Distribución. 1 Interesado. 2Arch. J.M” (lleva un timbre y una firma). (Z. Maziere: 23).

1976. La brecha al habla. A los niños pascuenses se les ha prohibido hablar su lengua. El desatino es detenido a tiempo y los pascuenses no sólo recuperan la voz, sino que se inicia la enseñanza oral y escrita del rapa nui en la Escuela (hoy Liceo). También en 1966 el vallado ha sido desarmado. Los isleños rescatan su paisaje y sus caminos, pero no sus predios. La tenencia de la tierra es, hasta hoy (2012), el problema fundamental  de la isla.
1986. Hanga Roa. Juzgado de Letras de Isla de Pascua. Secretaría, causa N° 512.
Demandante: Juan Chávez Haoa.
Demandado: Conservador de Bienes Raíces de Isla de Pascua.
Materia: Reclamo del art. 18 Reglamento de B. raíces.
A lo principal; 1. Existe un expediente sobre posesión efectiva de don Nikonore Mariu Manuheuroroa.
2. El señor Conservador ha rechazado la inscripción. Existiría una inscripción sobre el mismo predio a nombre del Fisco de Chile.
3. El decreto ley 2.885 contendría normas especiales sobre el otorgamiento de título de dominio en Isla de Pascua.
4. El recurrente señor Juan Chávez Haoa alega dominio exclusivo y absoluto sobre este bien raíz que trata de inscribir.
5. El señor Juan Chávez Haoa es el único heredero de don Nikonore Mariu Manuheuroroa.
6. La solicitud de inscripción del recurrente se aviene con el orden jurídico interno de la nación chilena.
Resuelvo: Ha lugar a lo solicitado en cuanto el Conservador de Bienes Raíces del Departamento de Isla de Pascua deberá acoger a tramitación la solicitud de inscripción del bien raíz individualizado en autos.
Dictada por don Juan Jansana Salazar, Juez Letrado Titular (extracto de la copia fiel y certificada del original).
En 1988 esta causa se encontraba en la Corte de Apelaciones de Valparaíso.

El golpe fatal.
1862. 12 de diciembre. La brecha fatal. La gran brecha contra la propia historia. Barcos piratas peruanos. Ocho. Capitán al mando: Aiguirre. Más de mil pascuenses son secuestrados y esclavizados en las islas Chincha, productoras de guano, en Perú. Con ellos va el último rey, Kamakoi,  su hijo, Maurata, y los sabios Maori Rongorongo (únicos lectores de las, hasta hoy, indescifrables tablillas rongorongo).
Los piratas creen que las islas del Pacífico son granero humano donde pueden saquear y matar. El obispo de Tahití, Stephan Janssen (Tepano Janssen) hace una reclamación al gobierno peruano. Lo apoyan Francia e Inglaterra. Un año más tarde son repatriados cien pascuenses. Están enfermos de viruela. Sólo quince llegan a la isla. Con ellos desembarca la viruela y su epidemia. De 5.000 habitantes con que cuenta Rapa Nui mueren ese año 4.400. Once años más tarde, en 1877, la isla cuenta con solamente 111 habitantes. Ha sido el golpe fatal.

Recibir o dar.
                Devastados pero no aniquilados, los pascuenses claman por protección. En 1887, la cámara francesa discute una petición. La reina de la isla, casada con el francés Dutrou-Bornier (de triste historia en la isla), ha pedido, oficialmente, protección al gobierno de Francia. La bandera francesa flamea en su hogar.
                Freppel y Paul de Cassagnac alegan ante la Cámara francesa. Los indígenas han solicitado antes, en 1872, 1877 y 1881 el protectorado. Interviene el Almirante Krantz: “el Ministerio de Marina ha desechado la idea de proclamar el protectorado francés en 1872 y en 1886” Freppel se indigna y replica: “Señores, la respuesta del señor Ministro de Marina me causa tanto sorpresa como pena. Me extraña que se nos diga que Pascua no tiene ninguna importancia… ¿por qué, entonces, demuestra tanto interés Chile?, ¿por qué, entonces, Napoleón, en 1869, exigió y obtuvo que Chile renunciara definitivamente a toda posibilidad de posesión?” (Castex: 115 y ss.).
                La Cámara francesa delibera. La Cámara decide. “Isla de Pascua no sirve para nada” Los franceses piensan en la utilidad, en lo que pueden recibir.  En Chile, don Policarpo Toro piensa en lo que podríamos dar.
                El 9 de septiembre de 1888 se firma el acuerdo de voluntades. Firman Policarpo Toro y los Arikis Rapa Nui.
                “Los abajo firmantes Jefes de la Isla de Pascua, declaramos ceder para siempre y sin reserva al gobierno de Chile la soberanía plena y entera de la citada isla, reservándonos al mismo tiempo nuestros títulos de jefes de que estamos investidos y de que gozamos actualmente”.
                Policarpo Toro ofrece, en nombre del Gobierno, educación, progreso, respeto y protección. Los predios serán respetados, un buque abastecerá anualmente a la isla y la protegerá del pirateo infame. Habrá educación y trato digno.

No son gatos, son liebres.
                Los siete muchachos pascuenses fueron alojados transitoriamente en la sexta comisaría de Carabineros de Valparaíso. Los tratan bien. Juegan basquetbol y pasean por la feria de la Avenida Argentina. Están emocionados, excitados, asombrados, asustados, encantados.  En una casa ven que cuelgan unos gatos muertos y despellejados. Sienten asco y pánico. Los chilenos comen gatos, ¿qué otras cosas comerán? En la comisaría los tranquilizan; “no son gatos son liebres”. Revisan los tranvías. No entienden. ¿Cómo avanzan sin animales de tiro? Conversan largamente con periodistas que van a entrevistarlos. Dominan el castellano. Insisten: “somos chilenos, no nos traten de pascuenses, somos chilenos”. Florentino y Valentín quieren ser agricultores, Pedro Teao, mecánico, y Alberto Hotu, “de sano entusiasmo y extraordinaria viveza”, desea ser enfermero de la Armada. Obtienen becas del presidente para estudiar y empiezan a trabajar. Augusto Hagel ocupa a seis de ellos en las obras del liceo. En el mismo barco ha viajado la primera mujer pascuense que visita el continente: Anita Antonieta Rapahango, de dieciocho años. Ella ha sido invitada especialmente por el intendente y estudiara para matrona.
                Los siete muchachos pascuenses están felices. Desde 1946, como muchos otros jóvenes, han estado intentando embarcarse de “pavos” y llegar al continente. Estudiarán y aprenderán de zapatería, de agricultura, de mecánica, de carpintería, de soldadura, de enfermería. Y luego, volverán a su lejana isla, para ayudar a su gente a construir y reconstruir su propio sentido.

El fuego iniciador.
                Isla de Pascua. Febrero de1988.Se ha celebrado la Tapati Rapa Nui (la semana pascuense). Han sido siete días alucinantes y las más hermosas tradiciones y los más primitivos ritos han sido revividos. Doña Verónica Atán, al compás de una piedra, ha cantado un antiquísimo Kiu (canto antiguo). Las hermanas Pakarati, una vez más, han recreado los más hermosos Kai Kai  (mensajes cantados y acompañados de figuras hechas con cordel entre los dedos). Erito, el esposo de mi amiga Vicky Haoa, ha mostrado su pasión por el buceo, y David, profesor pascuense, se ha deslizado, en un tronco, colina abajo en el juego del peiamo.
                Los korohua (viejos) han entusiasmado a todos bailando el tango pascuense. Los jóvenes han galopado por la calle principal (la Policarpo Toro) tras los honores de sus colores y reinas de la semana. Bailes, curantos, tunuagis, competencias y el impacto mayor: la exhibición de tatuajes y pintura corporal. Un viaje vertiginoso al pasado primario. La piel se me eriza. El ancestro fluye desde las profundidades cavernosas de la isla y se dilata en mi propio estómago. Me parece tocar el fuego iniciador, aquel que plasmó a todas nuestras culturas homínidas y que reubicó el Universo en la perspectiva mágica.

El Krana.
                Nos vamos a pescar con don Alberto Hotu Chávez, jefe del Consejo de Ancianos. Don Alberto volvió. ”Nunca he leído la entrevista que nos hicieron cuando llegamos a Valparaíso. Pero recuerdo que dije lo que quería ser. Quería ser enfermero de la Armada y volver a la isla, trabajar en el leprosorio y en el hospital”. Y lo hizo. De la mano del enfermero naval Hotu, encargado del leprosorio, los leprosos bajaron en 1952, por primera vez, a las orillas azules del roquerío isleño.
                Don Alberto prepara el anzuelo y me advierte del oleaje. Conversamos. - Dice Thor Heyerdahl  que la isla es un misterio resuelto.
- ¿Usted cree Patricio que la Isla de Pascua vaya a ser un misterio resuelto?
-No, don Alberto, no creo que sea un misterio resuelto. ¿Y usted?
- Yo tampoco, pues. ¿Cómo va a ser un misterio resuelto?
                Dice que la “pora” boliviana existe, pero su punta no está cortada y apunta hacia arriba. La nuestra es distinta”.
                Hemos conversado muchas veces y solemos echarnos sus tallas.  “Don Alberto, no me venga con cosas, usted es descendientes de peruanos” (me siento tocando el límite).  Don Alberto se me pone serio.
- Esas son tonterías del Thor. Nosotros somos maoríes. Aquí vino el jefe maorí y su señora hace dos años. Nunca habían estado en la isla. Los llevamos con mi esposa al Rano raraku. Ellos se acercaron despacio a los moais, se sacaron los zapatos, cerraron los ojos y empezaron a palpar los moais. Iban lentamente rodeándolos y haciendo el “cantallora”.
-¿Qué es el “cantallora”?
- Es algo nuestro, muy nuestro. Es alegría y pena, a la vez. Es expresar cantando un sentimiento de júbilo y tristezas. Ellos poseen el “cantallora” igual que nosotros. Y el 79 fue extraordinario. Fue la primera vez que una delegación pascuense iba a Nueva Zelanda. Éramos setenta, y, bajando del avión, los maoríes empezaron a cantarnos el “Krana”.
- Y ¿qué es el krana, don Alberto?
-El krana es un canto que nosotros consideramos únicamente  nuestro y que nunca habíamos cantado en la isla, porque sólo se lo cantábamos a los reyes o arikis. Bajamos del avión y ellos empiezan a cantarnos el krana, que pregunta con qué intenciones viene ese rey al lugar. Y, nosotros, impactados de escucharles a ellos nuestro krana. Y, vamos y les respondemos el canto, porque es nuestro canto y lo sabemos aunque nunca lo hayamos cantado. Y ellos más impactados entonces, de escucharnos cantar su krana, que es su canto propio.  ¿Cómo vamos a ser peruanos? No, son peruanos quienes diezmaron y sepultaron a nuestros sabios y reyes. Nosotros somos chilenos  y pascuenses.
- ¿Qué le impactó más cuando llegó a Valparaíso el año 49?
- El trato. Aquí éramos  “kanacas”, negros. ¿Vio en la tele Kunta Kinte?  La historia de los esclavos  negros en Norteamérica.
- Ah, si,  Raíces.
- Si. Igual nos trataban aquí. Yo a los catorce años debía servir al practicante (el llamado pago de impuestos de los pascuenses) y detenernos al paso del “blanco”, hacernos a un lado y hacerle una reverencia con los brazos cruzados en el pecho. Y llevarle leña. Pero no estoy resentido.  Con él me surgió la idea de ser enfermero y viajar al continente. Al principio no entendía. Los carabineros, en Valparaíso, se reían. Íbamos por la calle y nos hacíamos a un lado y dale con la reverencia. Nos dijeron. “acá ustedes son chilenos e iguales que todos. Somos todos ciudadanos libres. Así que córtenla con humillarse” No entendía. ¿Por qué los chilenos, en el continente, nos trataban como a personas? ¿Por qué, los chilenos,  en el continente nos trataban tan bien y, tan mal, en nuestra propia isla?
                 En Valparaíso, don Alberto aprendió a respirar de un modo distinto y comprendió lo que podía dañar  el aislamiento a un pueblo que queda en manos de funcionarios  mezquinos y prepotentes.
                Volvemos a Hanga Roa. Llueve y la marea ha subido mucho. No hemos pescado nada. Marcelo, amigo de don Alberto, bromea. Le dice a él, “Maiare”.
- ¿Qué es maiare, don Alberto?
- Lo peor, me contesta. Un pascuense que no pesca.

La primera vez.
                Domingo 21 de febrero. 1988. El avión noruego aterrizó en Mataveri. Trae de regreso los restos del moai que representa a la reina Ava Rei Pua. Una parte de los restos han sido, recién, desenterrados  y se espera que calcen con la otra parte que viene en el avión. Toda la población se ha desplazado hasta el aeropuerto. La pieza arqueológica es descendida. Se la une a la que está en tierra, esperándola. Tras cientos de años la cultura rapa nui va a jirones reuniendo sus pedazos porque su identidad subyace viva y grandiosa la propia reina. Y estalla el canto. Porque el canto es el espíritu. Una canción desconocida a los oídos continentales surge en Mataveri. Una canción que, por primera vez, palpa los aires y las brisas de la isla. Una reina ha llegado a Te Pito te Henua y, por primera vez en ese suelo milenario, se canta el Krana. 
                Don Alberto canta, los korohua cantan, los poky cantan, las vahines cantan, y los corazones galopan y por los rostros descienden lágrimas profundas.

El canto de los grillos.
                Amanece. En dos horas aparecerá el avión en que volveré a Santiago. He querido sentir el despertar rapa nui. Toda la isla canta; es el canto permanente de miles y miles de grillos. Pascua, la isla que canta. Los grillos han cantado siempre. Los escucharon los piratas, los guaneros, los moribundos, los moais. Los escuchó Hotu Matu’a y Roggenween, Policarpo Toro y el hermano Eyraud, Ororoine y Kamakoi. Los escucha Hilaria, Benita, David y Pepe. Los escucha don Alberto, los escucho yo. Su canto es el espíritu rapa nui que nos trasciende.
                Un rumor ronco transforma la amanecida. Han sido dos horas de magia. Ha llegado el momento de volar. Pepe Román, Juan Emilio Estay y Jorge Riquelme, nerviosos, me pasan a buscar. Entro al aeropuerto. Los collares de despedida se van sucediendo en mi cuello como abrazos marineros que me acompañaran de por vida. Salgo hacia el avión. Tras la reja llega corriendo mi amiga Vicky Haoa. Me pasa por sobre el alambrado sus collares. Sentimos el desgarro de tres mil kilómetros que nos espera y lloramos.
                Sentado en el avión abro el libro de relatos y poemas que Vicky me ha regalado. Leo los versos de Blanca Hucke Atán:
                E tahi nó me’e tano he riva-riva
                E te varua he kimi atu
                A te kona ta ‘ato’a
                ‘ata ka vara’a ró
                To ‘ona mahahu temeio”.
                “Sólo hay una cosa
                Justa y buena
                El espíritu busca
                Por todas partes
                Hasta que se encuentra
                Con su alma gemela”.

2005.
               He invitado a Ximena, mi esposa, a la isla. Domingo, mediodía.  Nos encontramos con don Alberto.  Surge espontáneo el abrazo hermano. Almorzamos juntos. Don Alberto  es concejal y ha sido el primer alcalde de la isla en democracia (1990).
- Noto hartos cambios, don Alberto.
- Si, nos hemos llenado de taxis, de restaurantes y tiendas. Y de internet. Pero Rapa Nui sigue siendo Rapa Nui, la tradición Rapa Nui no muere ni morirá jamás.
              Días después, con Ximena, vamos al nuevo Liceo. Una construcción magnífica en las afueras de Hangaroa, La Aldea Educativa. Nos ha invitado su Directora, Ana María Arredondo. El  idioma rapa nui se enseña en sus aulas; lo enseña Vicky Haoa. Me pide que le de un taller a sus alumnos. Los chicos van con sus pantalones bien abajo y las lolas con sus faldas colegiales bien arremangadas.  Con ellos nos miramos a los ojos y en sus ojos veo ese brille único y propio de todo Rapa Nui; el de su irrefutable dignidad humana. Rapa Nui es Rapa Nui.

Bibliografía.
CASTEX, L. “Los secretos de la Isla de Pascua”. Ed. Almendros, Santiago, 1974.
ENGLERT, P.S.  “La tierra de Hotu Matu’a”. Ediciones U. de Chile. Santiago, 1974.
MAZIERE, F. “Fantástica Isla de Pascua”. Plaza y Janés. Barcelona, 1972.

(Esta artículo apareció en la Revista de Educación N° 159 de agosto de 1988).






                               
               






lunes, 24 de septiembre de 2012

Don José Ñihuén. (1986)

Don José Ñihuén. Un hombre satisfecho de existir.

Pato Varas



A veces lo que un ser humano requiere y necesita no es tanto una enseñanza o un consejo o una técnica o metodología más; tampoco una crítica o evaluación o diagnóstico. A veces lo que necesitamos es encontrarnos con un ser humano optimista o realista o cálido o profundo. Con un ser que vive y padece como nosotros mismos y que, sin embargo, permanece fiel a sí mismo y dispuesto a acompañarnos en nuestro viaje.

Me tocó tantas veces admirar la grandeza en un hombre pobre o la nobleza en un ser cansado; que he llegado a pensar que el agua sabe dulce en el hombre simple y amarga en el enfermo. Y así, del mismo modo que hombre rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, así el débil es el que más demanda, así sea porque nada posee, así sea porque de sí mismo no se vale. Y antes de enjuiciar, dar. Dar presencia, comprensión, apoyo y entusiasmo.



Hace años conocí a un mapuche pobre a orillas del lago Lleu-Lleu. Vivía con mil pesos al año, de lo que le quedaba al vender su trigo y porotos. Todo un año trabajaba su tierra por catorce sacos de trigo y dos de porotos. Tenía cincuenta y siete años y era tuberculoso. Pero he conocido pocos hombres más llenos de dignidad e igualdad que él. Poseía un lugar en la tierra, concreto y real. Y desde él emergía más poderoso que el “Adán” de Vicente Huidobro. Había tanto orgullo en sus manos y tanta vida en su mirada, que estar junto a él fue, una vez más, sumergirme en lo esencial.

Don José no pedía nada. Se bastaba a sí mismo. Y por eso recibía respeto y compañía. Para aprender, todo lo que había que hacer era estar al lado de él. Nada más. El no hablaba de la vida, la vida hablaba de él. Don José ¿hasta cuándo piensa trabajar? “Cuando en tirando la semilla me de vuelta y vea que el surco me está quedando chueco, no trabajo más”. Así medía el tiempo ese hombre de la tierra. Enclavado entre la lluvia y el barro, no por eso había perdido su sentido. Sus manos eran duras y su alma suave. Don José ¿esta cuadra de maravillas son pa’ los pollos o pa’hacer aceite? No, dijo, “son pa’bonito”. Una cuadra que ocupaba tanto terreno como la chacra de su señora, doña María. ¿Y no es mucho terreno pa’las puras flores, don José? No, aquí hay terreno pa’comer, terreno pa’pasar el año y terreno pa’bonito. A la señora también hay que saberla hacer feliz. Yo podía imaginar a don José volviendo a “la hora de doce”, cuando el sol está arriba, con hambre en el estómago y en la vista. Y mirar su cuadra amarilla como reflejo del sol que le llamaba a su hogar. ¿Dónde vive don José? Siga el sendero pegado al cerro hasta que vea el manchón amarillo, ahí llama.

Ahí llamamos. ¿Diga? Señora, queríamos hablar con usted, gritamos desde la cerca, a unos 80 metros. Espere, va a tener que ser con mi marido. Pasó un tiempo y apareció el mapuche. Era bajo y delgado; se había mojado y peinado el pelo, la camisa era blanca y recién puesta. Caminó cuarenta metros y se detuvo. “Pasen”. Avanzamos los otros cuarenta metros. Así nos dijo, en ese lenguaje de ritos, pueden entrar en mi espacio, una mitad para ustedes, una mitad para mí, conversemos ahora. Nos quedamos en su territorio a orillas del lago. No se queden en la bajada o los van a molestar los animales cuando bajan al agua. A nosotros nos había parecido el mejor lugar. Y cuando venía, por la tardecita, a conversar (le gustaba conversar) hacía igual: cruzaba por entre los árboles hasta un lugar que consideraba el punto equidistante y allí nos encontrábamos. A don José le podían faltar medios (mi mayor aspiración sería tener un caballo, pero no pa’montarlo, se apuró en aclararlo), pero le sobraba sabiduría. No fue nunca a la escuela, y, sin embargo, era no sólo educado sino, a cabalidad, un hombre culto.

William Schutz, el precursor de los Grupos de Encuentro, en su libro “Todos somos uno”, escribe que en el apoyo podemos distinguir, digamos, niveles: las personas que no requieren ni necesitan apoyo, que usualmente tienen una buena interacción y que la disfrutan, pero no la exigen como medio de avance o cambio.

Las personas que todo lo que requieren por apoyo es compañía, personas a las que el hacer en soledad o autosuficientemente les incomoda; ellas prefieren ser acompañadas.

Personas que requieren un apoyo mínimo, traducido en ser acompañadas y retroalimentadas; cuando se les indica cómo van, por dónde van y hacia dónde van, eso les permite fructíferos avances.

Personas que solicitan un apoyo decidido, en términos de compañía, retroalimentación, clarificación de metas, desarrollo del darse cuenta, capacidad de expresión, respaldo, incentivación, paciencia y dedicación.

Personas que exigen que otros hagan las cosas por ellos, parcial, temporal, total o permanentemente; poseen carencias o limitaciones insalvables, pero les es posible concentrar su energía en algún quehacer, de suyo, esperanzador para ellos.

Finalmente, personas para las cuales y en las cuales ningún apoyo es fructífero y todo resulta vano.

Don José era de esos hombres que no requieren ni necesitan apoyo. No porque no tengan penurias y limitaciones, sino porque poseen el don de resolver desde sí su vida, cualquiera que sea, y la dignidad es más valiosa, en ellos, que el beneficio ajeno. Con él aprendí que quien resuelve, qué ayuda o apoyo resulta necesario, no es el que ofrece tal ayuda sino el que la pide. Muchas veces puede sucedernos que lo que nosotros consideramos un problema en la vida de alguien (y lo consideramos así posiblemente porque en nuestra vida sería un problema), en esa persona no es un problema, sino una forma de vida, donde el supuesto “problema” ha sido resuelto con arreglo a esa forma. De este modo resultó que a mí me parecía un grave problema que don José viviera con mil pesos al año (forma de pensar que se me ocurre la mayoría compartimos); sin embargo, para él ése era su desafío existencial y lo había vencido honrosa y hermosamente por decenas de años. ¿Qué podía enseñarle yo a ese hombre si yo no sería capaz de vivir con diez veces ese dinero, mensualmente?

Don José ¿qué compra con los mil pesos? Hago cuatro compras pa’todo el año: yerba mate, manteca, sal y velas. ¿Y los cigarrillos, don José? No, pa’vicio me traen mis hijos. Y don José estaba muy consciente de su forma de vivir. Cuando llegó la última tarde que conversaríamos, me miró largamente a los ojos y me dijo: “Ahora ustedes conocen la historia de la pobreza”. Y me ofreció uno de sus cigarrillos, porque siempre, estimó él, había que compartir. “Un día los suyos, otro día los míos”. Era un asunto de libertad y de dignidad. Yo no fumaba ni fumo, con él sí.

Luego nos quedábamos por la noche, con Roberto, mi amigo viajero, comentando cada frase de don José. Usualmente llorábamos de emoción existencial e intelectual. La sabiduría de don José se medía en su andar y en cada uno de sus pasos. Habíamos sido nosotros los beneficiarios directos de este encuentro mágico.

Hombres profundos que conocen en profundidad la vida. Nada los agobia ni agota. Se han empeñado en vencer, cada día, a la muerte. En ellos el árbol florece y la criatura crece. Cada día rezan en silencio y piden, al Dios de los simples y sencillos, un par de manos para labrar, aire de las montañas para ennoblecer el cuerpo y una sonrisa en el camino para entibiar el alma. Don José ¿conoce pa`l centro? Sí, de joven trabajé en Temuco. ¿Dónde? En un banco. Y ¿qué hacía, don José? "De todo, yo les solucionaba todos los problemas a los del banco. Me dijeron que cuidara la puerta, pero yo hacía de todo. Iba a las casas, también; había mucho que hacer. ¿Por qué se vino, don José? No me gustó, a esa gente no le gusta vivir, andaban siempre entre preocupados y enojados. Fue bueno conocer, siempre es bueno conocer. Pero no había tranquilidad ni aire. Además echaba de menos la tierra". ¿Será que las ganas de vivir surgen de la tierra?.

Llegó el día de la trilla y hubo fiesta y convite. Todos queríamos estar: mujeres, niños y hombres. ¿Quién cuidaría la carpa y los alimentos para que no vengan los perros y los animales a darlo vuelta todo? Yo me quedo, dije. Salieron a la hora de doce. Me quedé en mi propia intimidad intimando con el lago y el atardecer. Entre las penumbras apareció don José. Traía una botella de licor artesano y el pastel que la manda mi señora. Nos sentamos junto al fuego a co-existir. He visto a un hombre satisfecho de existir. Sus catorce sacos de trigo, ensacados. Sus dos sacos de porotos, ensacados. El resto repartido y pagado en trueque. "La próxima semana me iré en carreta a Cañete. Veré a mi hijo, el de Agua Potable y le compraré un presente a mi mujer. A mi hija (de cuarenta años) las trabas pa`l pelo que me encargó. Me las pidió de color verde. Acá todo es verde, verde el suelo, verde los árboles, verde el lago. A veces, el cielo, como las esperanzas, también se pone verde. Verde quiere las trabas pa`l pelo mi hija. Y volveré al día siguiente, con mi manteca, mi yerba, mi sal y mis velas a vivir otro año con el alma verde, de encanto".

martes, 28 de agosto de 2012

Comentarios acerca del Acompañamiento Emocional . (19/05/2012)


Comentarios acerca del Acompañamiento Emocional . (19/05/2012)

Transcripción de comentarios en una sesión del Seminario Avanzado, realizada por Sarala.

Siempre seguimos el criterio del principio de urgencia. La urgencia es la necesidad primordial que está exponiendo la participante en ese momento  y eso es lo que tienen que considerar como primer plano. Dependiendo del participante la acomodación y ampliación de consciencia se pueden simplificar.

Al decir que observaras qué sensación en tu cuerpo te estaba pidiendo la atención, no hubo una respuesta verbal sino que la respuesta fue el inicio de la crispación levemente en la frente, el cambio de colorido en la piel, el gesto de los labios y me parece que lo que va a suceder es una liberación emocional. Lo primero que hice fue tocar la frente. Esos toque suaves, no tienen otro propósito que retroalimentar de una forma no verbal. El cuerpo reacciona tomando nota del tope o toque y lleva la atención a ese lugar y por lo tanto se da cuenta de las sensaciones que hay en esa zona.

Luego comienzas a tragar saliva y en términos generales sabemos que las emociones van del centro hacia afuera y que los movimientos en contra de afuera hacia el centro están conteniendo la emoción, son formas de contención de la emoción. Por lo tanto ahí yo propongo el primer experimento, que es el movimiento contrario, que es carraspear, de adentro hacia afuera. Después de eso fue más fácil el llanto.

Es importante acercarse, toparte o tocarte levemente y lo más fácil es guardar silencio y acompañar en forma no verbal, emitiendo los mismos sonidos o similares a los que está haciendo la participante. Toqué la cabeza y el diafragma. Satisface que ella sepa que la estoy acompañando, satisface que las zonas que toco se van a alertar sensorialmente y como seguimos esa máxima de que toda emoción es una sensación, si en esas zonas hay emociones, seguramente se van a despertar aún más. Pero sin presionar, sin entrar a que si o si tenga que ocurrir, por eso que son toques no más, no son presiones.

Ahí la participante lloró, hubo bastante de eso. Yo estaba acompañando con topes, te tocaba con la rodilla el brazo, te tocaba la cabeza y con sonidos también, pidiéndote que respiraras de vez en cuando porque estabas haciendo muchos cortes de respiración. Esto es simple pero no hay que olvidarlo. El respira te da pausa, energía e ilación. Cuando la persona no respira es una reacción orgánica típica de que la persona centra la atención en algo que le produce un cierto estrés.

¿La pena está en alguna parte del cuerpo?  hay un movimiento de energía, una conexión que sucede desde el diafragma, pecho o abdomen, una conexión emocional que sube hacia la garganta, la boca y los ojos en el caso de la pena y en el caso de la rabia se desplaza hacia las manos, la boca y las piernas. Es evidente que la emocionalidad está en esta zona, (pecho) por decirlo, y que de ahí se mueve. Hay mucha emocionalidad de miedo en las rodillas y en los muslos, posiblemente por una situación de escape. Hay mucha emocionalidad en la espalda, como rabia, rencor. En el rostro y en los hombros  también hay emocionalidad pero el gran centro de emocionalidad es el pecho, el abdomen, la zona del plexo solar, alrededor del diafragma, por eso es que ocurre que la sensación es de movilización de esta zona hacia afuera. ¿Pero será el llanto un bolsón que está ubicado en alguna parte? Yo no creo eso. La respuesta más técnica siguiendo a Reich es: la emoción es un movimiento de contracción o retiro que va hacia el centro, es lo que podríamos llamar la angustia. Ese movimiento en el cuerpo genera contracturas musculares, tanto de las musculaturas voluntarias como involuntarias, esas contracturas se pueden volver crónicas y constituyen un hecho histórico. Pero todo eso parte de un sentimiento que estará en la cabeza, en el cerebro, en el plexo solar, es una mezcla seguramente. Pero en nuestro lenguaje las personas decimos que el sentimiento lo tenemos en un lugar. Se produce una familiaridad entre el sentimiento y la respuesta muscular. La musculatura promueve sensaciones muy nítidas, los órganos no son tan sensoriales. Hay una conexión entre la musculatura y la relación emocional que hacemos, no porque lo hagamos consciente o racionalmente sino porque la contractura está asociada a un fenómeno emocional o a un cuerpo de emociones y por lo tanto si la musculatura se mueve en un sentido u otro, despierta las emociones. Relacionamos el cuerpo con las emociones que vivimos. Hay una base que sería la base del placer y del dolor. Esa es la base más primigenia. Podemos poner después agrado versus desagrado, comodidad versus incomodidad, malestar versus bienestar. Ahí se mueve el cuerpo y llega un momento en que el cuerpo necesita responder aparentemente; dar una respuesta a estas contracturas. El llanto, la rabia, la risa, el miedo, son fenómenos que construye el cuerpo a partir de la contractura, del retiro del cuerpo hasta el centro como forma de defenderse y si se queda esa situación así, genera una necesidad que es volver a la situación anterior (expandida) y eso es lo que nosotros sentimos y traducimos como emoción. No es nada más que la respuesta del cuerpo de querer soltar la contractura y la forma de hacerlo le llamamos emoción. Aquí hay un problema cultural grave ya que las sociedades han menoscabado esta respuesta natural, la han controlado. La respuesta es natural y no cultural.

Sabemos que las emociones van del centro a la periferia, sabemos que es necesario que esta liberación ocurra al menos cuando su cuerpo así lo demanda y más allá de que pueda haber técnicas que promuevan esta liberación, también hay un asunto de que es necesario no tan solo liberar la emoción sino que también controlar la emoción. En esa perspectiva el estar tranquilo acompañando sin presionar permite a la persona ver esta situación dual.

En bioenergética hay una bioenergética suave, otra fuerte y una exageradamente fuerte. Si nos vamos por la fuerte con mucho masaje fuerte, violento y doloroso y por la motivación que la emoción se libere, eso va a ocurrir y tiene un plus a favor que es que la emoción se liberó. Pero tiene un plus en contra que no fue posible en esa circunstancia que la persona observara la pugna que tiene porque la presión obvió la pugna y salió la energía a mata caballo y no hubo posibilidad de tomar contacto con lo que contiene, reprime, bloquea o mantiene la energía ahí sin que salga, porque ese es un motivo también; por algo la persona lo hace y posiblemente hay algo detrás de eso. Es un tema dialéctico, detrás de eso hay una síntesis. Hay algo que queda pendiente y sobre la presión no hay una toma de consciencia acabada y tampoco hay un hacerse cargo de sí mismo y tampoco hay una posibilidad de tomar la responsabilidad de eso Todo queda obviado por la presión exagerada. En cambio si no ocurre eso a lo mejor el proceso no tiene éxito o va a ser más lento, indirecto pero abre la posibilidad de  que exista una comprensión más profunda de la persona de su situación pugnante, que se haga cargo de eso, que lo anote en su acerbo de conocimiento interno y además que cuando toma una vía, se haga responsable de la vía que tomó. Entonces sigue estando el proceso en sus manos. Vamos al otro lado, al que está conteniendo. El lado que contiene tiene sus motivos. El ámbito de las razones tiene que ver con la cantidad de energía que puede movilizarse y lo precario que puede quedar la persona en términos de vulnerabilidad. Tal vez todo eso que se moviliza, por ejemplo el dolor, la persona aún no está en condiciones de masticar eso y digerirlo. El organismo es sabio y si está impidiendo algo es como que está diciendo esto tenemos que hacerlo pero todavía no están las condiciones adecuadas para ello. Puede que en un principio el organismo esté diciendo no me atrevo, tengo miedo. Puede que en unas semanas o meses, dependiendo del método, acompañamiento y el grupo, pueda intentarlo. 

Por ejemplo, XYZ ha dicho no recordar su infancia. Esa es una respuesta del organismo, no es que tenga mala memoria. Hay algo ahí que está diciendo esto no lo quiero recordar porque me hizo mucho daño, porque me dolió, porque aún no estoy en condiciones de masticarlo. Para la teoría debiera ser sanador hacerlo…pero no se puede asegurar. Todos estamos librados a un proceso de experimentación y de ir paso a paso evaluando, reflexionando sobre lo que va sucediendo y la cualidad virtuosa o defectuosa que está teniendo lo que está sucediendo.

Hay algunas personas en el tema de la terapia que tienen una posición  de honestidad radical.   Significa que se promueve el que las personas liberen todo lo que piensan, sienten, perciben de otra persona, que expresen todo lo que son y han sido, en fin honestidad radical y absoluta. Yo creo que en términos ideales eso está bien. Pero hay dos temas. Una es la pugna entre verdad y amor. Una verdad absoluta puede doler al que la emite y al que la recibe. ¿Cuál es el criterio para expresar la verdad? Yo digo que el criterio es que la verdad tiene que ser supeditada a otro valor superior que es el amor. La prudencia es la capacidad de callar cuando la verdad hace daño. Tal vez sea más amoroso tener prudencia y criterio y saber de qué manera, cuándo y cómo se dice la verdad. Tal vez las personas tenemos un cuándo y cómo hacemos estos procesos de liberación emocional, tal vez haya un punto de criterio y prudencia. Eso es lo que hice cuando acompañé a XYZ, la acompaño pero no la presiono, lo que tiene que ver con principios que estoy sustentando.

 Luego XYZ se sienta y ocurre el vaivén. Es un movimiento energético, es una respuesta que se está dando XYZ para ir hacia alguna parte. A nosotros nos compete ayudar a ese movimiento, acompañarlo, nada más. Yo toco para saber cuál es el estado de la situación emocional, porque ese es un indicador bastante bueno de averiguar cuánta emocionalidad contenida hay en las personas, de acuerdo a poder tocar las contracturas musculares y de poder tomar noticia de la temperatura. Donde hay emoción contenida la temperatura es alta, cuando la emoción se retira, hay mucho frío. Tocar con tacto, prudencia y sin ser invasivo. Yo tengo la tesis de que si mantengo la mano en la zona contracturada y la masajeo suavemente, eso va a aumentar la consciencia orgánica del propio cuerpo de la persona sobre esa zona y eso va a generar conexiones que no pasan por la mente. Esa suma de acompañamientos no verbales va creando una situación de contexto favorable para que el organismo pueda expandirse y pueda tomar la decisión de poder liberar.

Luego viene la pena. Esta siempre viene por oleajes. Varios, hay que esperar y seguir acompañando. El proceso no se ha cerrado, es un momento. Obviamente el lenguaje verbal no tiene cabida. A veces puede ser utilizado para facilitar la liberación emocional, pero no con otro propósito. No debiera haber lenguaje que buscara información, que buscara contención, que buscara la aparición de procesos de darse cuenta en la participante. No es el momento. Esto es como un interruptor que para un lado abre una compuerta y cierra la otra. Si te vas a la situación emocional y corporal, se cierra el interruptor mental y verbal y si te vas a la situación verbal y mental, se cierra lo emocional y corporal. Hay que estar ahí, la situación emocional del acompañante está abierta. Si tú nunca has trabajado tu emocionalidad y no estas dispuesto a juntar las aguas, entonces, no estás en condiciones de hacer un acompañamiento emocional cabal. La situación es muy distinta en términos de efectividad y producto. El proceso es un proceso de investigación experimental, por lo tanto es esta situación que se genera un objeto de estudio, donde se generan hipótesis de trabajo, donde se prueban experimentos para probar las hipótesis. Lo ideal es no pensar, sólo percibir. Funcionar sólo con lo que está sucediendo, sin tener que saber las causas. Y sobre esos sucesos estoy proponiendo experimentos para que XYZ conozca las causas, no yo. Eso significa que tampoco hago movimientos para saber. XYZ narra una parte y otra la nombra. Las personas que están interesadas en el contenido y la información van a indagar ahí porque sustentan una teoría de que eso es bueno para la persona. Si tú no tienes esa motivación esa indagación no es indispensable. Lo que me interesa es que ella si sepa. El acompañamiento se vuelve más fenomenológico, porque está solamente en lo que está ocurriendo. Esto es harto trabajo: observarlo y percibirlo, porque el nacimiento del pensamiento y de los constructos del pensamiento vienen precisamente del salto, de que no es necesario que perciba tanto. Con dos o tres cuestiones ya me di cuenta de que se trata, lo resumo, lo sintetizo, hago un constructo y lo paso a la mente. Si no haces eso hay permanentemente un abanico de percepciones ahí funcionando y todas con significaciones mas o menos desconocidas. Habrá algunas personas que requieren respuestas externas. Hay un tema de restricción técnica, que la respuesta se limita a lo que percibo. Algunos querrán respuestas más amplias, más interpretativas, pero desde el enfoque que yo propugno, la investigación científica, así, empieza a ser blanda, muy subjetiva. Aquí obviamente estamos trabajando en el mundo de la subjetividad, pero ponerle más subjetividad, es innecesario. Lo que yo tengo que tratar es que la persona objetivice su subjetividad, que tenga un acceso serio a su subjetividad, no que tenga elementos interpretativos externos. Por lo tanto el acompañamiento va en la dirección de darle insumos para que los ordene, los trabaje, los procese y resuelva a cabalidad. Posiblemente sea un proceso lento, y que algunos experimentos no den resultado.

Yo le pregunto a XYZ: ¿Qué vas a hacer en los próximos 40 años y que quieres ser en los próximos 40 años? No estoy interesado en que la conteste, solo la quiero plantar para que en algún momento conscientemente o no, la elabore. Esta pregunta tiene que ver con que estás resolviendo una parte de tu vida que es pasada, que es bueno resolverla porque hay indicadores que muestran que eso está atravesado, pero esa no es ni siquiera toda tu vida, ni es tu vida, no es tu presente ni tu futuro. Otra pregunta que yo hago en esa misma dirección cuando estas hablando del  daño es si ese daño te está ocurriendo en el presente. Le estoy diciendo en forma indirecta todo este daño no está ocurriendo hoy día. Legítimamente tú estas centrada en el daño que ocurrió, porque ese daño no fue resuelto en ese momento.

 Con eso respondo a la pregunta qué es verdad y que no es verdad. Es todo verdad, lo que pasa es que la persona está centrada en una verdad y tiene miles. No es un dilema entre verdad y mentira. Es un dilema de valoración de las verdades.

 

Ejemplo de R.K. Si una persona habla rápido, lo más probable es que no le hayan prestado atención en la vida.  Yo (Pato V.) no estoy de acuerdo.

Yo me tengo que dar cuenta que la persona habla rápido, pero no tengo que elaborar una hipótesis de por qué habla rápido. Basta con que la persona hable rápido para que yo tenga información para elaborar el experimento, sin necesidad de tener la hipótesis. Habla rápido, si vemos lo teórico, tiene que ver con el principio homeostático. Hemos observado que hay un exceso en esa persona o hay una carencia y eso significa que está fuera de su función homeostática equilibrada. Esto está fuera del equilibrio homeostático entonces va a ser tema de trabajo. El hecho de que una persona esté fuera del punto 0, significa que hay un elemento a trabajar ya que en   los elementos de exceso y carencia, el organismo está permanentemente pugnando por volverlos al punto 0. Lo rápido es una percepción.

F.P.  se juega por la terapia grupal versus la individual, porque lo que ocurre con toda frecuencia  es que el grupo se da cuenta de lo que la persona no se da cuenta y esa retroalimentación es fundamental.  Habemos personas que sobre nosotros mismos hay cosas sobre las cuales no nos damos cuenta y  parece que ese no darse cuenta es una ausencia que debe ser resuelta. Hay una fuerte creencia que el darse cuenta de lo que me sucede es importante que me ocurra. Esta es una afirmación base de la terapia Gestalt: el darse cuenta.

Volviendo al ejemplo de la persona que habla rápido, el segundo elemento a considerar es ¿y esa persona se da cuenta de eso? Ahora de acuerdo a su percepción la persona tendrá que resolver si eso es rápido o lento para ella y si requiere cambio o no. Volvamos al tema de la verdad. La verdad que yo tengo es una referencia pero tampoco es decisiva. La verdad que importa es la verdad que la persona va construyendo. Y en eso operan elementos de significación, valoración, a los cuales tampoco tiene acceso el terapeuta y es posible que la persona tampoco los tenga racionalizados, lo hace no más, pero para la persona es importante que vaya con su anhelo y congruencia. Las situaciones ya vienen cargadas con una valoración por la persona.

En el trabajo con XYZ, sólo llegamos a la liberación de la emocionalidad. No sabemos que historia hay detrás, cuánta significación tiene, de qué se trata. Hay cosas que pueden ser de un proceso de trabajo que continúa.  Si generó el alivio suficiente como para decir esta sesión está cerrada, por hoy este fue el proceso, pero eso no significa que la situación de cambio que aparentemente ella está buscando, lo declare o no, haya ocurrido. Para que ocurriera tienen que pasar otras cosas más, como el hecho de que esto que generó el dolor sea resuelto en términos de todo lo que dejó ahí pendiente, incompleto y tachado, contenido, de eso nos da respuesta la emocionalidad que tiene. Si una persona tiene una emocionalidad de ese nivel, indica que ha habido una contención histórica de la emocionalidad. Significa que se ha tachado, contenido, reprimido los eventos que ocurrieron en esa época de la vida con la significación que tuvieron, que puede que no sea la que tiene hoy día. Puede que hoy la significación esté resuelta. Pero si volvemos y esa situación es revivida recién va a aparecer la significación que tuvo en ese momento anterior.

En el trabajo de Gestalt es posible que el adulto increpe al padre porque trató mal al niño. Eso es un elemento reparador, pero la verdadera reparación es que el niño se exprese ante al padre que lo trató mal. Significa inventar una situación fantasiosa y desde esa posición expresa lo que en esa época no expresó. Y a lo mejor lo que quiere es que su padre le asegure que le ama por que tiene mucho miedo. Así es que lo que el adulto pensaba que era la resolución de la situación pasada, no necesariamente es lo que va a aparecer en la situación “como si fuese real”.

Volviendo al tema investigativo, hay una diferencia entre recordar y evocar las sensaciones. Recordar parece estar estructurado de alguna manera a través de constructos en el lenguaje e imágenes que ven a distancia, los recuerdos son en esencia imágenes. La construcción de los recuerdos tiene un cociente de interpretación para la misma persona y la construcción misma es interpretativa, es decir se construyen las imágenes del recuerdo de acuerdo a un montón de información que se organiza de esa manera. En cambio la evocación de sensaciones es dura, es decir es tal cual es, no viene modificada, es como fue no más. Dónde quedan esas sensaciones, dónde están guardadas y en algún momento, las re vivimos. Y el aporte del Focusing y Hakomi, va en esa dirección; en información de trabajo que es relevante desde el punto de vista de la investigación. En cambio los recuerdos no tienen el mismo peso, la memoria se organiza y es selectiva.