sábado, 12 de abril de 2008

LA PETICION DE LOS OPERATICOS (1998)

LA PETICION DE LOS OPERATICOS

Pato Varas


Erase una vez una señora,
la humanidad, sentada en el vaivén de una mecedora,
la historia.
Con el paso de los siglos señora y mecedora,
cual escultura,
se tornaron una sola.



La historia del hombre empezó en Grecia. Mejor expre-sado, la historia del hombre occidental comienza en Grecia. Aunque la verdad, Grecia no existía, sino las llamadas ciudades-estados. En ellas había dos clases de hombres, los ciudadanos y los esclavos.

La historia del hombre occidental empezó en estas ciuda-des-estados, entre sus ciudadanos. Había hombres dedicados al trabajo y hombres de-dicados al ocio. Estos últimos filosofaban, creaban, hacían arte, dialogaban y entre ellos se amaban. Sin embargo, lo esencial del salto metafísico que habían dado estaba marcado por la libertad. Se habían liberado del pensamiento mítico, cíclico y atribuido a los dioses del Hades, para pensar desde sí mismos: razonaban, hacían uso de la lógi-ca, deducían, inducían y dominaban el uso de la analogía. Eran seres racionales. Querí-an estudiar las causas últimas y primeras de todas las cosas.

Los nacimientos de la filosofía, de la historia y del huma-nismo en Occidente constituyen un mismo proceso al que llamaré “la primera rebe-lión”. En él los hombres libres buscan, liberando su pensar, liberarse del dogma tradi-cional y religioso. Como dice el historiador de la filosofía, W. Windelband, un proceso a través del cual la humanidad occidental va fijando en conceptos científicos su con-cepción del mundo y su estimación de la vida. Paradojalmente, con el paso de los si-glos serán esos mismos anhelos de concepción científica y racional que crearon el humanismo, la filosofía y la historia, en contraposición con las creencias míticas y fol-klóricas, los que anularán el humanismo en los hombres.

El 24 de Germinal de 1794, Maximilien Robespierre, el hombre moderado, cauto, lógico, científico, frío, justo, racional, tímido, incorruptible y que detesta la violencia deja caer la guillotina sobre el cuello de sus dos más entraña-bles amigos y paladines de la Revolución; Danton y Desmoulins. Robespierre en nom-bre del humanismo tiraniza, asesina y traiciona.

Para los ciudadanos libres de Grecia y sus ciudades la vida y el mundo, sus vidas y su mundo estaban regidas por principios y valores. El “kalos kai agazón” era lo más importante. Significaba ser un hombre de verdad. Es decir, un hombre bueno y bello. Etica y estética fundamentaban el andar griego. Hoy las muchachas italianas expresan lo mismo cuando arrullan en los oídos de sus fidan-zattos (pololos): Tu sei bravo. Tu sei un uomo bravo.

Armonía, proporción y medida (mesura) eran las llaves de oro de esos hombres pre-cristianos. En contraposición a los impulsos de eternidad celestial, el humanismo griego se fundó sobre lo finito, es decir en base al poder y lími-te de lo humano.

Entre 1789 y 1795 las ansias de libertad fueran tan su-blimes que cercenaron las cabezas de todos los revolucionarios franceses , incluidas, las del doctor Guillotin y de Henri Sanson, el verdugo. 200 años más tarde, los gritos callejeros de “Revolución o muerte, venceremos” parecen repetir un ciclo trágico más de la historia y sus hombres. Karma murmuran en India, sus sabios , hace más de cinco mil años.

Destetados del Hades los ciudadanos libres se lanzan a construir y crear el humanismo. Pero, para ellos hombres pragmáticos, el humanismo ha de plasmarse en obras. “Res gestae” (cosas hechas) será la frase que acuñaran, algu-nos siglos después, sus herederos culturales, los romanos. El humanismo alcanzará tal esplendor y resplandor en la antigua Grecia, que hoy nos recogemos de profunda admi-ración ante la contemplación de nada más sus ruinas turísticas. Grecia será finita, pe-ro... de larga vida.

En Grecia el humanismo se manifiesta en dos formas: la virtud estética de las obras humanas y el rigor lógico de los conceptos científicos. Es-tas dos formas no se contraponen, como hoy en día, sino que se van integrando desde Homero hasta Platón y Aristóteles. El ciudadano libre griego es capaz de montar sobre sus propios mitos profundas reflexiones que lo hacen , en esencia, ser un hombre digno y orgulloso de su ser hombre. Así, Sísifo, el hombre que por su apego a la vida es con-denado por los dioses a vivir el absurdo, va liberando su dignidad a medida que día a día sube la roca hasta la cima de la montaña desde donde inexorablemente ha de volver a caer. Sísifo, en la reiteración de sus días, aprende a reflexionar y reflexiona con rigor y honestidad. Sísifo aprende que la vida no es un asunto de felicidad, sino de con-gruencia. Sísifo descubre que el hombre no por mortal y trágico deja de ser digno, libre y rebelde aún ante su propia creación y absurdo. Sísifo se hace filósofo en el transcu-rrir de su tormento. Sísifo como arquetipo del humanismo asume que la vida , a pesar del absurdo, vale la pena de ser vivida y que su sentido no está en la búsqueda de una esperanza en el más allá, sino en su dignificación rebelde en el acá. Juzgar que la vida vale la pena o no de ser vivida es la cuestión fundamental de la filosofía, afirma el filo-sofo existencialista, francés y rebelde Albert Camus. Sísifo se hace filósofo a medida que se hace un hombre que asume su condición finita y limitada. Sísifo se hace un hombre humanista en tanto decide que tal condición (del hombre) será la base sobre la cual (el hombre) se enaltecerá. Podrá estar el hombre solo, pero no estará el hombre abandonado. Como afirmaba Heidegger, la condición humana del hombre es su “pre-ocupación” por el hombre.

De este modo el ciudadano libre griego decidió su exis-tencia. Opondría a la creencia y dogma autoritarias, el pensamiento libre. Hasta enton-ces lo que han hecho los hombres, para salir del absurdo y asir lo imposible, es cons-truir sus esperanzadoras nociones de dios y vida eterna. Dirá Chestov: “No se vuelve uno a Dios más que para obtener lo imposible. En cuanto a lo posible, bastan los hom-bres”.

El ciudadano libre griego será en Occidente el primero en afirmar:

“ Dejadme ser mi mismidad. No me neguéis el derecho a valerme por mi mismo. El derecho a enfrentar el universo sentado a la diestra de otros hombres. Permitidme pensar, permitidme crear, permitidme angustiarme con la muer-te, permitidme enorgullecerme de mi condición humana. Dejad que me conozca a mi mismo. Dejad que me acepte a mi mismo. Dejad que me libere de fantasías esclavi-zantes Dejad que sea tan sólo lo que soy”.

Entonces, y no antes nace para Occidente el verdadero y propio Adán. El Adán que narra Vicente Huidobro:

“ ¡Silencio! ¡Soledad! Vasto silencio
de las llanuras muertas.
Solemnes desiertas,
Largamente tendidas bajo el otro
Silencio enorme de los cielos graves
Cobijadoramente luminosos.

Y en medio de los dos grandes silencios
De la tierra y el cielo,
Eternamente cara a cara,
Adán enorme y solo se elevaba
Mudo como una estatua.
¡Y allí clavado medio a medio
Era como el intento
De unir aquellos dos grandes Silencios!
Adán como el que despierta de un gran sueño,
Atónito miraba el universo,
Y como si acabara de surgir de la tierra
Olía todo a ella; ...
...
Adán enorme y solo todo lo miraba. . .
Era el Hombre que ante el mundo se alzaba.
El primer hombre que su mente despertaba
y por entero a contemplar se daba.
Comprendía de las cosas el único designio,
Veía en todo el verdadero sentido
Y todo lo que miraban sus pupilas
Su cerebro adquiría.”

El viaje fue largo y diverso. Al cabo de algunas semanas, Pitágoras llegó a las puertas del templo egipcio. Quería cuanto antes iniciar sus conver-saciones con los doctos y sabios sacerdotes del templo. Podría comentar sus conoci-mientos geométricos y compararlos con la enorme sapiencia astronómicas de estos sacerdotes. El Sumo Sacerdote fue amable y cercano. Apreciaba su inteligencia y su enorme poder de reflexión matemática. Sin embargo, se negó a permitirle acercarse a los sabios. En simples palabras le señaló a Pitagoras que toda conversación realmente profunda y sabia sería imposible e improductiva mientras él, Pitágoras, no aprendiese a respirar. De primeras, el filósofo de Samos, pensó que se trataba de una rara tomadura de pelo egipcia. Pronto, atinó, que el Sumo Sacerdote hablaba en serio. En efecto, Pi-tágoras permaneció varios meses, en la antesala de los sabios egipcios, aprendiendo a respirar, antes que esas puerta de conocimiento se abrieran para él.

Si bien los ciudadanos libres de Grecia desarrollaron el humanismo occidental a partir de la reflexión, eso no significa que una milenaria y profunda tradición de conocimiento no existiera y persistiera antes, durante y después de los griegos. Estos conocimientos, similares en su forma pues se basaban y basan, principalmente, en el uso de la lógica analógica, no eran de carácter dogmático. Res-pondían también al arte de la percepción y reflexión humanas. Sólo que no usaban las formas deductivas e inductivas desarrolladas por el mundo griego, sino la forma analó-gica ( también incluida en los textos de Lógica de Aristóteles). Un saber diverso reco-rrió de esta manera la China milenaria, el Japón, la India, Egipto, el mundo judío, las antiguas culturas europeas e incluso la misma Grecia y Roma. Tanto este Conocimien-to como las obras filosóficas griegas serían sumergidas por muchos siglos para igno-rancia del ser humano, por un grupo humano que a su modo también buscaba un senti-do para el hombre: los cristianos.

Han existido hombres notables en su virtud, bondad y sabiduría en la historia del hombre. Por ejemplo Sócrates, Cristo, el Buda, Mahoma, Gandhi, la madre Teresa. En todos ellos encontramos un rasgo común destacado hasta el dolor: su preocupación por el ser humano, su solidaridad. Estos hombres, con toda seguridad, llamados a compartir sus humanidades, sus conocimientos, sus sabidurías y su bondad y amor por el hombre, no se habrían excluidos unos a otros, sino todo lo contrario habrían permanecido abrazados estrechamente como inseparables hermanos. Sus torpes seguidores, en cambio, unos más que otros, se distinguen y distinguieron por su soberbia excluyente y, fanatismos, capaces del crimen, la mentira y el despotis-mo.

Los cristianos afirman que el Emperador romano Cons-tantino se convirtió al cristianismo y permitió, así, que el mundo romano se cristianiza-ra hasta nuestros dias. A la luz de los hechos históricos fue más bien que los cristianos se convirtieron en emperadores y la cristiandad se romanizó hasta nuestros días.

La historia da cuenta de que, aparentemente, hasta el si-glo doce y siguientes inmediatos, el afán deísta cristiano dominó occidente y soslayó por una parte el profundo legado filosófico griego y, por otra parte, condenó todo co-nocimiento ajeno al propio (el de la biblia y los evangelios) y logró que éste, permane-ciera oculto y subterráneo. Lo ajeno se nombró pagano, lo si profundo, distinto, se ca-ratuló como peligroso.


Centrada en el dogma teista, la edad medieval impulsó y mantuvo una unidad lapidaria que para el siglo XVI estará substancialmente disgrega-da. Curiosamente, los cambios vendrán, nuevamente, desde Bizancio. Bizancio expor-tará las obras filosóficas griegas muchas desconocidas o escondidas a Occidente. La misma Roma pierde su hegemonía sobre la vida eclesiástica cristiana. Cada lugar quie-re ser una nación y cada nación quiere ser dueña de su religión. El slogan es un mismo Cristo pero diversas iglesias (luteranas, anglicanas, calvinistas; la disgregación llega hoy hasta los mormones y la secta Moon). La cultura laica se fortalece frente a la cul-tura eclesiastica,dirá W.Windelband. A la Edad Media le sucede la llamada Epoca Moderna. El centralismo romano-cristiano es descentralizado. El latín comienza a mo-rir. Llegamos al Renacimiento.

Renacimiento porque renacen el espíritu filosófico y científico. Renacimiento porque los hombres volcados a deshacerse de sus ligaduras y lastimaduras mentales, que les han provocado ¡dos mil años! de sumisión y descono-cimiento, retoman con nuevos bríos y entusiasmo el humanismo que caracterizara a Grecia. Pero esta vez, el afán racionalista fragmentará en dos el pensamiento. Habrá un pensamiento humanístico y otro científico-natural. La línea divisoria la pondrá el año de 1.600 después de Cristo.

El Renacimiento se llama Renacimiento porque lo que en él renace es el humanismo de la antigua Grecia. Sus obras aparecen, venidas desde Bizancio, en Florencia y Roma. El conocimiento de los originales griegos y la difusión de la cultura humanista provocan en Italia, Alemania, Francia e Inglaterra un movi-miento de oposición a la escolástica que sólo vendrá a tener un respiro (la escolástica) con Franco en la España reciente.

El humanismo moderno se opone a la particular interpre-tación que de la metafísica aristotélica hace el tomismo, a la deducción por autoridad que partía de conceptos prefijados por el poder eclesiástico; al predominio lingüístico del latín ( cosa rara, se enseñó hasta hace algunas décadas en el Liceo Manuel de Sa-las). En síntesis, filosofía y teología se escinden. Neoplatónicos y neo-aristotélicos se disputan el cetro de la filosofía que ha de ser según el santo y seña de la época, una ciencia natural.

En la antigua Grecia había dos clases de hombres ; los ciudadanos y los esclavos. En la Europa renacentista hay dos clases de hombres los ricos y los pobres, unos esclavos ( los pobres) que ni son extranjeros (como en Grecia) ni deben ser ricos porque como justificaba Calderón de la Barca, el papel de ellos es: “Representad bien (el ser pobre) porque Dios es Dios”. En Florencia florece el Rena-cimiento, mientras los pobres van todos los días a recoger las sobras de comida que botan desde el Palacio de los Médicis; Con los restos de papas, carne, porotos y pan puestos en vasijas de barro al horno darán vida al más típico plato de la comida tosca-na, “la florentina” ( hoy una mezcla de menestrón, porotos blancos, tajadas de pan, queso parmesano y aceite de oliva). Con los restos de verduras y tomate reunidos frei-rán una salsa para compartir con restos de hogaza. Con el humanismo renacentista quedan lanzadas las semillas de la “segunda rebelión” y esta vez la rebelión saltará de metafísica a social.

Camille Desmoulins se encaramó a la mesa, en las afue-ras del Palais Royal. Estaba rodeado por todos lados. Desde el café las ventanas se abrieron y también se asomaron esos rostros. Camille Desmoulins levantó la vista y vio que las ventanas de los edificios cercanos también se abrían. Camille Desmoulins pidió que trajeran una silla; la montó sobre la mesa y se subió a ella. Ahora sí podía hablar ; les veía a todos y todos le veían a él. Eran las tres y dos minutos. Observó que había, incluso, policías e informadores. Y empezó a hablar. Sugiere que se organice una insu-rrección armada, que París sea transformado en un campo de batalla. Así, comenzará la Revolución Francesa. La multitud ruge. La multitud comienza a marchar, llevan sus picas, van camino a Las Tullerias. El Rey y la Reina no se dan por aludidos, están en Versalles. Los revolucionarios necesitan pólvora y balas , de qué otro modo podría haber revolución, así es que no queda más que marchar sobre la Bastilla.

El humanismo que inspira a la Revolución dura menos que la Revolución y la revolución misma termina con Napoleón. Sin embargo, los afa-nes de libertad social de la época moderna que reemplazan al grito de libertad metafísi-ca de los humanistas primeros ( los ciudadanos libres de Grecia), persisten. El planeta se cubre de democracias. Las democracias, a veces de orgullo , a veces de decepción. Los hombres se dividen en civiles y militares, como en la antigua Roma.


A un nivel más decisivo, lo que paso a paso se va impo-niendo con las décadas y los siglos no es, el pensamiento humanista, sino el pensa-miento científico. Con el pensamiento científico viene la tecnología, la productividad y la “des-preocupación” por el hombre. Un nuevo dios manda: el progreso. En nombre de él, los hombres aceptan ser esclavos.

Hoy sólo vale lo que es Ciencia. Ciencias exactas; Cien-cias matemáticas; Ciencias físicas, químicas y biológicas. Ciencias naturales; Ciencias sociales. Incluso Ciencias humanas. Ciencias económicas. Ciencia política. En la fa-chada de una iglesia, su nombre: Asamblea Científica de Dios. Sí señor de todo hay en la viña...del señor.

Lamentablemente en la concepción científica lo que pre-domina es la separatividad. Sujeto y objeto son vistos como antagónicos. La ciencia todo lo convierte en objeto, incluso al sujeto. El mundo es un objeto que se observa y estudia. Los seres humanos son objetos que se observan y estudian. Las palabras, las ideas y los valores son objetos que se observan y estudian. Pero nada de esa le quita el malestar al hombre.

El hombre contemporáneo vive en medio de economías industriales incapaces de proveer empleos significativos a las personas e incapaces de satisfacer las necesidades básicas de todos los hombres. Pero sus economistas son cien-tíficos y piensan científicamente.

La ciencia no soluciona la vida de las personas, pero gra-cias a ella sabemos científicamente que los suicidios de adolescentes en Estados Uni-dos suben de treinta diarios. Que más de la mitad de los pacientes en hospitales menta-les, en Estados Unidos, son menores de 21 años. Que , en Estados Unidos, hay más de cuatro millones de esquizofrénicos, más de nueve millones de alcohólicos, más de diez millones de depresivos. Veinte y cinco millones de americanos usan Valium. Polonia y Rusia son líderes mundiales en el consumo de alcohol. Las tasas de suicidio se han duplicado en Francia y Alemania.

Morris Berman sostiene que la visión científica del mun-do es parte integral de la modernidad, de la sociedad masificada y de las situaciones antes descritas. La ciencia, piensa , ha arruinado por completo el planeta. También piensa que el cambio en pos de un nuevo humanismo será dado por una nueva forma de pensamiento: analógico, holístico y creativo.

El modo analógico subyace en el Conocimiento eu-sotérico, en el uso de la metáfora, en el álgebra, en el arte, en los estudios comparados y en el “como sí” de los juegos y representaciones.

El modo analógico pervive en la escritura clásica china, en su Libro de los Cambios ; el I Ching. En el Lilah de la India y su camino hacia la Conciencia Mística. En las profundidades de la Cábala judía, del Tarot egipcio y de las Runas vikingas. En los cuentos de las culturas sufi y árabe.

Vendrá una “tercera rebelión” y esta no será ni metafísi-ca ni social, sino epistemológica. La del hombre analógico sobre la máquina lineal y digital. Los que primero la vislumbrarán serán los hombres que llevan el humanismo en su corazón.

La “tercera rebelión” será, y ya lo está siendo, sobre la base de un paradigma post-cartesiano. Un paradigma donde se reconoce que el enten-dimiento se sustenta en los afectos y que señala que toda visión que reprime o evita los afectos es una visión inexacta del mundo. Esto significa, en profundidad, que las visio-nes que hoy avanzan son aquellas que van derrumbando la distinción entre suje-to/objeto. En la concepción del futuro cercano se asoma ya la idea de que el universo es... emotivo. El nuevo humanismo, que no será un renacer del humanismo occidental, sino un surgimiento del humanismo planetario, con occidente y oriente re-unidos, tam-bién fusionará a Eros y Logos, es decir, el sustento de la Verdad será el Amor. O ex-presado de modo más adecuado, sólo desde el Amor hay Verdad. Habrá, por lo tanto, una ciencia neo-holística, en expresión de Morris Berman.

La cognición holística es una cognición basada en una percepción primaria, ecológica, desde la naturaleza que le señala al hombre : “yo soy mi ambiente”. El “querer al ambiente” sustituirá al “poder sobre el ambiente”. La caída del dualismo sujeto/objeto señalará una re-sensualización del ser humano, es decir, una mejor aproximación a sí mismo y al ambiente desde su propio cuerpo. La experiencia del tacto podrá complementar a la de la visión. La certeza de la realidad vendrá de su “contacto” con ella, es decir, del primado de una relación amorosa con ella, por sobre una “evidencia” científica. Al variar el foco de la percepción , variará la amplitud de la conciencia, entonces lo místico no surgirá de un rito visual y jerarquizado, sino de un sentir interno “tocable” y no mediatizado. Aún más, los hombres libres del futuro cer-cano, en su búsqueda interior y profunda podrán por opción desarrollar su sentido divi-no, taoísta, místico o transpersonal de la vida, pero nada tendrá que ver, éste, con la histórica imposición eclesiástica occidental de un dios primitivo y colegial.

El nuevo humanismo de cuño epistemológico y analógico se cimentará en:

La inseparabilidad de hecho y valor.
La inseparabilidad de naturaleza y ser humano.
la inseparabilidad de fenómeno y observador.
La sabiduría primaria del cuerpo.
La prioridad de calidad sobre cantidad.
La inoperancia de un conocimiento descontextualizado.
La unificación de mente/cuerpo, sujeto/objeto, occiden-te/oriente.
La irreductibilidad de la naturaleza y sus seres.
La revalorización de los procesos naturales.
La revalorización de los ancianos y su integración a los jovenes y niños.
La revalorización de las formas lúdicas de comprensión del mundo y sus culturas.
La comunidad primará por sobre la competencia, la indi-viduación por sobre el individualismo, la interacción por sobre el poder.

Un grupo de operáticos pidió a un amigo investigador que averiguara por qué los seres humanos se emocionaban con la Opera. El inves-tigador viajó por cientos de lugares a lo largo y ancho del mundo y luego de varios años retornó donde sus amigos operáticos.

¿Qué has averiguado? - le preguntaron los operáticos.

-Antes de darles mi respuesta será necesario que les consulte a ustedes por qué os emocionáis cuando escucháis la Opera, pues dado que vosotros sois los únicos seres humanos que escucháis la Opera, tan sólo en vosotros encontraré la respuesta que me habéis solicitado.










LITERATURA CONSULTADA.


BERMAN, MORRIS. “El Reencantamiento del Mundo”. Santiago, Cuatro Vientos. 1987.

CAMUS, ALBERT. “El Mito de Sísifo”. Madrid, Aguilar. 1981.

HUIDOBRO, V. . “Obras Completas”. Santiago, A. Bello. 1976.

MANTEL, HILARY. “La Sombra de la Guillotina”. Barcelona, B.S.A. 1997.

WINDELBAND, W. “Historia General de la Filosofía”. México, El Ateneo. 1956.

1 comentario:

  1. Master, gránde !
    Siempre me pasa que me emociono cuando te escucho o te leo.. Tienes una cualidad que no sé de dónde viene.., aunque lo sospecho.
    Quizá ya no te caben más felicitaciones, pero sí gratitud y reconocimiento, por esta gran obra, por todos estos desinteresados aportes..
    un abrazo, siempre !
    VhiK.

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