sábado, 12 de abril de 2008

CLAVES Y DIRECTRICES EN DESARROLLO PERSONAL.

CLAVES Y DIRECTRICES EN DESARROLLO PERSONAL.

PATO VARAS S



La modalidad natural del trabajo grupal para el desarrollo interper-sonal es lo que denominados: el taller.

Existen diversas modalidades de taller, en lo referente a la utiliza-ción del tiempo.

De sesiones periódicas, por ejemplo una o dos sesiones a la semana.

Residentes de larga duración, es decir, semanas o meses.

Tipo maratón, donde se ofrece un conjunto de sesiones de tres horas reloj de duración, seguidas y habitualmente durante un fin de semana o entre tres y siete días.

El taller tipo maratón suele complementarse con el sistema residen-te que incluye estadía, alimentación y cooperación de los participantes, en menor o mayor grado, en las tareas administrativas, comunitarias y de au-togestión.

Si bien este es el taller más complejo, por disponibilidad de tiempo de los participantes, costos y organización, es el más efectivo. Cumple con una directriz, por años probada en este quehacer, cual es que la continui-dad e intensidad de sesiones genera respuestas y mejores condiciones para el trabajo, el cambio y los resultados esperados. Dicho de otro modo, ocho sesiones efectuado en tres días son dos o tres veces más efectivas, por de-cirlo de alguna manera, que ocho sesiones realizadas en ocho semanas, una semanal.

En segundo término, en relación al uso del tiempo, es absoluta- mente necesario comprender que los procesos personales e interpersonales son asuntos de corte fundamentalmente vivencial, experiencial, internos e interactivos, no informativos. Esto requiere de sesiones cuya duración, considera, tiempo para ofrecer las experiencias y "colocar" a los participan-tes en situaciones de trabajo a través de las instrucciones; tiempo, tanto individual como grupal, para la realización de las experiencias y, muy im-portante, tiempo para conversar, comentar, sintetizar, significar, retroali-mentar y evaluar las experiencias, sus procesos y efectos. Por lo tanto, una sesión de trabajo grupal para jóvenes y adultos posee un tiempo esti-mado de duración de tres horas reloj. Este tiempo puede reducirse a niños y púberes (hasta catorce años) a una hora y media a dos horas.

En relación al espacio, el lugar apropiado para el taller es un salón cuya dimensión sea equivalente a dos metros cuadrados por participante como mínimo; así por un taller de veinte participantes se requiere un salón de mínimo cuarenta metros cuadrados (10 x 4, 8 x 5).

Una directriz básica en el trabajo es respetar el principio holístico, según el cual, el quehacer y las experiencias del taller, del grupo serán ex-periencias cuerpo-mente, donde ambos aspectos del ser humano confluyen en la actividad.

Por lo tanto, una clave de trabajo es "sacar a la gente de las sillas". Esto lo logramos al contextualizar el taller en un salón libre de mobiliario, sin sillas ni mesas, un salón amplio, libre de objetos, alfombrado y con só-lo cojines o colchonetas. Es decir, un lugar para el trabajo experiencial, no informativo parlante.
Será un buen aporte al taller si el salón cuenta con calefacción ade-cuada, cierto grado de aislamiento y la posibilidad de colocar música ad hoc. Además, favorecerá enormemente al taller contar con espacios abier-tos cercanos, como parques, jardines, terrazas, donde realizar actividades al aire libre como por ejemplo, ejercicios respiratorios. caminatas, ejerci-cios de percepción o juegos.

Los materiales habituales que apoyan el taller son casetes de música de relajación, de meditación y de bailes o danza, cartulina, papel kraft en pliegos, témperas, lápices de colores y greda.

Ahora bien, una vez iniciado el taller este se construye sobre cuatro grandes pilares:

1. La libertad del participante

Esto implica el respeto a las opciones que toma el participante como estar o no estar en el salón, participar activamente o simplemente escu-char u observar, elegir cuando iniciar, cuando interrumpir o cuando dejar una actividad. Elegir el ritmo, la velocidad y la intensidad con que se vivi-rá sus experiencias y procesos.

2. La responsabilidad del participante

Dada la libertad que toma y se le otorga al participante es, igualmen-te, legítimo, que se haga cargo de su experiencia e interacción en el taller. El participante es libre y responsable de su experiencia y quehacer en el taller. Sus procesos son sus procesos y puede y debe hacerse cargo de ellos.

3. La interactividad
El taller es un trabajo en grupo y, por ende, la interacción, comuni-cación y convivencia entre los participantes genera y marca los contenidos de la experiencia grupal. Cada participante es un espejo que refleja a, y se ve reflejado en los demás. El conocimiento y comprensión de lo humano, la humanidad y el sentido de humanidad sólo se adquieren en la interac-ción.

4. La experiencia interna

El principal objeto de aprendizaje en este proceso es el sujeto mismo. Las respuestas, soluciones y darse cuenta vitales ocurren en el mismo.

La valoración de la propia experiencia es un asunto claro. Conlleva poner la propia experiencia, el acto de experienciación, su significatividad y el conocimiento de su organicidad por sobre el conocimiento entregado por información, a través de libros, descritos o audiovisuales.

Significar y valorar la propia experiencia e interacción es significar y valorar la vida, la existencia y la inseparatividad de individuo y universo.

Si nos proponemos generar ambiente, oportunidades para una in-teracción de mejor calidad es clave que auspiciemos una comunicación natural, abierta, sencilla y sin estereotipos. Esta interacción comienza consigo mismo, desarrollando la capacidad de comunicarnos con nuestro propio cuerpo, nuestras sensaciones, imágenes, percepciones, etc. Esta clave o directriz que podemos enunciar como: “Escucha tu cuerpo" es vá-lida, tanto para los participantes como para el facilitador, monitor o coor-dinador de grupo, y significa conectarnos con el punto inicial de nuestras soluciones, nuestro proceso de darse cuenta y de cambio.
Interaccionar, experienciar, comunicarse son la esencia del taller, por lo tanto, también lo es focalizarse en el presente, en el aquí y ahora de la sesión y desde ahí integrar las situaciones pasadas o futuras que re-quieren atención. El taller no es una conversación acerca de algo, sino una experiencia que incluye ejercicios, actividades, juegos que incluyen conversación, retroalimentación, significación, es decir, conversaciones reales.

En todo caso, cuando las conversaciones concurren al trabajo grupal estas suponen el uso de un lenguaje personalizado, inte-grado y directo. Personalizado significa utilizar adecuadamente los pro-nombres, invitar a los participantes a decir "yo", en vez de "uno", nosotros o ustedes en vez de "alguien", "la gente", etc. Integrado significa considerar la expresión no sólo de las ideas, sino también de sentimientos y sensacio-nes. Directo significa dirigirse a las personas cara a cara, de cerca con un lenguaje simple, sencillo, abierto y tranquilo.

Uno de los aspectos a los cuales el facilitador, monitor o coordinador de grupo es bueno ponga su atención es el fluir de la energía del grupo. La energía de un grupo se relaciona con las necesidades individuales, las po-sibilidades que ofrece el taller, el grupo y el facilitador para satisfacer esas necesidades. En conciencia, con los procesos de inclusión, control y afecto que se van decantando en el grupo.

La energía del grupo, también se relaciona con su capacidad de to-mar decisiones y llevarlas cabo. Si estas decisiones son compartidas por todos o la gran mayoría, y especialmente, si antes de tomarlas han sido expuestas todas sus posibilidades y considerando todos los pareceres.

La energía muchas veces está relacionada con eventos emocionales y un buen facilitador, monitor o coordinador de grupo posee ojo y oído aten-to a reconocer las primeras manifestaciones emocionales y a darles un canal de expresión en que priman la acogida, el apoyo y la aceptación. Las emociones en un taller no se evitan, se integran y procesan. En este sen-tido muchas claves de observación son no-verbales y se refieren a percibir los gestos, posturas, ademanes y respiración que acompañan e indican el sustrato emocional. Precisamente uno de los aspectos que une, integra y desarrollo a un grupo es su capacidad de vivir sus emociones con la mayor naturalidad posible.

De modo que el facilitador, monitor o coordinador de grupo desarro-lla la habilidad de chequear y evaluar el proceso grupal e individual de los participantes permanente y continuamente.

En síntesis, grupos sólidos y profundos son el producto de profun-dos sentimientos compartidos y válidos apoyos otorgados.

Una directriz que favorece la resolución de aspectos tapados dentro del grupo es "hacer explícito lo implícito". Explicitar los sentimientos, el lenguaje, las peticiones, los rechazos, las dudas, los cuestionamientos, las tensiones, las ansias, las expectativas, etc.

La explicitación es más fácil y adecuada si es acompañada de un lenguaje específico y directo.

En resumen, son aspectos claves a considerar en un taller:

• El tiempo
• El espacio
• La libertad
• La responsabilidad
• La interactividad
• La experienciación
• El darse cuenta
• La significatividad
• La energía

Son directrices facilitadoras:

• Darle el tiempo necesario a cada sesión.
• Darle continuidad a las sesiones.
• Hacer algo (experiencias) en vez de conversar acerca de algo.
• Dar máxima importancia a la creación de un ambiente propicio para las experiencias.
• No dejar cosas inconclusas ni pendientes.
• Sacar de las sillas al grupo.
• Integrar cuerpo y mente.
• No manipular.
• No presionar.
• Dar libertad y responsabilidad.
• Experimentar y Experienciar.
• Interactuar.
• Escuchar el propio cuerpo.
• Escucharse a sí mismo.
• Ser abierto, natural y expresivo.
• Personalizar el lenguaje.
• No ir contra la corriente.
• Fluir en el río.
• No evadir las emociones.
• Chequear y retroalimentar permanentemente.
• Hacer explícito lo implícito.
• Ser específico.

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